A medio camino del recopilatorio de éxitos y del disco de rarezas, el "giro a la izquierda" tomado por Bon Jovi en la producción del que iba a ser su primer acústico oficial, redescubre himnos y temas de antología bajo un permanente desconcierto. Con la complicidad de Pat Leonard -productor habitual de Madonna, Elton John y Rod Stewart-, un conjunto de sesiones en estudio para matizar el sonido en vivo del macroconcierto de Yokohama (el primero en gran estadio en formato 'unplugged') acabó en un ejercicio de prospección con que desmenuzar cada una de las 12 canciones incluidas, y recomponerlas con un nuevo cuerpo.
Desnaturalizando parte de su espíritu, el resultado muda la emoción pero no el sentido, tradicionales baladas en tono rockero que vendían la cara optimista del mundo obrero de Nueva Jersey, descubren aquí la incertidumbre silenciada; alegatos al carpe diem, presentes en toda su discografía y centrales en sus últimos discos (véase It's My Life por Crush, y Everyday por Bounce), se vacían de su habitual concentración de electricidad y energía pura para describir una emoción en forma de recuerdo, dibujando con sus tonos lentos, estadios vacíos tras merecidas victorias, mudando una expresión que para unos cuantos se convirtió en dogma, al sincronizarla con los latidos fatigados de un alma rockera.
El mestizaje moderniza y suaviza los cortes. A su vez, la voz se rompe, se ablanda y se distorsiona. Dechado de versatilidad de cantante, toma un protagonismo más cercano al del álbum en solitario, ahogando el vigor de un privilegiado recurso que aguanta una vez más en prudente silencio, y es que, instrumentalizado por veleidades de líder, Richie Sambora asume su función accesoria en defensa de un capricho de producción iluminada, en el lugar donde sus palabras acostumbran a elevar el tema se echa de menos su compañía, su capacidad para hacer resonar las frases revistiéndolas desde lo más profundo de su alma de 'blues'. Pierde la ocasión idónea para su lucimiento al descartarse la escena acústica en que su exhibición es patente -como evidencia el DVD con 6 muestras incluido en la edición limitada- donde no hay duda de qué unión es la que hace la fuerza.
Por más que Livin'on a Prayer se haga dialogo en dueto intruso con Olivia d'Abo (consorte de Pat Leonard), por más que la mezcla de susurros y tonos de cuna resulte refrescante, ni el resultado global ni el individual supera al de los originales, son complementos y relecturas huérfanos de la presencia vocal del hombre de la guitarra, un virtuoso paciente al que echar de menos una vez más, a la espera de una nueva oportunidad en solitario de quien habría llevado más alto el camino hacia la izquierda.