Pues no. La experiencia inicial no puede ser más diferente de lo que nos espera, Area 51 es una aventura que va tomando forma a cada minuto. Incluso en un principio la ambientación, sencillamente correcta y lejos de los títulos antes mencionados parece limitada. Pero esa es sólo la fachada, parte de un inicio que esta vez quizá aparezca más dilatado por una duración total más generosa, y si bien en su desarrollo se tira de los recursos que pasamos ahora a describir, la forma de emplearlos demuestra tanta pericia como en ocasiones anteriores.
Virtudes y virtudes
Empecemos por el guión. Más allá de la sinopsis básica algo trillada, es de una extrema corrección por dos cosas: primero porque en la aparente linealidad se saben esconder momentos que dan emoción y aspecto de imprevisible. Sacando enemigos puntualmente nos acelera el corazón en mitad del sonido de la pólvora.
Y segundo, en el curso de la aventura hay giros que no se limitan a frases y revelaciones en tono de culebrón (o lo habitual, el gobierno es malo, nos oculta cosas, y tu las has descubierto), y es que aunque puedan darse esos giros, nos referimos al propio modo de juego en cuanto a que varía su planteamiento llegado a determinado tramo. Vaya, el sello Midway que ellos emplean con tanta soltura.
Así, desde la toma de contacto inicial, en los primeros enfrentamientos con mutantes, lo que parecía que iba a ser clave, la verdadera fuente de diversión en esta ocasión era la mecánica de combate en grupo. Porque en todo momento aparecemos rodeados de compañeros con los que vamos enfrentándonos colectivamente en una batalla de intensidad creciente (y que termina por crecer mucho). En ocasiones se reparten objetivos entre nuestro grupo apuntando a distintas zonas, en otras hemos de acudir a determinados puntos a realizar acciones marcadas para que el grupo avance (bastante sencillitas inicialmente: coge esto, abre esa puerta, dispara ahí).