Parece que hoy día, todo grupo de música alternativa tiende a atreverse con el mundo de la electrónica. Es como si de un ritual musical se tratase en el que cada cierto tiempo, y si eres artista consagrado, todo tipo de innovaciones, con samplers incluidos, es bienvenido. Los últimos en hacerse eco de esta moda han sido los Yeah Yeah Yeahs en su tercer disco, It´s Blitz.
El sonido garaje-punk, atrevido y sucio, con un toque macarra que dotaba de morbo a la cantante Karen O, se ha nublado por el de una estética más mods y discotequera. Se pierde originalidad y, sobre todo, personalidad, pero gana en armonía y producción.
Se trata de una apuesta de la que no son pioneros ni mucho menos. The Hives, The Kills o Peaches ya se atrevieron a dejar atrás los sonidos más sucios de sus comienzos, para reinventarse a sí mismos y abrirse nuevos caminos de cara a la comercialización o en busca de nuevas metas profesionales. El resultado, en todos ellos, ha sido sobresaliente, así como en It´s Blitz.
A los fans más osados del trío no les hará mucha gracia, otros lo verán como un reto personal en el que intentan innovar su rock-punk adaptado a los métodos y sonidos más actuales. Lo que sí es verdad es que en muchos tramos, sobre todo a partir de la quinta canción, se dejan llevar por la inercia espiritual y asoman su lado más punk.
Lo que antes era soltura, provocación y descaro, se ha podido convertir, perfectamente, en carne fresca para los publicistas en cualquiera de sus mensajes como música de fondo en televisión. Los dos temas con los que abre el disco, Zero y Heads will rock, son sin lugar a duda las más apetitosas.
Dull Life es el único tema que podría acoplarse pasando desapercibido en Fever to Tell, el mejor y primer trabajo de Yeah Yeah Yeahs. Lejos han quedado los clásicos como Rich, No no no, Pin o Maps, apologías del rock-punk-garage que tan característicos fueron para ellos.
El resto del disco se cubre de aire dance con tintes rock por momentos de altibajos en donde la voz de Karen no sufre en ningún momento y en donde las cuerdas de las guitarras no han amenazado con romperse en cualquiera de los punteos de las diez canciones que completan un buen CD.