Entre Gears of Wars, Halos, Lost Planets, Killzones etcétera etcetera, el volver a coger un fusil y liarnos a buscar enemigos a los que freír a balazos parecía agotador. Pocos espectáculos visuales o argumentos alambicados podían sorprendernos. Pero con todo, en Insomniac han hecho de la segunda parte de Resistance una alternativa para quitarse el sombrero.
Cierto que como manda el videojuego moderno este tipo de historias están hechas para ser superadas: con paciencia y administración de la justa habilidad, antes o después y a base de intentarlo (ahí es reprochable que algunas escenas se basen fundamentalmente en el conocimiento previo de las mismas: imposible superarlas sin conocerlas por haber muerto en ellas, relativamente sencillo hacerlo sabiendo sus sorpresas) sortearemos los obstáculos y podremos avanzar con satisfacción en su planteamiento lineal. La cosa es que ahí deja al usuario contento y no le frustra en retos imposibles (más allá de 3 o 4 lugares que le obligarán a la repetición cansina) en una lógica que no tiene nada de reprobable cuando se logra la capacidad de inmersión a la que aspira todo título. Algo que, en definitiva, es el motivo por el que el shooter se ha impuesto como género en la actualidad: ver las cosas en primera persona beneficia a nuestra implicación.
En Resistance 2, este potencial para implicar al usuario hace lo que los grandes nombres: darnos momentos de huída con el pulso acelerado y esquivando balas en búsqueda de munición, nos permite sentimos fuertes armados cuando el rival es el que tiene las de perder y acompañados cuando estamos en grupo, nos da opción a aprovechamos del escenario para maquinar estrategias de aniquilación para golpear y protegernos... Y esa es la verdadera meta que todo videojuego aspira a lograr y que Resistance logra en muchos tramos haciéndonos palpitar y poniéndonos los pelos de punta.
La técnica
El equipo de Insomniac había dado buena cuenta de su potencial en el pasado y en Resistance han realizado un despliegue que con sus pequeñas irregularidades tiene momentos brillantes. Algunos moldeados y algunos recintos podrían lucir más (además de ser poco “destruibles”), en cambio hay big bosses que redescubren el término con su aspecto amenazador lujosamente detallado que nos impresiona tanto como algunos escenarios (cierto Leviatán nos acompañará en nuestros peores sueños tras su encuentro). Lo importante en todo caso es una fluidez que permita que ante una plaga de spinners (los bichos que surgen como larvas en formación) o ante una batalla en campo abierto contra enemigos de todo tipo de tamaño, rodeados de nuestros aliados, nos haga sentir la adrenalina y no se ralentice. Y ahí la técnica cumple holgadamente.
De la misma forma el doblaje (al que sólo forzadamente cabría reprochar que en algún momento no se corresponda con los movimientos de los labios) o la banda sonora crepuscular (perfectamente ubicada en cada escena para transmitir el tipo de tensión pretendido), sirven para acompañar a Resistance a puestos altos.
Para cerrar con sus opciones, la historia se desglosa en dos modos, uno de ellos con argumento propio en un cooperativo hasta 8 jugadores (efectivamente: un gran detalle), y luego está el aspecto multijugador: hasta 60 tipos intercambiando disparos sin problemas de conexión reseñables. Los modos se dividen ahí en duelo, duelo por equipos, escaramuza y control del núcleo, pudiendo emplear en ellos los objetos desbloqueados en las partidas en historia . Una vez tengamos las habilidades lo suficientemente desarrolladas dejan de ser algo tan caótico y suicida y acabamos en un mundo donde poner a prueba nuestros nervios. Ahí es fácil que os encontréis con algún jugador instalado en la sede de Fanzinedigital. Desde que se iniciaron sus partidas, entre él y Little Big Planet cuesta tener la redacción vacía.