The Smiths y Joy Division siguen creando escuela por donde son escuchados, especialmente entre los jóvenes que aspiran hacerse un hueco en este apartado que cada día se vende más caro –y nunca mejor dicho-, la música. De esa mezcla explosiva ochentera, traída de los suburbios de la ola de Manchester post punk, nace el cuarteto The Pains of Being Pure at Heart.
Pero la verdad es que, a medida que avanza su primer y único disco de estudio, The Pains of Being Pure at Heart, uno se da cuenta que son los ahijados de My Bloody Valentine de la presente década que ya termina.
Su noise-pop duro y agresivo se hace patente desde la primera canción a la última que comprenden los diez temas del LP. Guitarras frescas de fondo con sonido distorsionado, riffs barriobajeros, yn una guitarra española de primera plana que es la que le da ese toque de viveza a este estilo que tanto pesimismo derrocharon los irlandeses (My Bloody Valentine) con su inigualable Loveless, en 1991.
El disco que nos ocupa puede valer para muchas cosas. La primera y más importante, para abstraerse de todo el indie que se antoja similar de las islas británicas. La segunda, es que despierta un halo de felicidad al percibir un sonido innovador dentro del estilo que arraiga el pop de esta generación. Y, tercero, simple y llanamente para escuchar buena música, que no cansa en ningún momento a pesar de que se convierte en un ritmo monótono, que no amenaza el cambio en ningún momento. Es pop desde la primera a la última canción, pero sin llegar a cansar, algo muy importante para el oyente.