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El árbol de la vida

Una historia previa a nuestra capacidad de recordar

Un artículo de Diego Salgado || 12 / 9 / 2011
El árbol de la vida
Etiquetas: El árbol de la vida / Drama /

"El árbol de la vida" lleva al extremo las inquietudes de su director, Terrence Malick, hasta devenir menos una película que una experiencia epifánica vivida a través del cine.

Solo hay una diferencia, aunque fundamental, entre este último y magnífico largometraje de Terrence Malick y los cuatro previos, no menos brillantes, que ha desgranado a lo largo de otras tantas décadas de autoexigencia artística e invisibilidad mediática. Reside en que El árbol de la vida subraya por la vía del contraste explícito las inquietudes filosóficas que Malick ya había planteado y depurado formalmente desde su ópera prima, Malas tierras (1973), a El nuevo mundo (2005).

En pocas ocasiones cede espacio El árbol de la vida a las palabras, pues constituye un ejemplo pluscuamperfecto del poder de las imágenes. Pero cuando, de manera más abstraída que nunca, lo hace es para confrontar con tanta sencillez como claridad "dos modos de atravesar la vida: abrazando la naturaleza, que solo desea satisfacerse a sí misma, que explota y domina su entorno para conseguirlo, que encuentra razones para la infelicidad [...] o abrazando la gracia, que no trata de agradarse a sí misma, que acepta no agradar, que solo garantiza no malbaratar el tiempo que nos ha sido concedido".

Malick ha plasmado obsesivamente tal dicotomía metafísica, en la estela de una tradición intelectual estadounidense que ha tratado de congraciar el positivismo pragmático con un esencialismo panteísta. Pero, en los dos títulos citados y los restantes —Días del cielo (1978) y La delgada línea roja (1998)—, le bastó con situar en escenarios varios de la historia de su país a personajes que se rebelaban contra las imposiciones de su naturaleza humana y la del contexto social que les había tocado en suerte; personajes que, con lucidez y suerte dispares, buscaban retornar espiritualmente al paraíso perdido, a ese momento arcádico previo a que adquiriésemos la conciencia dolorosa y a la vez ambiciosa que caracteriza a nuestra especie.

En cambio, en su última película, Malick hace algo más que recrear —con talante vagamente autobiográfico— las peripecias de una familia en la América del presidente Dwight Eisenhower; una América representada como Jardín del Edén suburbial en el que madurar como seres humanos supone la conversión una vez más en ángeles caídos, que reniegan de un sentido universal de su paso por el mundo para centrarse en su ciega e insatisfactoria individualidad.

De modo tan discutible como atrevido, el realizador introduce en esta ocasión digresiones de carácter fenoménico y trascendental que hasta la fecha solo se habían permitido hitos como 2001: Una odisea del espacio (o, paródicamente, El ladrón de orquídeas), y que han hecho que no pocas críticas discutan la oportunidad de la Palma de Oro concedida en Cannes a El árbol de la vida, echándole en cara a Malick el haber caído en cierto misticismo cristiano.

Sin embargo, esto supone no haber percibido que los atormentados personajes de Malick solo pueden aspirar a la gracia por la vía/impedimento de sus creencias, sus limitaciones. Como Malick a través de (o pese a) la cámara. Por tanto, los padres y los hijos de El árbol de la vida —o al menos, el hijo que encarna de adulto Sean Penn— no tienen más remedio que concretar su ansiada visión de una Naturaleza primigenia, libre de sus faltas y debilidades, de acuerdo con la imaginería ideológica de su época, como la indígena Pocahontas de El nuevo mundo lo hacía apelando a los espíritu de comunión con la Naturaleza. De hecho, comprendiendo que nos hallamos en el ámbito de determinada tradición cultural, sorprenden menos los ecos de la alegoría bíblica Al este del Edén (novela de John Steinbeck/película de Elia Kazan) en El árbol de la vida.

Que las pretensiones de Malick van en cualquier caso más allá de los credos, que su anhelo pasa por usar el cine para llevar a cabo la misión inaudita, paradójica, quizás imposible, de redimirse y redimirnos contando una historia del universo ajena a la percepción estrictamente humana del mismo, es evidente contemplando las hipnóticas imágenes de El árbol de la vida: los seres vivos comparten sentimientos de piedad con eones de distancia; una infancia es resumida en términos de abrazos, miradas y caricias; la belleza es un día de juegos sobre la hierba... Simplezas, sin duda, dignas de los best-sellers de autoayuda, pero que olvidamos una y otra y otra vez en nombre de codiciosas carreras hacia la nada, y que recordamos con emoción avergonzada gracias a experiencias epifánicas como El árbol de la vida.

FICHA TÉCNICA DE EL ÁRBOL DE LA VIDA

Título original: The tree of life.

Fecha de estreno: 16-09-2011

Web oficial: www.foxsearchlight.com/thetreeoflife/ |

Año: 2011 Duración: 135 min

Director: Terrence Malick.

Guión: Terrence Malick.
Intérpretes: Brad Pitt, Jessica Chastain, Sean Penn, Fiona Shaw, Hunter McCracken.

Lo mejor:  

-Las imponentes presencias de Brad Pitt y Jessica Chastain.

-La cámara flotante y la fotografía de Emmanuel Lubezki.

-Los sutiles modos narrativos de Terrence Malick, basados en los sentidos y las emociones primigenias.

Lo peor:

-Es muy difícil apreciar con la inocencia requerida algunos momentos y soluciones visuales, por mucho que sean tan honestos y coherentes como el nulo perfil público que mantiene Malick.

Puntuación:

8,5

Otra propuesta trascendente en la línea de las recientes "Señales del futuro", "Anticristo" y "Más allá de la vida".



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