Timoteo (Sergio Castellitto), médico joven y prometedor, está aburrido de su matrimonio y su circulo social. Un día, perdido por accidente en una ciudad dormitorio, viola a una desconocida (Penelope Cruz). Ya no sabrá cómo regresar a su vida. El dilema al que se va a enfrentar, decantarse por su amante o por su mujer, es tan vulgar como la vida misma. Lo resolverá de la manera más ordinaria posible. Lo excepcional de la historia es la manera como se desgarra la existencia de la pequeña Italia, una criatura sensual y miserable que no tiene donde caerse muerta antes de conocer a Timoteo y que sólo desea morirse después de haberlo conocido.
Esta trama tan sencilla llena más espacio gracias a un inteligente montaje y al recorrido interpretativo de sus dos actores protagonistas. La sensiblidad de ambos, y una dirección limpia y ordenada confieren altura a un texto que acusa varios vacios. Italia no viene de ninguna parte y nadie se ha fijado jamás en ella. Tan mala suerte y marginilidad cuesta un poco de creer encarnada en Penelope Cruz. Timoteo sólo regresa a la vida cuando está con ella y parece un muerto con su aburguesada mujer. Es extraño la forma tan poco hollywoodiense en que se resuelve su duda, vulgar y conmovedor a la vez, un retrato de la cobardia y del corazón.
No te muevas, adaptación de la novela del mismo título de Margaret Mazzantini, esposa de Sergio Castellitto, es la segunda película que dirige y escribe el veterano actor italiano. A pesar de ser la historia de dos relaciones, Castellitto no recurre a grandes conversaciones, prefiere contar su intimidad con un puñado de imágines y el rostro de los actores. Que nadie espere sacarse de aquí una frase para decirsela a una novia. Los lugares comunes son a la vez un recurso y un defecto de los diálogos. De su mano no llega ninguna de los pequeños y demoledores giros de la trama. Timoteo decide sobre su vida y la de otros entre polvo a la parienta y polvo a la amante. No es capaz de expresar nada de lo que le sucede, no es capaz de actuar, es muy posible que no entienda nada de todo lo que le ha pasado hasta muchos años después, en la sala de espera de un hospital, punto en el que comienza la película. En ese recorrido lúcido de su existencia se verá la cara por fin a si mismo.