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No habrá paz para los malvados

Cómo hacer cine de género y no disfrutarlo

Un artículo de Diego Salgado || 19 / 9 / 2011
No habrá paz para los malvados

"No habrá paz para los malvados" está siendo acogida como si fuese una obra maestra cuando, por desgracia, malogra por exceso de ínfulas y cálculo parte de su potencial como cine de género.

El cine de Enrique Urbizu no tiene más remedio que caer simpático. Habitamos un país tan putrefacto culturalmente como para que salga más a cuenta ser un explorador del audiovisual subvencionado, apadrinado y alienado que dedicarse al cine de género y tener una relación saludable con el público. No hay más que ver el exilio de los hermanos Pastor, Juan Carlos Fresnadillo, Luiso Berdejo, Jaume Collet-Serra, Gonzalo López Gallego…

En un contexto tan aberrante para el desarrollo de una industria cinematográfica sin adulterar, las mejores películas de Urbizu —Todo por la pasta (1991) y La caja 507 (2002), adscritas al cine negro, y el drama La vida mancha (2003)— han pasado a ostentar un carácter singular que ha inducido el entusiasmo algo inflado hacia ellas por parte de la crítica.

Lo mismo está sucediendo con No habrá paz para los malvados, recibida como si fuese una obra maestra del cine negro. Hay, desde luego, un potencial enorme en las peripecias de Santos Trinidad (José Coronado en su tercera colaboración con Urbizu), un policía más allá del bien y del mal que, tratando de cubrir las huellas de un triple asesinato que ha cometido, descubre un complot criminal que amenaza Madrid.

Pero la película es presa del esfuerzo bien tangible de Urbizu por salvar los cinco años que ha pasado sin poder rodar —su última realización, y para la televisión, es Películas para no dormir: Adivina quién soy (2006)— con una propuesta ambiciosa, que toca demasiados palos: el retrato de un Trinidad que cree hallarse en un western o un film noir, y resulta no ser más que un desecho atrapado entre burócratas del bien y del mal; la puntillosa descripción del trabajo policial y de las relaciones entre delincuentes y terroristas; el cuadro de una ciudad que poco tiene que ver con fastos olímpicos y rascacielos de segunda; y las referencias éticas y estéticas a modelos confesos como Fritz Lang y Jean-Pierre Melville.

El conjunto transmite una sensación de cálculo, rigidez, indeterminación, que le impide alzar el vuelo. Por mucho que ciertas secuencias, la mesurada interpretación de Coronado o la aplicada puesta en escena permitan confiar, una vez más, en que Urbizu concrete algún día la obra maestra que varias de sus realizaciones ya han apuntado. Si es que se le da la oportunidad de dirigir con mayor frecuencia y disfrutar de la tarea.

Nos hallamos ante un cineasta que cree, sobre todo, en los conceptos del oficio y la artesanía. Y eso es precisamente lo que le falta a No habrá paz para los malvados, presa de esa excepcionalidad sobre la que hablábamos al comienzo. Una excepcionalidad que, en el caso de Urbizu, no puede llevarle al terreno de lo autoral, sino al de la simple corrección.

Cuando empezamos a ver No habrá paz para los malvados, venían a nuestra memoria thrillers tan turbios y enérgicos como Vivir y morir en Los Ángeles y Manhattan Sur. Cuando acabó, no podíamos remitirnos más que a tantas otras películas policiacas producidas en nuestro país, incapaces por lo general de soslayar los condicionantes de una cinematografía anémica; condicionantes no ya económicos, sino artísticos y hasta mentales.

FICHA TÉCNICA DE NO HABRÁ PAZ PARA LOS MALVADOS

Título original: No habrá paz para los malvados.

Fecha de estreno: 23-09-2011

Web oficial: www.nohabrapaz.com/ |

Año: 2011 Duración: 110 min

Director: Enrique Urbizu.

Guión: Enrique Urbizu, Michel Gaztambide.
Intérpretes: José Coronado, Rodolfo Sancho, Juanjo Artero, Helena Miquel.

Lo mejor:  

-La puesta en escena, José Coronado, el retrato de Madrid.

Lo peor:

-Se haya pretendido o no, el personaje que encarna Helena Miquel y su hierática interpretación ejemplifican los males de la película.

Puntuación:

5,5

Un ejemplo de película policiaca que podría haber sido mucho más y se queda en digna.



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