Apenas unas horas después de que James Holmes pusiera la guinda a su desequilibrio irrumpiendo en el estreno de El Caballero Oscuro: La Leyenda Renace para quitarle la vida a doce espectadores -y dejar malheridos a alrededor de 50-, escasas voces reprochaban la facilidad con la que un ciudadano norteamericano puede hacerse con todo tipo de armas. El grave descontrol que permitió a este joven de 24 años con evidentes problemas mentales pertrecharse de un auténtico arsenal bélico, aparentaba ser una anécdota.
No obstante, una de las causas comenzó a citarse pronto: las primeras voces culparon al cine y su maliciosa influencia de la matanza. Solo que por si el vínculo no era suficientemente fuerte y quedaba margen para que alguien volviera a apuntar a las armas, horas después se inició un nuevo movimiento con punto álgido en la CNN: "probablemente se ha preparado para esto durante largo tiempo, obsesionándose con hacerlo, reuniendo armas; probablemente ha pasado mucho tiempo en su apartamento jugando a un videojuego tras otro, disparando sin pausa, armándose de coraje y de la excitación de que en algún punto se volvería real para él, y llegó su momento".
Las declaraciones, del criminólogo y habitual colaborador de la cadena Pat Brown, resumen una tendencia en la que muchas otras voces han participado y en las que el videojuego tiene un papel tan determinante como le quisieron dar en otras matanzas previas (incluyendo la célebre de sus vecinos de Columbine), si bien ocasionalmente el videojuego aparece citado con otros compañeros de viaje como el rol y el porno (no son pocas las fuentes que agrupan todas estas vías sin mencionar nuevamente el anormal arsenal reunido).
Falta por ver si ante la incapacidad clásica para emprender nuevas regulaciones que frenen el acceso a las armas (cortesía del lobby armamentístico) sí serán capaces de poner restricciones a la compra de videojuegos.