Un thriller con elementos de terror que, pese a sus aciertos a nivel formal, se nos antoja falto de tensión.
Los hermanos catalanes Àlex y David Pastor, tras foguearse en el terreno del cortometraje, debutan en largo con una historia de genuino sabor americano. Infectados ha visto el camino más allanado para su realización al otro lado del charco que en la propias tierras de origen de los realizadores, de ahí que este proyecto pueda pasar antes como cinta creada en Estados Unidos que por un título de coproducción entre varios países, al estilo de las que se estrenan de la mano de la factoría Filmax.
Infectados se inicia in media res, y nos sitúa en un futuro cercano donde un temible virus, altamente contagioso, ha causado estragos entre la población. Cuatro jóvenes se dirigen en un coche robado hacia lo que suponen que será su salvación –temporal al menos–: la casa junto a la playa donde veraneaban dos de ellos durante su infancia. Para ello el grupo deberá recorrer muchos kilómetros por carreteras secundarias del sudeste norteamericano, así como sobrevivir a los diversos encuentros que el destino les depara.
Como viene sucediendo dentro del subgénero de zombies (o meros infectados en este caso), el filme se aprovecha de su modesto presupuesto para centrarse, en vez de en la parte más espectacular y global de la tragedia, en el modo en que el grupo de supervivientes se relaciona entre ellos y con quienes se topan en su ruta. Así pues, asistimos a acciones y reflexiones sobre cómo la humanidad saca fuerzas de flaqueza en sus horas más delicadas, pero también se entrega a la barbarie con pasmosa facilidad una vez que la fina capa de civilización se desmorona.
Los puntos más certeros de Infectados son su realización y su fotografía, que le dan un acabado digno de los mejores productos similares que provienen de Estados Unidos. También deja el pabellón alto un guión bastante trabajado, que navega dentro de la sencillez de sucesos y diálogos, y que ofrece apenas cinco o seis actos en torno a los cuales se estructura todo el metraje.
Los actores también mantienen la corrección, destacando de cara al gran público Chris Pine (visto hace unos meses en Star Trek, rodada con posterioridad) y una Piper Perabo que tan pronto se entrega a la comercialidad pura y dura –El bar Coyote, Un chihuahua en Beverly Hills– como la vemos en títulos para paladares más exquisitos como First snow o El truco final.
El gran problema de la película es la falta de empatía con los personajes, que poco a poco provoca el desapego respecto a su destino final. Vemos a los protagonistas en situaciones donde se ponen en peligro innecesariamente, saltándose a la torera los protocolos mínimos de seguridad que ellos mismos han establecido para sobrevivir. De ahí que el espectador no entienda cómo es posible que debido a sus torpezas aún no se hayan contagiado, y que tampoco le importe demasiado si finalmente lo hacen.
Al final asistimos a una resolución que deja bastantes cosas en el aire, y que no acaba de rematar satisfactoriamente un thriller con elementos de terror que, pese a sus aciertos a nivel formal, se nos antoja falto de tensión –el mundo se ha ido a pique, pero los protagonistas parece que van de paseo dominguero–, así como dominado por el desinterés y el tedio a partir de su ecuador.