Tras afinar su voz y rasgar su guitarra en bares de Madrid y diversos países europeos, Merche Corisco se ganó la oportunidad de grabar su disco de debut con una importante multinacional. Merche Corisco (1996) y Dulce Kaos (2000) fueron los frutos que dio aquel contrato con Sony. Poco tiempo después, esa misma casa discográfica dejaba marchar a esta intérprete dotada de un amplio registro vocal y capaz de escribir magníficas composiciones, tanto en sus letras como en las melodías. Este tercer trabajo, Oasis, nos brinda la posibilidad de disfrutar, de nuevo, de una propuesta original dentro del panorama del pop hecho en español.
Para conseguirlo, la cantante madrileña ha preparado este nuevo álbum con la misma dedicación con la que un orfebre labra sus piezas. El repertorio del disco, formado por doce temas, ha sido grabado durante cuatro años, con sesiones que empezaron en el año 2002 en diferentes estudios y escenarios y con la ayuda de un ejército de instrumentistas que proporcionan a cada canción un toque particular. Así, la fuerza de las líneas de guitarra de Diego García y Julián Kanevsky, ambos en la órbita de Andrés Calamaro, contrasta con la delicadeza de los arreglos de cuerda escritos por Iván Valdés.
Durante unos segundos, los sonidos acústicos invitan a escuchar con calma “Tú formas parte”. Sin embargo, la melodía explota con la pegada de una batería desbocada y la fuerza eléctrica de una guitarra. “Días sin luz” y “Salió el sol”, el luminoso single de presentación del disco, han sido cosidos siguiendo los patrones de ese pop clásico que carga las pilas del oyente. Por su parte, los aires mediterráneos nos hacen bailar en “Reina de las flores”, mientras que “Dentro de un cuadro”, cargada de melancolía gracias a los teclados y a una guitarra bluesera, esconde la primera colaboración de relumbrón: un comedido Quique González.
Pero la fuerza del álbum está en esas propuestas más arriesgadas, con juegos sonoros e instrumentaciones evocadoras (“Puerta entreabierta”). Es el caso de la contradictoria “Oasis” o la experimental “Caja de zapatos”, donde Javier Ruibal se atreve a lanzar rimas junto a una teatral Merche Corisco. “Un paso más” y “Te perdí” se arrastran sobre una base electrónica antes de la descarga emocional que desata un cuarteto de cuerda, en el primer caso, y los acordes eléctricos, en el segundo. “Siempre 4ever” está más cerca del rock latino, coordenadas por donde se mueve a la perfección Nacho Campillo (Tam Tam Go!).