Frenético
Haciendo uso de una perspectiva en tercera persona que intercalamos con una más cercana y otra subjetiva -amén de otros cambios como cuando manejamos la escopeta de francotirador-, nuestro protagonista Wayne Holden debe preocuparse de dos parámetros básicos: a) su nivel de vida, que dependerá a su vez de su energía térmica (suple energía extra mientras existan reservas, se recolecta de varias formas como abatiendo enemigos); y b) la munición que en la inmensa mayoría de las armas es limitada. Cuando montemos un VS este contará con su propia barra de energía (y si se agota, habrá que abandonarlo con celeridad no nos explote encima) y la opción de portar un máximo de dos armas se limita a una cuando esta es de un tamaño, digámoslo así, grotesco (aunque proporcionalmente divertido).
Aparte de estos recursos contamos con un gancho que es una ayuda importante para acceder a distintas alturas y que el juego nos obligará a practicar desde la primera toma de contacto.
Aciertos a remarcar hasta este punto: la incorporación de los VS, aparte de redundar en espectacularidad aumenta las opciones destructivas y aporta variedad. Amueblarlos con dos armas de extrema contundencia, emplear las opciones de vuelo con que cuentan algunos modelos y comprobar con qué grado de salvajismo aplaca a monstruos de horrendas proporciones ofrece uno de tantos momentos para pararse a aplaudir.
Después, si hemos mencionado anteriormente la pericia de la introducción para imponer un ritmo inicial aún a costa de una curva de dificultad despreciada (la dificultad se modera únicamente por la posibilidad de repetir una y otra vez en todo el juego, a costa sólo de nuestras estadísticas), es igual de destacable que el curso de las misiones nos atraiga para solventar sus retos. Siempre puede ser una cuestión de habilidad personal, pero no es extraño que una fase plantee una escena de una complejidad mayor que las que se encontrarán en la siguiente y que una resulte más opresiva y otra más ágil y agresiva (como pasa en la primera y segunda respectivamente). La tercera por ejemplo nos enfrenta a un gusano gigante desde su inicio del que podemos limitarnos a huir o con el que podemos obcecarnos en una batalla de proporciones titánicas. Enfrentarnos a su ira en mitad de montañas heladas da lugar a un enfrentamiento para el recuerdo.
Ante todo, la técnica
Partimos de la base que lo dicho es una simple enumeración de cualidades e impresiones que en cuanto nos referimos a un must-have servirán para amenizar o informar al desorientado de qué es lo que tiene que estar en estos días inserto en una X-box (repetimos la redundancia: siempre y cuando haya afición a la acción). El equipo de Capcom responsable de Devil May Cry y Onimusha ha puesto toda la carne en el asador y eso se nota en la habilidad para hacer de este un título jugable, y en la forma de potenciar todos sus aspectos técnicos a un alto nivel. El impecable diseño de producción que hace apreciar el frío en el calor de sus batallas, los monstruosos enemigos que hacen palpitar, atemorizando al desplegar una física que vuelve la pantalla un terremoto permanente... todo ello armonizado por unos FX que nos ensordecen cuando no entra la banda sonora crepuscular para imponerse por encima del cortante sonido del viento que nos ha venido azotando incansable. Todo se mueve con fluidez, la mecánica de juego con la inserción de VS y la variedad de las misiones deja espacio a pocos peros. Quizá algunos enemigos -fundamentalmente humanos- requerirían un remate en su IA pues en ocasiones reaccionan de forma excesivamente inocente. En todo caso los extras de modo on-line y contenidos ampliables desde Xbox Live (con más misiones y armamento) dan todavía más trayectoria rematando uno de los juegos de un año que empieza fuerte.