Sin parecer un videojuego particularmente llamativo ni espectacular, una vez probado termina por enganchar como una droga. Su pulido le convierte en una propuesta que garantiza calidad y diversión a partes iguales, con detalles adicionales a tener en cuenta como los extras contenidos en el entorno de la Universidad donde Indy imparte sus clases. Los más fetiches del universo LEGO podrán adquirir allí unos sesenta personajes ocultos, además de obtener -combinando la anatomía de los disponibles- otros nuevos, consiguiendo una gama infinita de figuritas. Incluso podremos disfrutar con los trozos animados de las misiones que acabemos en un pequeño teatro de vídeo, y desbloquear originales opciones que enriquecerán y animarán el desarrollo de las partidas.
Una jugabilidad clásica
Ante todo, cabe destacar que la variedad es la principal característica de LEGO Indiana Jones. Variedad tanto en el desarrollo –que combina el control y la mecánica de un plataformas con las exploraciones o las resoluciones de puzzles típicas del género de aventuras- como en las acciones y en las armas y objetos a utilizar (látigo, pistola, escopeta, pala, llave inglesa, libro de jeroglíficos…).
El videojuego nos fuerza además a una evolución flemática, excesivamente tranquila en ocasiones, sólo alterada por las estampidas inagotables de hordas de guardias enemigos en determinados momentos de cada fase. En estos multitudinarios combates –en ocasiones, auténticas batallas campales-, lo habitual es que se forme un barullo de muñecos LEGO en el que golpearemos sin conocimiento pleno de quien encajará el tortazo (sin suerte, igual es nuestro compañero).
Y es que, describiendo su estilo a grandes rasgos, un adjetivo basta para definir el producto: destructivo. La mecánica repetitiva de la recogida de objetos se acompaña con la repartición indiscriminada de mandobles a cualquier cosa de la que sospechemos esté construida con plasticosas piezas para poder hacernos con ellas. Esta cansina acción será una constante en la trilogía, sólo justificada por la consecución de los extras antes mencionados a cambio de un buen puñado de fichas.
A pesar de tanta devastación, también hay lugar para un guiño a la creatividad del juguete, cuando los personajes deban montar sus propios objetos para poder seguir adelante en la aventura –aunque sólo se limite a un tecleo rápido de un botón del mando-.
La dificultad de las misiones es mínima, lo que, añadido a unas vidas infinitas, no suponen ni un ápice de desafío para el jugador, haciéndose asequible para toda la familia (pero se puede adaptar el nivel para cada usuario en las opciones).
Además escasean los puzzles y cuando se plantea alguno suele requerir una solución de combinación de destrezas de los personajes en lo que es uno de los grandes aciertos del título: al poder controlar en cada misión a una pareja, necesitaremos que se apoyen mutuamente alternándose, dependiendo de la situación y las habilidades de cada uno. Así, el modo de dos jugadores se convierte en una completa y divertida experiencia colaborativa.
Desgraciadamente la inteligencia artificial no está demasiado trabajada, por lo que no se podrá evitar alguna desgracia de vez en cuando, como el “suicidio” de nuestro colega al saltar un precipicio. Es lo que hace no tener límite de vidas: la consola las cobra caras (pues bien que se nos descontarán unas cuantas fichitas de nuestra “cartera” cada vez que “palmemos”).
Con todo, goza de una extensa duración, y su alto nivel de entretenimiento, con ligeros descensos, lo consolidan como una gran baza con varios elementos muy positivos. Y a aguardar al próximo proyecto de estos fieras, porque promete: LEGO Batman (cuyo trailer aparece incluido en el disco de Indy).