Desgrana pocas películas el cine italiano en las pantallas nuestras de cada día pero… ¡qué buen nivel! Si evitamos esa secuela llamada Manuale d´amore 2 (2007), realmente floja, el resto de producciones que hemos visto tienen una intención notable, incluso aquellas que llegaron por incluir en su reparto a una estrella española: No tengo miedo (Gabrielle Salvatores, 2003) con Aitana Sánchez-Gijón o No te muevas (Sergio Castellito, 2004) con Penélope Cruz.
Mi hermano es hijo único narra la adolescencia de Accio (Elio Germano), hijo menor de una familia desfavorecida en el pueblo costero de Latina, cerca de Turín, de los creados artificialmente por el fascismo de Mussolini alrededor de una fábrica. La intencionalidad de su nombre no es casual pues pronto conocemos la vitalidad del carácter de Accio, cuya fuerza moral e ingenuidad le hacen ser primero seminarista, luego fascista e incluso terminar cerca del socialismo en unos pocos años. Rápidamente nos sentimos identificados con él, con su vivacidad y su incapacidad para reconocer cómo funciona el mundo y su voluntad férrea de cambiarlo a través de la fe, de las ideas políticas o de las acciones revolucionarias. Su antagonista y hermano, Manrico (Riccardo Scarmaccio), es un seductor irrefrenable, de enorme carisma e ideas izquierdistas que le llevan a convertirse en líder local del movimiento obrero. La peripecia vital de ambos hermanos en los años finales de los 60, no solo política sino también amorosa y familiar, describe un retrato de juventud en el que no es difícil encontrarse, gracias al magnífico acierto en la realización de Daniele Luchetti, cuya cámara en mano agarra de las solapas al protagonista en el primer minuto de la cinta y no lo suelta hasta completar su periplo frente al mar, en una suerte de revisión esperanzada del final de Los 400 golpes.
Entronca esta película con otras dos producciones recientes que parecen haber explotado una veta en el cine italiano nacida del neorrealismo que le dio fama. Hablamos de la excelente y emotiva La mejor juventud (Marco Tullio Giordana, 2003) y la también emocionante La fiebre (Alessandro D´Alatri, 2005). Esta trilogía fortuita repasa la tesitura de la juventud italiana en un país donde la peculiar manera de entender la política y su historia reciente parecen taponar a los jóvenes en cualquier intento de renovación o cambio social, perfectamente representados en este filme por Accio y Manrico.
El también italiano y turinés Norberto Bobbio (1909-2004) fue un filósofo y ensayista político que dedicó gran parte de su obra a definir izquierda y derecha. Según sus ensayos, la izquierda orienta su modelo político bajo la referencia de la igualdad entre las personas, mientras que la derecha lo hace bajo un modelo regido por lo que nos diferencia, lo que nos distingue de los demás. La puesta en práctica de cualquiera de ellos siempre queda muy lejana de su virtud original, como muestra esta excelente película de Luchetti. Y consume las vidas de quienes como Accio y Manrico pretenden ayudar a los desfavorecidos, esos “ultimi” que siempre son las víctimas de cualquier gobierno, cuya única esperanza es ganar pequeñas batallas como la que lidera Accio en la conmovedora secuencia final.