El caso de Dead Island es digno de estudio: un juego que crece alrededor de un tráiler, uno brillantemente realizado y presentado con el lujo propio de Cannes, donde se hizo con repercusión y premio para espolear a un producto sin grandes hallazgos (pero que lo tenía bien fácil para satisfacer al público en un género tan agradecido como el de los zombies).
Allí su aportación real era apenas un entorno idílico a infestar de zombies. Jugabilidad discreta, sensación de producto que no terminaba de sacar partido a sus posibilidades. Una nueva entrega demostró que la cosa no daba para más, aunque en Deep Silver confiaran en sus posibilidades con una secuela anunciada por todo lo alto.
Con ella se demostró que lo más lógico para el estudio era repetir lo que había funcionado: de nuevo estábamos ante un nuevo tráiler realizado con enorme habilidad, se repetía con la invasión zombie. Solo que a la hora de dar forma al juego, las cosas no han sido tan sencillas: la propia compañía se ha dado cuenta de lo mediocre que era lo que tenían entre las manos, y han decidido cortar por lo sano desplazando a YAGER como socio desarrollador (opción elegida por cuanto Techland estaba ocupada con otro título del género: Dying Light).
Puesto que anteriormente Dead Island 2 ya había visto su fecha de lanzamiento demorada de 2015 a 2016, falta por ver si el nuevo cambio impondrá un nuevo retraso (el comunicado oficial de Deep Silver no detalla quién se encargará del juego en adelante), o si todavía existe margen para tener la secuela en las tiendas el próximo año. Visto lo visto, sería mejor centrarse en planes para el cine, donde su departamento de marketing podría aportar mucho tras demostrar tener las ideas tanto más claras.