Mambo: como baile es una invención, se creó de una moda en los años cincuenta. Como ritmo musical se desarrolló en Cuba a partir del fragmento instrumental, llamado mambo, que solía haber dentro del cha-cha-chá y el danzón. Su viveza, energía y “sabrosura” hacen de él uno de los ritmos que más fascina y gusta a los bailarines...
Angelo (Luke Kirby) vive con sus padres, María (Ginette Reno) y Gino (Paul Sorvino), y su hermana Anna (Claudia Ferri) en la colorista colonia italiana de Montreal. Es un barrio nacido a partir de la inmigración donde las tradiciones y valores del país de origen se mantienen e idolatran en exceso. La cultura italiana no está nada lejos de la española: trabajo fijo, boda fija, heterosexualidad presupuesta, casa, coche y puro. En este ritmo, Angelo descubre que está enamorado de su mejor amigo de la infancia, Nino (Peter Miller), un policía alto, moreno, guaperas e italiano. Angelo y Nino se inventan un nuevo ritmo de vida, se van a vivir juntos y a dormir juntos, pero, para el mundo, son amigos. Como el mambo, su vida es un baile fuerte que requiere velocidad de pies y mucha energía. Angelo es más feliz cada día que pasa y decide popularizar su amor, dentro de cuatro paredes le está ahogando. La comunidad italiana está lejos de comprender la novedosa situación, y su novio, Nino, también lo está. El mambo se baila en cuatro tiempos (tres movimientos y una pausa), marcando un paso hacia delante con el pie izquierdo y otro hacia atrás con el derecho. Aquí llega el paso atrás. Nino no es sólo víctima de la homofobia de su entorno, lo peor es que lo es de la suya propia. Pausa. Todos están rígidos y sin ganas de bailar. La madre de Nino, Lina (Mary Walsh), aparentemente moderna, no quiere innovaciones en el baile ni en la vida de su hijo, pero María y Gino, un muy clásico matrimonio venido de Sicilia, quizá aprendan los cuatro tiempos.
Basada en la obra teatral Mambo italiano de Steve Galluccio, es una comedia romántica de escollos familiares y laborales. En su aparente trivialidad profundiza impecablemente en el miedo a la homosexualidad, no pretende lanzar dogmas ni recetas y se lanza a la acción. La dirección, a cargo de Émile Gaudreault, está a disposición de la historia, no hay malabarismos ni una planificación fuera de la intención de dejar respirar a los personajes y a sus actos. Colorista, ágil y divertida. Un, dos, tres, pausa, un, dos tres, pausa...