El kilométrico título de este álbum ya es aviso suficiente como para que sepamos que vamos a sumergirnos en la escucha de un disco conceptual. Para más datos, digamos que gira en torno a un supuesto viaje espacial de ese enigmático Memorex Commander. Son en total 14 cortes divididos de forma simbólica (y a la antigua usanza) en dos caras, A y B, en los cuales los mexicanos Zoé despliegan su estilo, donde predomina el rock espacial que caracterizó ciertas etapas de algunos de sus héroes musicales (David Bowie o Pink Floyd, por ejemplo).
Ante todo, digamos que se trata de un disco que cuesta bastante de digerir a la primera escucha. Zoé persiguen crear un universo de imágenes propias, y para ello echan mano de extrañas figuras literarias, referencias a máquinas y medicamentos (¿drogas?) dignas de cualquier novela de ciencia ficción, etc., recordando en ocasiones la poesía retorcida de la que hacía gala Enrique Bunbury en las canciones de Héroes del Silencio. Además, aunque predominan las canciones en español, también hay espacio para otras en inglés, e incluso para la mezcla de ambos idiomas (Corazón atómico), descolocando aún más al oyente.
En lo puramente musical hay que decir que también cuesta bastante encasillar este trabajo discográfico, algo poco corriente hoy en día. Digamos que Memorex... suena a algo creado en la década de los 80, gracias a esa combinación de guitarras y sintetizadores que en ocasiones incluso llega a producir ritmos bailables. Por entre todo el barroquismo musical que despliega el combo mexicano se cuelan obvios ramalazos que nos retrotraen a los primeros The Cure (sucede con Vía Láctea o Vinyl, y No me destruyas le debe mucho a la famosa A forest del grupo de Robert Smith), o a herederos de ese sonido como son los más recientes Placebo (Corazón atómico calca el arranque del Special needs de aquéllos, y Human space volt parece prima hermana de The bitter end).
Sin embargo, con el paso de las escuchas nuestros oídos se van acomodando al efectivo colchón sonoro que genera la banda, y las referencias van dejando paso a un estado que quizá no consiga que el oyente levite –una de las pretensiones confesas del grupo–, pero que desde luego crea pequeñas joyas musicales dignas de ser escuchadas una y otra vez. Ahí quedan las magníficas No me destruyas, Corazón atómico o Paula para dejar constancia de que, pese a su juventud, Zoé saben elaborar un discurso bastante original que fructifica en forma de singles con pegada, elementos suficientes para hacerse con este disco.