Al realizador y guionista aún le falta madurez para expresar de un modo sólido la complejidad y las emociones que pretende.
Jonás Trueba es el nuevo miembro del clan Trueba que se incorpora al oficio del cine. Antes de rodar este su primer largometraje, Jonás ya tenía cierta experiencia cinematográfica, como no podía ser de otro modo tratándose del hijo de Fernando Trueba y la productora Cristina Huete y sobrino del escritor, guionista y realizador David Trueba.
Tras haber rodado un corto y ser coguionista en tres películas entre las que cabe destacar su colaboración con Víctor García León, otro cineasta descendiente de cineastas, en cintas como Más pena que Gloria (2001) y Vete de Mí (2006), Jonás estrena su primera película como realizador de la mano del productor Gerardo Herrero, uno de los más prolíficos del cine español.
El tono y temas elegidos por Jonás en su puesta de largo son perfectamente coherentes con su trayectoria como guionista, con sus gustos como espectador y lector, volcados periódicamente en un blog sobre cine del periódico El Mundo, y la obra de sus mayores, especialmente a la ópera prima de su tío, La Buena Vida (1996).
Todas las Canciones Hablan de Mí es un relato de marcado caracter autobiográfico, casi un monólogo, como así lo indican las abundantes escenas donde la reflexión en voz en off se convierte en la explicación al espectador de lo que está sucediendo, el viaje sentimental de un joven desorientado emocionalmente tras la ruptura con su pareja durante seis años.
Ramiro (Oriol Vila), recién graduado en Filología, descubre los múltiples recodos de la melancolía y la decepción al haberse equivocado al romper con Andrea (Bárbara Lennie). A pesar de contar con un entorno estimulante en el que no faltan otras chicas, Ramiro termina entendiendo su complementariedad con Andrea, por cuyo nuevo entendimiento tendrá que luchar superando antiguas diferencias.
De este modo, la cinta se convierte en la recreación de una herida sentimental, de la apertura de los sentidos que provoca un desencuentro amoroso y de la lección vital que supone la pérdida de la primera pareja, cuando se aprende que surfear sobre los problemas en muchas ocasiones es mejor que enfrentarse a ellos empecinadamente.
Sin embargo, al realizador y guionista aún le falta madurez para expresar de un modo sólido la complejidad y las de emociones que pretende. La cinta, dividida en capítulos algo arbitrarios con títulos de marcada inspiración literaria, deambula sin mucho sentido y con muchos tiempos muertos alrededor de su protagonista. Los escasos recursos narrativos utilizados (planos subjetivos, voces en off, encuentros imaginarios) no consiguen elaborar el prisma de sentimientos que la temática y título del film sugieren.
Habrá que esperar otra oportunidad, que seguro que las habrá, para que Jonás Trueba supere su bisoñez narrativa y vital mostrando más técnica y menos pedantería adolescente en la elaboración de sus argumentos.