El festival murciano por excelencia en los últimos tres años, se ha convertido en la primera parada de reunión para los festivaleros seguidores de la música alternativa. Los cabezas de cartel como Hot Chip, Madness, Chris Cunnigham, Orbital o Franz Ferdinand estuvieron a la altura de las circunstancias ante los más de 35 mil espectadores que abarrotaron el complejo.
Su atractivo era especialmente grande para los seguidores de la música alternativa en general, en un festival dirigido a un tipo de público independiente. Pero, poco a poco, su estilo ha ido adquiriendo relevancia entre los más jóvenes y es casi una tendencia que alimenta los conciertos con el buen rollo. Eso es, quizá, lo que diferencia a este tipo de público del resto, su vestimenta y su actitud.
El magnífico ambiente se palpaba desde el primer momento en la misma entrada en la ciudad. Calles pobladas en botellón previo a los conciertos, si bien es cierto que otros preferían atender a charlas, foros o mesas redondas sobre varios temas de actualidad, exposiciones de arte y una nueva manera de entender la cultura gracias al SOS. Además, otro de los puntos a tener en cuenta por la organización fue el desarrollo sostenible.
El resultado de la primera jornada fue excelente. Todas las expectativas depositadas en los grupos de gran relevancia como Los Planetas, The Sunday Drivers y Delorean, por parte doméstica, fueron cumplidas con sus actuaciones de fábula. El nivel internacional no cedió. De hecho, Hot Chip abanderó de la mejor manera posible el indie electrónico, incluso con alguna mezcla de locura, como She Wolf, de Shakira. Franz Ferdinand tocó cerca de las dos horas y el público se lo agradeció coreando cada uno de los temas. Pero, sin lugar a duda, lo mejor de la noche estuvo en el escenario Jagemeister. Crystal Castles ofreción un recital de su punk-electrónico barriobajero que volvió loco a los allí presentes.
El segundo día reservó a su vez los mejores añejos del cartel. Madness, pese a presentarse ante el público con poco menos de una hora de retraso, deleitó con su mecanismo ochentero. Lo propio con Nada Surf y su rock melódico de la penúltima década. Con todo, se llegó a lo mejor y lo peor de la electrónica de madrugada. Sin lugar a duda, We Are Standard y los míticos Orbital se sitúan en el grupo de los primeros, así como el espectáculo surrealista y kafkiano de Chris Cunningham. En el otro lado, la mayor decepción de la noche y, seguramente, de todo el evento. La verbena de pueblo que se marcó Fatboy Slim fue una auténtica tragedia para muchos. Para otros, ver a su ídolo pinchar temas clásicos y no tantos a su antojo. El DJ, que cerró la fiesta, fue el único que no estuvo a la altura de un gran festival.
