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Sitges 2012: 45ª edición del Festival Internacional de Cine Fantástico de Cataluña - especial de cine
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Sitges 2012: 45ª edición del Festival Internacional de Cine Fantástico de Cataluña

Sitges 2012: 45ª edición del Festival Internacional de Cine Fantástico de Cataluña

Del 4 al 14 de octubre

Un artículo de Diego Salgado || 14 / 10 / 2012
Etiquetas: Sitges / Festivales /



Sitges


DOMINGO, 7 DE OCTUBRE


Si hay una película que se esperaba en esta edición del Festival Internacional de Cine Fantástico de Cataluña era La cabaña en el bosque (en la imagen), programada en la Sección Oficial Fantástica Galas. Escrita a cuatro manos por Joss Whedon (Los Vengadores) y Drew Goddard (Monstruoso) y dirigida por este último, increíblemente La cabaña en el bosque estuvo mucho tiempo en un cajón, y solo se ha estrenado debido a la renacida fama de Whedon y a que en su reparto figura Chris Thor Hemsworth.

Vista la película (que afortunadamente se estrena en España el 26 de octubre), solo cabe lamentar la frialdad de los ejecutivos de Hollywood, pues sin tratarse de la obra maestra que en Sitges se proclama a los cuatro vientos, sí configura una reflexión muy aguda sobre la producción y la recepción del terror, sus códigos y sus servidumbres, las expectativas de sus productores y de sus receptores… No vamos a desvelar nada sobre lo que cuenta La cabaña en el bosque, porque una de las razones de su impacto reside en que el espectador acuda lo más virgen posible a verla. Pero, desde luego, merece la pena.

También lo merece Lo imposible (Sesión Especial), segunda realización de José Antonio Bayona tras El Orfanato. Una recreación del tsunami que asoló Tailandia hace unos años y, sobre todo, de su impacto físico y emocional en una familia española que estaba en aquel país de vacaciones.

Lo imposible será masacrada en atención a su supuesto racismo, su supuesta rendición a un modelo narrativo y de producción muy estandarizado, y su no supuesta sino desvergonzada apelación a las emociones primarias del espectador. Pero tales críticas negativas obviarán (o no sabrán ver) que la propia película contiene en sí misma respuestas a las quejas, que hay en ella un grado de autoconciencia considerable y, sobre todo, que existe en ella una aplicación y un talento manifiestos.

Con todos sus excesos retóricos, Lo imposible es una película que consigue su objetivo, a saber, que el espectador se pregunte durante su metraje qué haría en determinadas situaciones, qué siente por sus seres queridos realmente, qué sería capaz de soportar para sobrevivir… Usando un poco de humor negro, concluyamos que la película de Bayona consigue una inmersión casi total de quien mira en sus imágenes.

Otra cinta que logró eso mismo en su momento fue El Resplandor, de Stanley Kubrick. Room 237 (Sección Nuevas Visiones – No Ficción) es un documental que indaga en la fascinación que el film de Kubrick ejerció sobre muchos espectadores y, más aún, el efecto que la perfección de sus imágenes indujo a la hora de elaborarse las más disparatadas teorías en torno a lo que podía significar: ¿Una alegoría del Holocausto? ¿Del exterminio de los indios norteamericanos?

Quien vea Room 237 solo como la suma de un puñado de testimonios progresivamente absurdos, pensará que la película es estúpida. Sin embargo, como análisis de una mentalidad contemporánea obsesionada con los detalles, el egocentrismo a la hora de juzgar el arte, y la pura paranoia, es muy iluminadora. Además, usa de modo divertido el conjunto de la obra de Kubrick para describir las emociones y descubrimientos de todos estos inventores de teorías a cada cual más ridícula.

La última película destacable de la jornada fue Robot y Frank, fábula sensible y discreta sobre un anciano que, en un futuro cercano, empieza a sufrir de demencia senil, por lo que sus hijos compran un robot para que le ayude en sus tareas cotidianas.

Programada en la Sección Oficial a Competición y con estreno previsto en nuestro país, Robot y Frank plantea sin aspavientos, con referencias incluso a El Quijote, un discurso lleno de interés sobre la (des)memoria, además de contar con una interpretación memorable de Frank Langella, que no sería extraño acabase en nominación al Oscar.

