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The Velvet Underground & Nico: The Velvet Underground & Nico

Un artículo de Manu Martinez || 22 / 1 / 2003

Todo lo que se puede considerar vanguardia musical y que ha acontecido en los últimos veinte años nace de este disco. El del plátano, el de Andy Warhol, Lou Reed y John Cale, el disco que conmociona la escena musical americana.

Quizá la psicodelia sean flores en el pelo, buenas vibraciones y hippies despreocupados paseando por Venice Beach. Pero eso era en la costa oeste. En Nueva York no hay playas, ni clima soleado ni nada que se le parezca. Al menos no en el Nuevo York que retrata este impresionante disco, un mundo poblado por prostitutas, drogadictos y camellos que no saben nada del LSD y sí todo sobre la heroína. Así que nadie se deje engañar por la portada del rey del arte pop. Aquí no hay colorido, ni felicidad naïf. De lo que habla este disco es del lado oscuro de la vida.

Musicalmente esto se plasma en una música rabiosa, llena de desasosiego y paranoia, guiada por dos monstruos del arte contemporáneo como son Cale y el fabuloso Reed. A ellos dos se debe este disco y el universo sonoro de la Velvet y por eso mismo nunca se le rendirá un tributo suficiente. 

El resultado, desde luego, es apabullante. Un Lp donde se viaja de las sensaciones caóticas y el sudor frío del limbo yonqui a una tranquila mañana de domingo en el parque, del nihilismo que impregnan los textos de Lou Reed al reposo de la voz fría de Nico, del infierno a una calma transitoria. Pero, por encima de todo, lo que se siente al escuchar este disco es que es algo diferente. Quiza la Velvet no fuese el mejor grupo de la época. Sin duda Beatles, Stones u otros son superiores musicalmente. Pero ninguna formación tenía un sonido como The Velvet Underground. El universo propio de este disco, agotador, subterráneo, lleno de violines chirriantes y apocalípticos, no se encuentra en ningún otro disco de la época y, con toda probabilidad, fue una de esas obras de las que se suele decir eso de que se adelantó a su tiempo. No olvidemos que estamos en 1966. Quizá por esto el disco no fue reconocido como lo que es hasta años después: una obra clave en la historia de la música popular contemporánea.

Canciones como Heroin, el que es sin duda el retrato sonoro más fidedigno de la angustia y la necesidad del heroinómano, Run, Run, Run o Sunday Morning son muestras de la importancia del Lp. Un disco que juega con el pop y las melodías simples, pero dándoles la vuelta, torturándolas, pasándose al otro lado del espejo, donde nos esperan nuestras pesadillas. Un retrato de la crueldad de la sociedad urbana moderna que no creo que pueda pasar de moda porque ya dice el tópico que los clásicos nunca lo hacen.









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