Atelier Iris: Eternal Mana tiene cuerda para más de cuarenta horas de juego. Pero la cantidad de tramas secundarias, como la búsqueda de criaturas ocultas, zonas inexploradas e ítems raros, así como el uso del sistema de fusión de objetos y del rango de cazamonstruos, nos llevará meses. La misión más original se desvela en la tienda de coleccionismo, donde podremos fabricar más de 300 objetos distintos. Gracias a ellos, desbloquearemos toda clase de extras, como vídeos, música o perfiles de personajes.
Perspectiva isométrica
El apartado gráfico está muy trabajado, con personajes y escenarios en 2D cargados de elementos. Lejos de los típicos sprites pixelados de otros títulos de la compañía, Atelier Iris presenta a unos personajes muy detallados, tanto durante el movimiento en los mapas como durante los combates.
La banda sonora es espléndida, con un gran repertorio de melodías, según la acción requiera. Las voces, en japonés e inglés, no dejarían de ser un simple defecto (o una alegría, para los más aficionados a la cultura nipona), de no ser porque los textos se encuentran en inglés. Un handicap que hará que muchos jugadores pasen por alto este juego, que nada puede envidiarle a cualquier otro RPG. No obstante, es una lástima que se queden sin traducir los magníficos gags con los que Nippon Ichi ha plagado su obra, como es habitual en ellos.
Y así resulta que, con el tirón que los alquimistas llevan años proporcionando a las compañías de videojuegos, Nippon Ichi nos deleita con este Atelier Iris, con una jugabilidad soberbia, entretenido, una duración inmensa, y una historia que mezcla con maestría los momentos cómicos y el drama.
No se le puede reprochar nada grave. Los gráficos son magníficos, exceptuando algunos escenarios o el mapa del mundo. El único fallo mayor es la ausencia de voces, siquiera textos, en castellano. Un juego de rol que no puede ser comprendido se queda en nada. El rol es historia. Es conversación. Es búsqueda. El que quiera solo guantazos, que se pille un Soul Calibur y venga, a berrear. Fallo enorme, por tanto, que desmerece a Atelier Iris, un título que no pasará a la historia, pero entretendrá incluso al más pintado.