Sitges


SÁBADO, 6 DE OCTUBRE


Ayer hablábamos a propósito de Branded del frikismo, ese gran motor de combustión en el Festival Internacional de Cine Fantástico de Cataluña. La jornada de hoy no ha representado otra cosa que eso, frikismo en todas sus variantes.

Empecemos con Iron Sky (en la imagen; Sección Oficial Fantástico Galas), gamberrada en toda regla que le ha costado sacar adelante al finlandés Timo Vuorensola cinco años, resolviéndose finalmente la producción de la película gracias a inversores alemanes y australianos y al crowfunding.

Claro, vista Iron Sky, lo primero que uno se pregunta es si valían la pena tanto esfuerzo, tanta dedicación, más allá de los meritorios trabajos de dirección artística y efectos visuales. La respuesta es… quién sabe. Cierto que el argumento imaginado por Vuorensola, una invasión de la Tierra en el año 2018 por parte de nazis que tras perder la Segunda Guerra Mundial se refugiaron en la cara oculta de la Luna, tiene de delirante lo que su planteamiento, ya que su desarrollo no deja de ser el de cualquier cinta de aventuras y fantasía; por mucho que su héroe sea un negro albino, su villano un nazi que da consejos de marketing a la presidenta de los Estados Unidos, y esta última una criatura muy similar a Sarah Palin.

Pero, insidiosamente, en sus imágenes va germinando, como sucedía en la reciente comedia El Dictador, una mirada sobre nuestro presente, al fin y al cabo deudor y a la vez garante de las falacias y los ocultamientos en torno a temas como el de los nazis, usados socialmente a modo de coco o espantajo, que su visionado termina suscitando cierta incomodidad. Lo que, por supuesto, siempre es de agradecer.

También muy friki, aunque hablemos en este caso de un frikismo “cultivado”, es Holy Motors (Sección Oficial Fantástica a Competición), de un director mítico para muchos, y con razón. Nos referimos al francés Leos Carax, autor entre otras estupendas películas de Chico conoce chica (1984) y Los amantes del Pont-Neuf (1991).

Convertido casi en un fantasma para los cinéfilos, Carax vuelve de la cripta con una película que, a través de las andanzas de un actor que va interpretando sucesivos papeles constituyentes de fragmentos narrativos en apariencia independientes, fragua una suerte de repaso a su restante filmografía, un repaso melancólico e incluso reaccionario a la historia del cine en tanto mediadora de la representación y la comprensión de nuestras existencias, y una reflexión tan melancólica como lúcida sobre la imposibilidad de escapar con el tiempo a nuestros propios personajes.

Holy Motors contiene momentos tan bellos e irónicos (véase el baile sumamente erótico de dos cuerpos humanos condenados a desaparecer bajo efectos digitales) que se le puede perdonar su ocasional idiotez, que a la postre redunda paradójicamente en la sensación de hallarnos ante una experiencia cinematográfica y no tanto una película, cosa poco habitual y muy estimable.

Otro cineasta que ha vuelto tras años de inactividad, aunque con una película mucho menos satisfactoria que Holy Motors, es Don Coscarelli, director de la terrorífica saga Phantasma, El señor de las bestias y Bubba Ho-Tep. Un tipo Coscarelli con una visión del fantástico muy especial, autoconsciente y humorística pero también, al menos es lo que a uno le interesa, riguroso con los elementos que maneja.

Sin embargo, John Dies at the End (Sección Oficial Fantástica a Competición), peca de ingeniosa y solo de eso. A través de las peripecias de dos investigadores de lo paranormal, Coscarelli desarrolla una pesadilla llena de recovecos, gags y relatos sin salida que agota su potencial a los diez minutos de haber comenzado la película, quedando por desgracia por delante otra hora y media que llega a hacerse insufrible.

