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La abadía del crimen... la abadía criminal

Un artículo de Guybrush Noséqué || 08 / 9 / 2009
La abadía

Con la vena iconoclasta latiendo sincopada por su recuerdo, apuntar a uno de los grandes al que los años no han hecho sino rodearlo de más y más halagos dogmáticos, es algo especialmente gratificante a la luz de viejas frustraciones en su nombre. Hablamos de un juego que, por desquiciante, pedía a gritos que alguien antes o después recordara la maldición de sus partidas. Que le cogiera de las solapas y lo llevara de vuelta a la penumbra del catálogo ochentero cada día más lejano. Maldita sea su estampa, y la del abad incordiante.

La abadía

El caso es que será por temas de jugabilidad obsoleta, será porque para la época les salió estéticamente resultón y poco importaba que la cosa pudiera ser considerada una ofensa en términos de manejo y usabilidad… pero, en plata: la experiencia de la adaptación oficiosa de ‘El nombre de la rosa’ a videojuego era un suplicio para aquellos que cometían el error de caer engañados por sus adulaciones. Adulaciones que por otro lado fueron creciendo en el tiempo, y ni cortos ni perezosos, aunque fuera de España no lo conociera ni el Tato, a aquello lo elevaron unánimemente a número 1.
Así que el “mejor juego español de todos los tiempos” es como se refieren a él. Algo que para quien ande despistao -esto no es como el cine patrio- obliga a recordar que hubo muchos buenos y varios excepcionalmente buenos.

"La Abadía" no era un juego, era un problema de interfaz, un enfrentamiento inútil con unos teclados y unos rituales que no podían divertir.

De esta forma con el merecido revanchismo por su reto leonino, por su desorbitada dificultad, volvemos a la abadía con el machete entre las teclas dispuestos a hacer sangre del grande sabedores de lo fácil de tan inaudita misión. Cierto que las primeras pantallas quieren engañarnos una vez más con sus cantos de sirena, recordando que aquello, dentro del filmation, era ostentoso hasta lo insultante. ¿Cómo podía ser que grandes glorias como papá Knight Lore, Gunfright, los Batman & Head Over Heels de Ritman sufrieran en comparación con el exhibicionismo de la abadía? ¿cómo metieron tantos ladrillos en tantas celdas tan decoradas para el momento y en tan pocas kbs añadieron tantas cosas por hacer?

Pero el intento de engaño dura poco. Enseguida recordamos que la abadía no era un juego, era un problema de interfaz, un enfrentamiento inútil con unos teclados y unos rituales que no podían divertir de ninguna manera. El abad llega, en abrupta entrada, cargado de esquizofrenia neurótica, y nos obliga a seguirle. Los controles son ingobernables, nos lo ponen más que difícil: cada movimiento es lento y torpe, nos chocamos con alguna pared o giramos demasiado. Y entre tanto el santísimo corre por su cortijo como si le fuera el vino de la misa en ello, y con tres pasos de distancia que dejemos entre ambos, nos reprende –quitándonos energía– por no cumplir sus normas. Poco después hay que ir a misa (¿ein?), deducir dónde debemos colocarnos (maldita manía de hacernos perder horas creyendo que adivinar entre broncas puede ser un juego o ser divertido), para luego ir a dormir acto seguido. ¿Y qué pasa entonces? Pues lo normal ante un título cuyo mayor atractivo es el escenario, más reforzado de misterio (cosas gráficas de los tiempos) por la penumbra nocturna.

¿Por qué aguantábamos entonces la tortura? Por falta de otra cosa, por haber pagado por él, por la sugestión de que aquello debía ser bueno… y para qué engañarse… porque era condenadamente bueno.

La cosa es que entonces no podemos dar dos pasos sin que se haga de día y el abad nos largue, si no lo ha hecho antes al cazarnos por la noche.

¿Para qué diablos nos ha llamado este tipo? ¿cómo quiere que investiguemos?

La locura llega al extremo de que ni con una guía de por medio, los objetivos podían alcanzarse de forma humana: no daba tiempo. Ni ahorrando de las formas más miserables, ni planificando, ni dedicándole tiempo perdido de nuestras infancias y adolescencias aquello avanzaba. La abadía estaba maldita. Y años después se atrevieron a ponerla en lo más alto del podio. Número 1. ¿En serio?

Aunque la verdadera pregunta es ¿por qué aguantábamos entonces la tortura? Probablemente por falta de otra cosa, por haber pagado por él, por la sugestión de que aquello debía ser bueno… y para qué engañarse…

Porque era condenadamente bueno.

Incluso ahora, 15 años después, cargados de cinismo, ánimos de venganza, acostumbrados a las comodidades de los nuevos tiempos con sus vidas infinitas (entonces usabamos pokes, ya saben) posibilidad de reintentarlo sin descanso, partidas grabadas etcétera, uno se adentra en la abadía y le sorprende el entorno gráfico que logró plasmarse en 8 bits, cómo de sólido se mostraba y cuántos misterios se desarrollaron en él. Vemos pasar a otros monjes, los vemos cruzar por la noche, en mitad de escenas animadas… y todavía impresiona y su atmósfera nos lleva a un lugar lejano y oscuro donde nuestra propia desprotección ante lo draconiano del reto nos hace sentirnos vulnerables y refuerza la emoción de las salidas nocturnas. Las ganas de salir a hurtadillas a “pasar pantallas” pueden más que lo absurdo de su planteamiento, limitado por las escasas posibilidades que había técnicamente para un despliegue como aquel.

¿Hasta qué punto se exprimió cada ordenador para lograrlo? ¡Si Ritman tuvo que disculparse porque con Batman se quedó sin un solo Byte para su pantalla final y tuvo que repetir la canción de inicio de partida en lo que parecía ser la mitad de juego…!

Difícil saberlo. Al menos en un acto de generosidad, se nos regalaba un 7% de misión superada cuando nos mandaban a tomar viento a la primera de cambio. Poco más logramos, tras meses de andanzas, a decir verdad. Pero el misterio nos lo llevamos, y aún cuando creemos que su dificultad nos privó de momentos vibrantes al superar pantallas, lo que sugería sigue siendo algo fácil de recordar al verlo en movimiento.



7 bits

No todos los clásicos fueron buenos, no todo puede ser bien visto por la nostalgia. Alguien debía hacer justicia y hacerle un 7 a los 8 bits (y a los 16...). Y de paso divagar sobre otros temas del videojuego.

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