La que ha venido a convertirse en una de las sagas más laureadas de los últimos años, debuta en PS2 -hermana mayor del lugar en que tantas glorias obtuvo- con un traslado CASI directo de la excelente aventura de Dreamcast. Aún con la diferencia temporal, éste gran juego hará delicias de los aficionados del género que llevaban mucho tiempo esperando algo similar...
y que se vayan preparando, que no viene solo.
Ni creó un género (el survival horror, patrimonio de Alone in The Dark), ni innovó técnicamente con complejas técnicas de programación. Fondos pregrabados y uso de polígonos reservado para el personal -en su mayor parte formado por errantes zombies andantes- se unían a movimientos de una ligera rudeza en un juego que permitía ir avanzando sin excesivas complicaciones, abocando al usuario a ver discurrir la oscura trama de la negligente Umbrella...
Pero aún así, con el primer Resident Evil (sin contar un amago de intento en NES) se mezcló como años se llevaba intentando la aventura cinéfila y el arcade para sumergirnos en un mundo paralelo, en una realidad distinta donde no había un segundo para respirar aire puro en medio de una atmósfera enrarecida. Nos guiaba en nuestra gesta la dura consciencia de estar a punto de encontrarnos con el lado más oscuro de la muerte, un lado que nos sería mostrado por un apartado gráfico de hábil y pragmática disposición que se aliaba a una banda sonora de infarto con el propósito de hacernos entregar nuestra alma a la pantalla, cerrarnos a cualquier atisbo de lucidez externa, y sobre todo, apagar las luces para poner a prueba nuestra dureza y capacidad de abstracción.
Tanta virtud condensada imponía indefectiblemente secuelas, y la recurrencia en cuanto mecánica y planteamiento, obligaba a acabar perdiendo la intensidad por el camino. Pero si bien la primera premisa se cumplió, la segunda afortunadamente -y de manera sorprendente- se conseguía evitar con ligeras novedades técnicas, un desarrollo cada vez más intenso exprimiendo al máximo los recursos, y sobre todo, incrementos del nivel del producto que justificaban toda continuación.
El juego
Poco más -o nada- se podía innovar en la languidecíente PSX. La tercera parte (con el subtítulo Nemesis, por el atroz monstruo que nos angustiaba durante todo el juego con apariciones de infarto) vino a ser uno de los títulos que cerraban el catálogo de la consola de una manera sobradamente convincente, y por ello el siguiente paso debía necesariamente darse en un nuevo soporte.
Fue así como la, a día de hoy, defenestrada Dreamcast, en las varias muestras que dió de tenerlo todo para poder ganar (menos la suerte y el pasado de la marca) se apuntó un tanto importante con el Resident Evil Code Veronica, y si grande era entonces, grande sigue siéndolo ahora que se traslada a PS2.
Alterando el simple pero efectivo uso de imágenes "prefabricadas", por un laborioso entorno 3D mucho más meritorio, y con otros golpes de efecto gráficos propios del traslado a un nuevo horizonte de posiblidades, lo mejor que se puede decir de esta aventura es que, primero, sigue fiel a la tónica de ir subiendo el nivel y hacer de cada uno de los RE nuevos, el mejor de ellos; y segundo que los cambios técnicos y de planteamiento (incursión del llamado "terror psicológico") redundan en las sensaciones de creciente tensión y dependencia que en capítulos anteriores habíamos experimentado. Insertándose perfectamente en el universo opresivo marca de la casa, este viene a ser un nuevo capítulo LITERALMENTE imprescindible para quienes hayan gozado con los precedentes.
Y además sirve de aperitivo para una nueva hornada de productos que darán que hablar. Atentos a Devil May Cry y Silent Hill.