No menos friki, por supuesto, es Maniac, exhibida en la Sección Oficial Fantástica Galas, remake de un clásico de culto realizado por William Lustig en 1980, muy celebrado por lo malsano de la atmósfera que emanaba el retrato de un asesino en serie que se llevaba a casa las cabelleras de sus víctimas. Mientras que la Maniac de Lustig era fea hasta decir basta y estaba rodada con muy pocos medios, lo que redundaba en sus enfermizas imágenes, la Maniac dirigida ahora por Franck Khalfoun (firmante de la mediocre Parking 2) opta por estilizar sobremanera las imágenes, aunque también por el lado de lo siniestro.

El fruto de todo ello es una película de una gran sordidez, asfixiante en ocasiones, excelente como ejercicio de estilo y atrevida en lo referido a la plasmación de las taras mentales del personaje protagonista, al que encarna un Elijah Wood que, como en Sin City, hace todo lo posible (con éxito) por quitarse de encima su imagen de querubín. Una de las cintas sobre psycho-killers más revulsivas de los últimos tiempos.

Sitges



VIERNES, 5 DE OCTUBRE


Si ayer concluíamos nuestro repaso a lo que dio de sí la primera jornada del Festival Internacional de Cine Fantástico de Cataluña reseñando una película de episodios, Horror Stories, hoy toca abrir nuestra crónica de la segunda jornada con otro film de las mismas características: V/H/S, programada por los organizadores de Sitges en la Sección Oficial Fantástica a Competición.

Como indica su título y la participación en ella de Ti West (los otros directores congregados a la cita son el colectivo Radio Silence, Adam Wingard, Joe Swanberg, Glenn McQuaid y David Bruckner), V/H/S es un homenaje al formato de cintas magnéticas que constituyese en los ochenta formato casero para ver cine, antes de la llegada de los discos ópticos.

Por tanto, lo más relevante de la película no es si sus fragmentos funcionan independientemente o no como historias de terror (en líneas generales, así es), o si las estrategias fotográficas y de montaje remiten a lo que en la época suponía generar y consumir vídeo doméstico; sino si el conjunto logra emular lo que era el audiovisual para el espectador por entonces; cuál era nuestra relación en aquel momento con las imágenes. Y, en este aspecto fundamental, V/H/S se queda corta, no logra revolver al espectador.

Por el contrario, Branded, programada en la misma sección que V/H/S, adolece de grandes ambiciones concretadas en pantalla de manera regular. Escrita y dirigida a cuatro manos por Jamie Bradshaw y Aleksandr Dulerayn, gira en torno a un experto en marketing y publicidad que decide emprender una guerra visionaria contra su gremio tras ser víctima de una conspiración con la que se buscaba reanimar el mercado de la comida basura.

Branded ha sido mal recibida allá donde se ha exhibido, y en Sitges parece no haber gustado tampoco a casi nadie. Sin embargo, aceptando que se trata de una película naíf, de una fábula utópica que requiere complicidad del espectador, termina funcionando muy bien como ficción ensayística sobre los verdaderos demiurgos del siglo XX, los publicistas. Puede ser con el tiempo eso que suele llamarse “cinta de culto”.

Algo parecido podría decirse de The Day (Sección Oficial Fantástica a Competición). Aunque esta realización de un tal Douglas Aarniokoski, firmante significativo de subproductos como Los Inmortales IV: Juego Final (2000) y Animals (2008), no logra ocultar bajo sus hechuras indie y sucias (cámara temblona y muy cercana a la acción, mucho primer plano, montaje acelerado, fotografía manipulada digitalmente) lo convencional de lo narrado: a saber, la prototípica historia de supervivientes a un Apocalipsis indeterminado.

Quien haya visto la serie Los Muertos Vivientes o la reciente La Carretera (programada por cierto en Sitges 2009) ya ha visto The Day. Aunque, a favor de esta última, cabe apuntar que no es nada solemne y, que los muy fans del género “fin del mundo” (que recordemos es además el argumento de esta edición del festival), quedarán gratamente descolodados ante las sorpresas superficiales que van jalonando una historia archisabida.

