Agnès Jaoui y Jean-Pierre Bacri gozan de gran popularidad en el país vecino. Francia ha encontrado con su cine un género que se acopla a su gusto, y su público se siente cómodo con sus historias cotidianas de gente de clase media, pero que de alguna forma se salen de lo corriente.
Como una imagen es su sexta película en colaboración, y la segunda en la que Agnès ejerce de directora tras Para todos los gustos. Como en aquella, ambos se reservan un papel en la cinta.
Además de su parte de guión, en manos de Jean-Pierre queda el puesto que funciona como eje de la historia, un papel que necesariamente ha de calzar a la perfección con él al interpretar a un escritor de éxito.
Su despotismo inconsciente, la sutil tiranía que ejerce sobre los que se encuentran a su alrededor enfocada desde el lado de los que dejan tiranizarse (en sus propias palabras) se sirve como una de las dos bases fundamentales de la historia. La otra es la de su hija mayor, concebida en su primer y breve matrimonio, cuya obesidad y falta de atractivo la marginan. No obstante, la condición de hija de un escritor famoso la rodea de parásitos que le dan la atención que necesita buscando sacar provecho de su parentesco.
Junto a un matrimonio formado por la profesora de canto de ésta última y otro escritor que comienza a ver la luz, las relaciones personales se van tejiendo en un clima de egoísmos y tensiones gracias a un guión vivo cuya mejor aportación es el sarcasmo de Jean-Pierre canalizado por su personaje. Como en otras películas de cine francés, se hace un relato que en su naturalidad podría acabar en cualquier punto, tomar cualquier dirección dentro de su argumento siendo el cierre sólo una decisión cuando puede haberse mostrado lo necesario. Con varias situaciones dejando entrever la proximidad al adulterio, en esta ocasión no profundiza en esa vertiente ya algo manida, y lo deja todo en las particulares dependencias serviles y la importancia de la imagen más allá de los discursos biensonantes.
Como reflexión y semi-digresión, probablemente si a este mismo guión, que cierto es que en ningún momento languidece y desprende inteligencia y conocimiento de la naturaleza humana en cada frase, se le pusieran interpretes de primera línea del cine americano y realización en territorio yanqui, sería por ese sólo hecho una muestra más de su colonialismo y del avasallamiento de sus producciones al cine foráneo. Sin esos actores de primera línea, sería cine independiente estadounidense al margen de su dependencia o no de grandes productoras. Pero si en vez de eso está hecha en Francia, es inevitablemente premio al mejor guión de Cannes.
Cada cosa tiene su público, y tanto unas como otras productoras lo saben. Da igual quien ponga las etiquetas.