Streets Of Fire, es el segundo álbum de Place Vendome, un proyecto en el que está involucrado el vocalista Michael Kiske, reconocido en el ámbito rockero por su vinculación con los germanos Helloween y su trabajo en las dos partes del aclamado Keeper Of The Seven Keys.
Se trata de una continuación de su homónimo debut editado a finales de 2004. En esta ocasión, con la particularidad de haber contribuido algunos conocidos músicos de otras formaciones en el apartado compositivo, como Torsti Spoof (Leverage), Ronny Milianowicz (Saint Deamon) o Robert Sall (Work Of Art).
A su lado, siguen sus conocidos colegas, Uwe Reitenauer (guitarra), Kosta Zafiriou (batería) y Dennis Ward (bajo) todos de Pink Cream 69 (banda en la que, curiosamente, reemplazó a Andy Deris cuando este se incorporó a Helloween, en lo que constituyó un rocambolesco intercambio). Completa la formación el teclista Gunter Werno (Vandenplas). Dennis, también continua encargándose de la producción de forma impecable.
Es, ante todo, un proyecto puesto al servicio de Michael, ratificado por su dominante protagonismo a lo largo del disco, modulando su voz según lo requiera el enfoque de cada composición, demostrando mantener sus condiciones vocales en plena forma.
La particular aversión del vocalista a todo lo que suene a heavy metal, también parece haber condicionado esta grabación ya que es mucho más melódica y convencional que su antecesora. Las partes de guitarra están construidas de una forma menos agresiva, más enfocadas a la dinámica rítmica melódica, dejando de lado los registros arriesgados que en su ópera prima aportaban interesantes variaciones.
Aquí, está todo más encorsetado en estructuras clasicistas que impregnan la atmósfera de AOR y conservadurismo en una evidente involución hacia los esquemas ochenteros propios de bandas como Journey o Toto.
Es evidente que estamos ante uno de los impecables productos facturados por Frontiers, pero depende de forma excesiva de los actuales gustos de su principal protagonista, que han provocado la pérdida de la beneficiosa espontaneidad que se podía apreciar en su debut.
Nada que objetar en el aspecto técnico y en la capacidad creativa de todos los implicados. Seguramente, encantará a los seguidores más tradicionales del estilo y, obviamente, a los fans del cantante. Sin embargo, tras unos inicios energéticos con cortes como Streets Of Fire y My Guardian Angel, el disco va entrando en una espiral de medios tiempos y baladas de similar construcción que termina por agobiar debido a la reiteración de parámetros.