Por la tarde, pudimos ver una película que, como Branded, indagaba en los verdaderos órdenes que rigen nuestro mundo, amén de tener sugestivos puntos en común narrativos e ideológicos con Kill List, de Ben Wheatley. Se trata de The Conspiracy, programada en la Sección Nuevas Visiones No Ficción aunque, como señalase el propio guionista y director del film, Christopher MacBride, presente en el pase, es una ficción en toda regla.

Más en concreto, un falso documental, rodado con estrategias de metraje encontrado (o cine en directo) que hacen de ella por añadidura una intriga lindante con el terror. Sus protagonistas son dos cineastas amateurs que empiezan a investigar a todos esos conspiranoicos que tanto abundan, recelosos de las lecturas oficiales de la historia y el presente, dispuestos a creer cualquier cosa antes que lo consensuado como real.

Las secuelas del 11-S y la administración de George W. Bush, la actual recesión socioeconómica y la libertad que procura Internet nos están descubriendo que, en efecto, todo ha sido y es mentira, por lo que Branded se revela como un documental en espíritu; ¿habrá sido lo de los programadores de Sitges un error, o un detalle de humor negro? Una película bastante recomendable.

También lo es hasta cierto punto, de hecho venía precedida por cierto runrún y se ha convertido en una de las “must see” de esta edición, Compliance (Sección Oficial Fantástica a Competición), última película de la que hablaremos hoy. Un docudrama basado en impactante hechos reales: una trabajadora en un local de comida rápida fue acusada telefónicamente (sic) por un supuesto policía de haber robado a una clienta, y en la investigación subsiguiente desarrollada en el mismo restaurante a lo largo de varias horas se llegó a extremos de abuso contra su persona delirantes.

O no tanto, como sepa quien haya leído algo de psicología social o, sencillamente, trabajado. Las abyecciones y la falta de dignidad son perceptibles a diario para cualquiera que transite la vida con los ojos abiertos, y en situaciones de crisis económica más. Es de lo que habla Compliance, y lo hace con pulcritud. ¿Es eso suficiente? A la ficción debería pedírsele algo más que el registro notarial de la realidad, y Compliance no pasa de ahí.

Sitges



JUEVES, 4 DE OCTUBRE


La primera película de la que vale la pena hablar en esta 45ª edición del Festival Internacional de Cine Fantástico de Cataluña, que se desarrolla por ahora en el marco de un clima soleado y la presencia de tantos o más colegas de la prensa y la crítica que en ediciones anteriores, es Doomsday Book (en la imagen; Sección Oficial Fantástica a Competición). Se trata de una producción de ciencia-ficción surcoreana dividida en tres historias independientes, pero que coinciden en perfilar un “informe sobre la destrucción de la humanidad” (traducción del título original de la película) de tintes tan crepusculares como tímidamente abiertos a la esperanza.

La primera (Un mundo feliz) y la tercera (Feliz cumpleaños) están dirigidas por el poco conocido Pil-Sung Yim, y de hecho son las más flojas del conjunto, lo que repercute en el agridulce resultado global de Doomsday Book. Un mundo feliz es una sátira superficial, aunque no exenta de agudezas puntuales, sobre una infección que convierte a los seres humanos en muertos vivientes a consecuencia de nuestros nefastos hábitos alimenticios, nuestra irresponsabilidad social y nuestro progresivo entontecimiento colectivo por las nuevas tecnologías y los medios.

Feliz cumpleaños hace hincapié en los mismos problemas a través de la historia de una niña que encarga por Internet un regalo para su padre, una bola de billar; el presente llega tiempo después en forma… de meteorito que amenaza con destruir nuestro planeta. Feliz cumpleaños no pasa de lo simpático, aunque la idea de una Internet extraterrestre a la que poder conectarse desde nuestros ordenadores (y a través de la cual la pequeña protagonista tramita su pedido) es muy sugerente.

En cualquier caso, el fragmento más conseguido, o al menos más ambicioso, es Criatura Celestial, obra de Jee-woon Kim, excelente firmante de Encontré al diablo o Dos hermanas. Nos hallamos ante un mediometraje que recuerda a la obra de Ray Bradbury y a la producción española Eva (encargada de abrir la pasada edición de Sitges), ya que se ambienta en un futuro cercano en el que los robots se han convertido en algo familiar y, por tanto, empiezan a propiciar preguntas existenciales sobre su naturaleza y aquello que los distingue de los humanos.

