La soltura de sus intérpretes supera con creces una peripecia con momentos patéticamente divertidos.
Tres pesos pesados del cine mejicano (González Iñárritu, Guillermo del Toro, y Alfonso Cuarón) han unido sus fuerzas para crear la productora Cha Cha Cha y así poder ver convertidos sus sueños cinematográficos en fotogramas. Es fácil augurar que tanto talento participando del mismo fin debe dar los mejores frutos, pero hasta el momento deberemos conformarnos con la ligereza del filme que nos ocupa, escrito y dirigido por Carlos Cuarón, encargado de desmitificar las bondades de la fama a golpe de balón.
Para ello, su director ha contado con la pareja por excelencia del cine mejicano, Gael García Bernal y Diego Luna, aclamados tanto dentro como fuera de su país. En Rudo y cursi, apodos futbolísticos, mostrarán su incapacidad para controlar su repentino éxito profesional.
Concebida como mero producto de entretenimiento al más puro estilo tex-mex, la cinta se compromete a hacernos pasar un rato divertido con su simpático dúo de protagonistas cuya química va más allá de un guión irregular y una realización impersonal. A pesar de todo, ha conseguido alzarse con la tercera posición en películas taquilleras de la historia de Méjico a través de una historia que explora en tono irónico las miserias que rodean la fugacidad de la fama. En ella, Beto (Luna) y Tatto (Gael) tendrán una oportunidad de oro al ser descubiertos por un representante argentino (Guille Francella, el contrapunto perfecto), si bien las rivalidades entre ambos no tardarán en llegar. Esta y otras circunstancias -Tatto solo piensa en convertirse en un cantante famoso, mientras que a su hermano le pierden las apuestas- precipitarán un resultado un tanto predecible.
A medio camino entre la comedia más tontorrona y el drama más humano, pronto abandona todo el peso de la función a sus protagonistas, aportando con ello un buen sentido del ritmo que en ciertas ocasiones queda impedido por una realización escasa en recursos narrativos. No obstante la soltura de sus intérpretes supera con creces una peripecia con momentos patéticamente divertidos (ojo al videoclip que se marca Gael, sin desperdicio) y otros trágicamente significantes. Vamos, como la vida misma.
Ambientada en un terreno poco frecuentado por el séptimo arte, obtiene un resultado favorable en cuanto que cumple con las expectativas de entretener al espectador sin excesivas intenciones de convertirse en una obra redonda. Ahora solo falta saber si repetirán goleada en la taquilla española.