Parecía que no iba a llegar nunca, pero finalmente aquí lo tenemos.
Después de tanto tiempo el juego más esperado se dispone a deslumbrar, y es que no hay que engañarse: este juego está muy por encima de todo lo visto.
No os dejéis engañar por esnobs, críticos de pacotilla o resentidos del soporte ajeno. Mucho se ha venido diciendo y mencionando sobre Metal Gear, y con tanto tiempo todo lo que eran halagos hacia la mayor promesa del software de la última época, se ha visto salpicado por comentarios procaces que centrándose en un doblaje no realizado (evidentemente una lástima), en una trama peliculera en exceso -dónde demasiado tiempo simplemente contemplamos-, o en si al encender la consola Hideo nos preguntaría por los 60 hzs, no han hecho más que distraer con banalidades y servir de burdo entretenimiento para tan larga espera.
No creais tampoco que esta advertencia se hace en un ejercicio de obediencia al fanatismo, pues pese a que quien os escribe ha mostrado en más de una ocasión su respeto por esta figura legendaria que es Metal Gear dentro del videojuego, no hay porque esconder que muchos de los anteriores comentarios han sido recogidos como noticias en esta revista, que decepcionaban a quien con la versión anterior no había participado de ese orgasmo colectivo al que se lanzaron los aficionados de hace unos años.
Placer lo hubo, para que negarlo, pero ni con el mejor de los doblajes (retrasos varios mediante) ni con la mayor rentabilización de un soporte posible, aquella entrega llega a transmitir ni de lejos una pequeña parte de lo que este Metal Gear consigue en apenas los diez primeros segundos de introducción.