Tremendamente verosímil a nivel escenográfico y tan bien realizada como cabía esperar, Criatura Celestial se resiente de un tono algo discursivo a la hora de retratar los dilemas provocados por un robot que ha pasado de servir en un monasterio budista a convertirse en el líder espiritual del lugar. Pero al conjunto de la película le habría bastado y sobrado con ser Criatura Celestial para justificar su existencia.

Si Doomsday Book traza un panorama colectivo desazonador, cabría decir lo mismo de Crave (Sección Oficial Fantástica Panorama a Competición) a nivel individual. Esta ópera prima en la ficción del hasta ahora documentalista norteamericano Charles de Lauzirika aborda un registro muy familiar en Sitges aunque suela colarse de puntillas, no se acostumbre a reconocer su pertinencia y hasta necesidad en un festival como este: el cine de frikis para frikis, de frustrados para frustrados, de alienados de la realidad para alienados de la realidad (en pasadas ediciones, Brick o Bellflower ejemplificaron la tendencia).

Y es que el protagonista de Crave es Aiden (Josh Lawson), un treintañero inmaduro cuya existencia no va a ninguna parte ni laboral ni sentimentalmente, y que se gana precariamente la vida fotografiando escenas de crímenes. Un veterano policía (Ron Perlman) con el que ha entablado amistad debido a sus actividades, trata de dar a Aiden algunos consejos razonables que le permitan escapar a sus ensoñaciones e ideas enloquecidas, pero el (no tan) joven fotógrafo persistirá en ellas a lo largo de casi dos irritantes y desenfocadas horas, hasta llegarse al desenlace que cabía esperar.

Heredera de films como Billy, el embustero (1963), Taxi Driver (1976) y El ojo público (1992), Crave trata en sus primeros minutos de ir más allá del perfil de un tipo insoportable, reflejando un mundo contemporáneo que, más allá de neurosis particulares, es obvio se sustenta sobre la indiferencia, la insensibilidad, la estupidez, el afán colectivo por sobrevivir a base de sonrisas que son más bien muecas, cuando no ladridos (argumento también de otro título agrio de esta edición, God Bless America, presente en la Sección Nuevas Visiones). Sin embargo, como ya hemos dicho, la película acaba devorada por lo lastimero y autocomplaciente del carácter de Aiden y dura demasiado sin necesidad. A la postre, lo más atractivo es el uso del formato panorámico y la fotografía para plasmar el paisaje urbano de Detroit.

Mucho más afortunada, y tanto en lo que se refiere a la descripción del principal personaje como a la del mundo que la rodea, es American Mary, ubicada por los programadores en la Sección Oficial Fantástica Panorama a Competición. Escrita y dirigida por las canadienses Jen y Sylvia Soska (hermanas gemelas, ambas aparecen en el film), responsables hasta ahora de varios cortos y de un primer largo titulado como aviso a navegantes Puta muerta en un camión [Dead Hooker on a Truck, 2009], American Mary cuenta cómo una estudiante de medicina con problemas económicos deviene monstruosa practicante de cirugía extrema tras sufrir una agresión en su delicado entorno universitario, que se revelará mucho peor que el underground que a partir de entonces la acogerá.

American Mary no es solo un trémulo melodrama hipermoderno (en el sentido que dio al término Marc Augé), sino también una mirada sobre la cirugía estética de planteamiento radical, adscribible plenamente a esa historiografía postfeminista de la cultura contemporánea que, sin ir más lejos, está perfilando en nuestro país Beatriz Preciado, y a las rupturas con el concepto tradicional del cuerpo que ha practicado la artista Orlan. Y que no tema el lector ante toda esta palabrería toparse con una película árida, porque las sorpresas y los temblores están asegurados a lo largo de su metraje y la interpretación de su protagonista, Katharine Isabelle, es magnífica.

