Sus canciones se estaban convirtiendo en himnos juveniles, su vocalista en un compositor cualificado, el resto de la banda en auténticos genios musicales y Joy Division en una bandera de todo un país. Ese era el momento que atravesaba la banda de Ian Curtis cuando su mujer, Deborah Curtis, se encontró a su marido con las piernas colgadas, víctima de un suicidio, en la cocina de su apartamento en Manchester aquella tarde del 18 de mayo de 1980.
El contexto parecía inexplicable. Un grupo joven, afamado en su ciudad y que, un día después de ahorcarse, Curtis y su banda partían a abrirse al mercado extranjero con una gira de varios conciertos por los Estados Unidos. Nadie se lo creía, aunque todo el mundo se temía lo peor en cualquier momento.
Sus letras oscuras, llenas de pesimismo, la negatividad amorosa y tenebrosa explicación del mundo fueron indicios del fatídico final que nadie quería presagiar. Antes de esto, Curtis tuvo dos amagos de quitarse la vida. Dos cartas, con sospechas de querer dejar este mundo, encontradas por Deborah en su habitación y el resentimiento personal de sus continuos ataques epilépticos obligaron al artista a matarse.
Pero, pese a los poemas tétricos, su vida no fue tan tediosa como se puede intuir. El cantante se casó a los 21 años, venía de una familia acomodada y encontró en Joy Division esa puntito motivación para sanar las desastrosas notas de la carrera de Física que estaba estudiando. Sus momentos de gloria pasan por enamorarse de Deborah, la ex novia de su mejor amigo, e ir con ella a conciertos de los Sex Pistols, la Velvet Underground de Lou Reed y de su ídolo, David Bowie. Pero, caprichos del destino, fue escuchando el disco Idiot, de Iggy Pop y tras ver una película de Herzog cuando decidió desaparecer del mapa.
Un baile peculiar
Curtis se hizo famoso por hacer de sus espasmos epilépticos la coreografía original de sus canciones sobre el escenario. Con sólo tres años de existencia, y con dos discos de estudio, han sido capaces de ser uno de las mejores bandas de la historia del rock y una de las más influyentes de la New Wave. El primer LP, Unknown Pleasures, consiguió el reconocimiento de la crítica, pero su segundo trabajo, Closer, ha sido reconocido muchas veces como una de las grandes obras maestras del rock. En este último está editada la que para muchos es la mejor canción de amor de la historia; Love Will tell us apart.
Hoy, bandas como The Cure, Interpol, Editors o los mismos Arctic Monkeys, que son figuras máximas de la escena independiente musical, han recogido los frutos de este cuarteto, que hoy sobrevive bajo el nombre de New Order. Su primer single, Blue Monday, fue el sencillo más vendido de la historia en su momento.
Peter Hook, Bernard Summer y Stephen Morris siguen actualmente haciendo música electrónica, que poco tiene que ver la idiosincrasia que crearon a partir de Joy Division.
Control, otra vida llevada a la gran pantalla
Como no podía ser de otra manera, cuando un personaje cultural muere, adquiere relevancia y más importancia. En su día ya ocurrió con Janis Joplin, Jimmi Hendrix, Sid Vicious o John Lennon. Curtis, sus problemas de personalidad y enfermedad crónica no iba a ser menos. Muy jugosa para el cine, y para el que fue fotógrafo personal de la banda inglesa, Anton Corbijn, quien se decidió a dar finalmente el salto, con el nombre de Control. Título en donde se resume la vida del cantante, que con la colaboración de su viuda Deborah han protagonizado la dirección de un film espectacular.
La historia de Joy Division ya apareció retratada brevemente en la película '24 hour party people' de Michael Winterbottom, donde se recreaba el ascenso y caída de Factory Records, pero el que fuera artífice de los videoclips de Depeche Mode, R.E.M. y U2, entre otros, dio el salto definitivo para enseñar las dotes y artes del artista. Aunque se haya ido del planeta, su inigualable voz será escuchada por varias generaciones más para hacer bueno el dicho de que los buenos rockeros nunca mueren.