Vuelve el debate: ¿debería Nintendo conceder licencias -o desarrollar por sí misma- para teléfonos móviles, o seguir limitándolas como forma de vender su hardware?.
Los argumentos son conocidos: por un lado, la historia reciente nos demuestra que sus licencias han sido la clave para que sus consolas vendan (véase con Mario y Nintendo 3DS); por otro, el potencial económico de vender desde numerosos soportes y más cuando hay un posible usuario en todo aquel que lleva un móvil en su bolsillo es demasiado potente para negarlo (una versión ilegal de Pokemon que alcanzó una cifra estratosférica de descargas en la App Store, serviría de muestra).
Si añadimos un elemento extra, la cuestión se vuelve incluso más inquietante: Nintendo ha reconocido que 3DS se está vendiendo a pérdidas. Que prefirieron esa opción (responsable de que el pasado ejercicio la compañía se desangrara hasta alcanzar los números rojos) a ver cómo las consolas se almacenaban en las estanterías antes de la llegada de Vita.
Por mucho que en la competencia tradicional puedan estar tranquilos, con una Vita en mínimos, decidir si explotar a Mario y cía más allá de sus dispositivos puede suponer un cambio de rumbo trascendente, para bien o para mal. Los analistas le dan dos años, con frases tan rotundas como "tienen que asumir que Mario se jugará en dispositivos que no sean de Nintendo", publicada la pasada semana el el NYT.