No tan magnífica es la presencia del casi siempre impecable Min-sik Choi (Encontré al diablo, Old Boy) al frente de Nameless Gangster: Rules of the Times, ambiciosa cinta de mafiosos ubicada en la Sección Oficial Fantástica a Competición; una crónica épica de las andanzas de un criminal a lo largo de una década, realizada por un Jong-bin Yun que tiene un ojo puesto en el pasado reciente de Corea del Sur y el otro en Uno de los nuestros (Martin Scorsese, 1990).

Como la interpretación de Min-sik Choi, Nameless Gangster confunde la intensidad narrativa, que por otra parte consigue el preciso montaje, con una histeria a la postre monótona que ilustran infinitos gritos, botellazos, bastonazos y puntapiés entre los mafiosos que pueblan la trama. Terminada la película, que, repetimos, apura sus dos horas y cuarto de metraje sin que el espectador se haya aburrido, el poso emocional es nulo.

Cerró esta primera jornada Horror Stories (Sección Casa Asia), que, como indica su nombre, está conformada por varias historias cortas de terror que cuenta a lo largo de varias noches una joven secuestrada para no sucumbir a su captor, un asesino en serie. La primera es una fábula de tintes sociales; la segunda narra el enfrentamiento en un avión entre una azafata y, vaya, otro asesino en serie; la siguiente es una variación del cuento de Barba Azul; la última, un apocalipsis zombie desarrollado casi por entero en una ambulancia (sic). Por encima de la mayor o menor efectividad de cada relato a la hora de asustar, ninguno de ellos propicia lecturas de mucho interés, ni escapa a las cantinelas del sueño que no es sueño y la escena que parece real pero no lo es, etc etc. Un producto tan agradable como fugaz en la memoria.

Sitges


PRÓLOGO


Aunque el argumento oficial de la pasada edición del Festival Internacional de Cine Fantástico de Cataluña (certamen que cubriremos en FanDigital, como en los últimos años, jornada a jornada), fue la inteligencia artificial, el responsable hoy por hoy máximo del certamen celebrado en Sitges, Ángel Sala, reconocía que existía otro eje “clarísimo: el fin del mundo”. O, al menos del mundo que conocíamos, como certificaron Melancolía, El caballo de Turín, Himizu, The Divide, 4:44 Last Day on Earth y otros títulos.

En esta edición 2012, la cuadragésimo quinta del festival, se hace oficial eso del fin del mundo, se insiste en la idea. Quién sabe si porque la catastrófica situación socioeconómica ha revertido nuevamente en la programación, o porque han faltado otras ideas y/o las películas que las desarrollen.

Porque cantidad de cine, en Sitges hay mucha. Calidad, esta edición está por ver. Oportunidad del mismo, relativa. El hecho de poder elegir entre la friolera de doscientas cincuenta películas entre el 4 y el 14 de octubre no quita para que muchas puedan verse por vías alternativas desde hace un tiempo; otras, en especial las orientales (una plaga este año), parezcan en muchos casos estar solo por hacer bulto; y otras obliguen al aficionado al fantástico a preguntarse si Sitges continúa siendo su certamen, ese que presume de ser el mejor del mundo en su género.

Y es que, sobre todo después del escándalo A Serbian Film, diríase que los organizadores han optado por una naturaleza bifronte: por un lado, casi siempre en pases diurnos, todo tipo de cine de autor, de relativa o nula ligazón con el fantástico por mucho que quiera estirarse la etiqueta; cine de prestigio, aunque casi siempre rebotado de otros certámenes; cine que, en puridad, compone muestras, no festivales. Y, por otro lado, en horarios incompatibles o imposibles, casi siempre arrojado a las maratones nocturnas, el fantástico más digno de tal nombre y, desde luego, el terror. El resultado suele ser, veremos qué pasa esta edición, la sensación de que se han visto estupendas películas, de que se han hecho los deberes cinéfilos, pero también de que para ello no era preciso llegarse hasta Sitges.

