Querían despedirles para eludir el pago de los royalties que les correspondían: eso es lo que argumentan los ex-empleados de Activision, quienes desarrollaron Call of Duty y Modern Warfare para la compañía, y a su modo de ver, fueron víctimas del excesivo éxito de la franquicia. ¿Realidad o simple posición adoptada para el litigio?
Por un lado, cuesta demasiado creer que con un juego que ha obtenido cifras de vértigo, la compañía no quiera primar de la forma adecuada a quienes lo han desarrollado con tanta habilidad, exponiéndose a la mala imagen que está dando la noticia en el sector y, incluso más grave, perdiéndoles como desarrolladores para otros juegos de ese nivel.
Por otro, la cuestión plantea serias dudas a propósito de la justicia en los pagos a los desarrolladores, que es una constante en la historia del sector y que ya a principios de los tiempos de Atari dio incluso para que los programadores tuvieran que enfrentarse al hecho de que ni se les reconocía el derecho a firmar sus obras. De hecho, en los orígenes de los "huevos de pascua" (esos mensajes ocultos que manda el autor a través de sus obras) se cita siempre un juego de Atari en el que el programador se las ingenió para crear una pantalla secreta, de acceso vedaderamente complicado, en el que únicamente se veía su firma.
Si la semana pasada publicábamos cómo una encuesta de la CNN había sorprendido a propios y extraños a propósito de los bajos salarios de muchos programadores, ahora el tema se vuelve especialmente complicado con el tema concreto. Que las desarrolladoras que siempre reivindican los daños que les genera la infracción de la propiedad intelectual no actúen en consonancia respecto a los programadores se intuye una excesiva contradicción. Que el éxito de una saga haya supuesto su mayor problema para continuar, un hecho sin precedentes.
En los escritos de demanda, los ataques se suceden sin descanso incluyendo al CEO de Activision al que se refieren como "alguien responsable de generar una cultura de escepticismo, pesimismo y miedo que prefiere pagar a sus abogados antes que a sus empleados". Sin duda, estamos ante una nueva guerra, de las que se libran en despachos y juzgados, pero en que no faltará la artillería pesada. La duda es si de la misma forma que un litigio marcó un antes y un después respecto a los primeros creativos a los que antes nos referíamos, si un caso de semejante importancia también puede marcar un punto de inflexión.