No, no iba a pasar mucho tiempo con un informe positivo para los videojuegos sin ser solapado por otro. La alternancia viene produciéndose desde hace muchos años, si bien la verdadera novedad es que en la última época parecían brotar con mayor frecuencia los positivos (aunque algunos, como el que nos ocupa, sean todo lo contrario).
El doctor Philip Zimbardo es profesor emérito en la Universidad de Stanford. Tiene un amplio bagaje en forma de reconocimientos en que sobresale su premiado Stanford Prison Experiment, y es noticia por la obra publicada junto a Nikita Ducan "La caída de los chicos: por qué tienen problemas y cómo podemos ayudarles". Ahí traza un retrato en que la influencia de la moderna pornografía y el videojuego no pueden resultar más dañinos para la actual generación.
"Las investigaciones cada vez ven más claro el problema", comienza explicando en una entrevista a la CNN, "los hombres jóvenes se enganchan a la excitación sacrificando estudios y relaciones personales para lograr una diversión tecnológica".
Zimbardo sigue argumentando: "todo ludópata, alcohólico o drogadicto te dirá que quiere más de su dosis para alcanzar el mismo grado de satisfacción. Los videojuegos y el porno son diferentes: la atracción es a la novedad, la variedad y la sorpresa son la clave". Y ahí llegan las dramáticas consecuencias: "el uso excesivo de videojuegos y porno on-line en la búsqueda de la siguiente novedad crea una generación de jóvenes adversos al riesgo incapaces de enfrentarse a las complejidades de las relaciones reales, los estudios o el trabajo".
Su discurso sigue en esa línea, una que argumenta con profusión y que sin duda no hará gracia a los fans del videojuego... ni del porno.