En cualquier caso los alicientes, siquiera por mera acumulación, son infinitos. Desde los premios honoríficos a Neil Jordan, Barbara Steele, Don Coscarelli, Enrique Cerezo o William Lustig (acompañados habitualmente por las películas más representativas o flamantes de los interfectos), a los numerosos encuentros y mesas redondas sobre todo tipo de temas. Pasando, claro está, por las películas, agrupadas en varias secciones cuyo mayor grado de inventiva y rigor reside en sus títulos. El atractivo y variedad de lo programado inclina a saltarse apartados o salas en concreto, en nombre de un frenético trasiego entre los cines Auditori, Retiro y Prado, única manera de garantizar que se ha aprehendido el espíritu de cada edición.

Tiene mucho interés la premeditada programación de lo último de un consagrado, David Cronenberg (Cosmópolis), y la ópera prima de su hijo Brandon (Antiviral). También otra ópera prima, Down Terrace, comparte edición con la nueva realización de su artífice, Ben Wheatley: Sightseers. Wheatley, que la pasada edición presentó con recepción encontrada Kill List, promete convertirse en un habitual en la programación del certamen; peligrosa figura esta del habitual que crea afición pero también parroquia acrítica. No faltará en la misma línea Takashi Miike (que sigue sin tener problemas en traer películas a pares; en esta ocasión, Ace Attorney y For Love’s Sake), Takeshi Kitano (con la secuela Outrage Beyond), Tsui Hark (Flying Swords of Dragon Gate), Eduardo Sánchez (Lovely Molly), Rob Zombie (The Lords of Salem), Pen-Ek Ratanaruang (Headshot), Jennifer Lynch (Chained), Pascal Laugier (El hombre de las sombras), Quentin Dupieux (Wrong), Rian Johnson (Looper), Guy Maddin (Keyhole), Óscar Aibar (El bosque)…

Pero hay más: películas de episodios (The ABCs of Death, Horror Stories, V/H/S, Doomsday Book o 10+10, que presentará la crítica Mónica Jordán); la flamante ganadora del León de Oro en Venecia (Pietá, de Kim Ki-duk); metraje encontrado, el registro de los últimos años (Area 407, The Last Dinosaur, de nuevo V/H/S); ficciones y documentales con el propio cine como asunto (Room 237, Side by Side, Despite the Gods, The Cabin in the Woods); frikismo puro y duro (Iron Sky, Aftershock, Trek Nation, toda la inquietante sección Brigadoon); animación de todos los tipos imaginables (de Alois Nebel a The Life of Budori Gusuko, pasando por Wolf Children y Night on the Galactic Road); cine en tres dimensiones (Sadako 3D, La tienda de los suicidas, Piraña 3DD); clásicos de los ochenta y los noventa (Razas de Noche, Phantasma y E.T., entre otras); adelantos de estrenos esperados (Lo imposible, Frankenweenie, ParaNorman, Sinister); cintas sobre viajes en el tiempo (Looper, Young Gun in the Time, Camille Redouble); retratos amargos y amargados de la sociedad norteamericana (Compliance, Crawl, God Bless America, The Pact, la citada Lovely Molly); y hasta butifarra subvencionada de tintes vanguardistas más o menos vergonzosos, que nadie quiere ver pero el nacionalismo aconseja programar.

Como puede apreciarse, un panorama inabarcable al que conviene abandonarse, y lo decimos por experiencia, sin un programa en exceso cerrado ni grandes expectativas. Personalmente, apostamos por Holy Motors (del mítico Léos Carax), Miss Lovely, The Conspiracy, Modus Anomali, Citadel, The Wall, Sound Of My Voice, The Weight, Juego de Niños (remake de un clásico del terror español, ¿Quién puede matar a un niño? ) y Beasts of the Southern Wild, sensación indie de la temporada. Más que nada porque, salvando las distancias entre unas y otras, no traen consigo discursos consabidos, reiterados, castrantes, sino que exigirán lecturas sin directrices.

Pero lo mejor es dejarse llevar, dadas además las sorpresas buenas y malas que siempre surgen a lo largo de cada edición. En esta, para empezar, los acreditados nos hemos topado con un nuevo sistema para acceder a ciertos pases muy eficaz, y con un responsable de prensa (Claudio) no solo diligente sino amable, cosa rara hoy en día.

Mañana, en esta misma página, crónica de la primera jornada de Sitges 2012. ¡No dejéis de leernos, aunque sea para luego despotricar!



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