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SITGES: 44ª EDICIÓN - especial de cine
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SITGES: 44ª EDICIÓN

SITGES: 44ª EDICIÓN

Del 6 al 16 de octubre, Festival Internacional de Cine Fantástico de Cataluña

Un artículo de Diego Salgado || 06 / 10 / 2011
Etiquetas: Sitges / Festivales /

VIERNES, 7 DE OCTUBRE


Sitges


La programación del festival ha explotado apenas iniciada en todas direcciones. O, mejor dicho, nacionalidades. Las películas que pudimos ver el viernes han sido producidas en lugares bien diferentes y atendiendo a idiosincrasias asimismo variadas, lo que es sin duda sugestivo.

La que más ha dado que hablar es Attack the Block (en la imagen), que cuenta cómo un grupo de jóvenes semidelincuentes de una gran ciudad británica repelen una invasión alienígena que tiene como objetivo… el horrible complejo suburbial en el que viven los susodichos adolescentes.

Aunque Attack the Block (Sección Oficial a Competición) fue producida antes de los recientes altercados en las calles británicas, respira todo el malestar que sacó de sus cubiles a la chusma de las islas. Otras películas inglesas como Harry Brown y Blitz han testimoniado hace bien poco la degradación social que sufre aquel país, pero la cinta que nos ocupa, debut del director Joe Cornish, es la más explícita políticamente, hasta el punto de incluir un momento cumbre con la Union Jack que tiene mucho de alegato patriótico desesperado.

Por lo demás, es una película fresca y divertida, con unos efectos y una ambientación tan modestos como efectivos, y una narración que hace muy llevaderos sus escasos noventa minutos. Nos recordó también a La Horda, producción francesa de zombies invadiendo banlieus que vimos hace un par de Sitges.

También crítica con su país es Tannöd – The Murder Farm (Sección Oficial a Competición), producción alemana realizada por la suiza Bettina Oberli y lejanamente basada en hechos reales. Años después de la Segunda Guerra Mundial, Kathrin (Julia Jentsch) vuelve a su localidad natal germana con motivo de la muerte de su madre. Allí se topa con un misterio, los asesinatos tiempo atrás de seis personas en una granja. Aunque Kathrin no tiene un interés especial en desvelar qué pasó, los vecinos la usan como paño de lágrimas, convertido el pueblo entero por los crímenes en una olla a presión.

Tannöd da una visión de la Alemania profunda tan cruda en su mezcla de religiosidad supersticiosa y embrutecimiento animal como la que ofrecía hace unos años la excelente Réquiem, o como la que ha dado de los países bajos en esta misma edición de Sitges Rundskop. Sin embargo, la película de Oberli, que para colmo tiene pretensiones ocasionales de dramaturgia brechtiana, es un despropósito contado de la peor manera posible, incluyendo los recuerdos de un mendigo pirómano que no tienen justificación narrativa ninguna. Interesante sobre el papel, en la práctica Tannöd es la peor película vista hasta la fecha en este Sitges.

Mucho más recomendable es Sint – Saint (Sección Oficial a Competición), gamberrada del holandés Dick Maas, conocido en los ochenta por títulos como El ascensor (1983), Una familia tronada (1986) y Amsterdamned: misterio en los canales (1988). Desaparecido en combate hace años, Maas regresa con fuerza en Sint, que, como otras muchas películas de este Sitges, rescata una tradición folklórica y/o popular y la reinterpreta al gusto de nuestros descreídos tiempos, moda que inició la precursora Rare Exports, premio gordo del festival el año pasado.

En Saint, la tradición recuperada es la de San Nicolás, que a principios de diciembre trae regalos a los niños holandeses. Pero Maas prefiere hacer del religioso un monstruo secundado por una horda de feroces guerreros, que castiga con la muerte a los niños y adolescentes “malos” cada día de su festividad que coincide con la luna llena.

La película funciona durante gran parte de su metraje como un puro slasher, sin que falten los asesinatos salvajes (niños incluidos, sí, que tomen nota censores varios), las tías buenas, los estudiantes salidorros y descerebrados… con ecos obvios de clásicos como La Niebla o la saga Viernes 13. Pura diversión, si se entra en el juego que plantea Sint, y puro cine ochentero, sin las ñoñerías ni los artificios de la célebre Super 8.

También requiere complicidad la surcoreana Haunters (Sección Casa Asia), una de las muchas películas asiáticas que pueden verse habitualmente en Sitges, en parte gracias a la extraordinaria pujanza del cine de aquellas latitudes y en parte porque los responsables del certamen han hecho y hacen una labor emérita dándonoslo a conocer.

Dicho mal y pronto (como todo en estas crónicas, pensará alguno), Haunters es una versión con ojos rasgados de El Protegido, a estas alturas puede que la mejor película de M. Night Shyamalan. Lo que se nos cuenta el también director debutante Kim Min-suk (guionista de The Good, The Bad, The Weird, vista en Sitges 08) es el enfrentamiento sin cuartel entre un chaval tullido que ha decidido hacer el mal haciendo uso de cierto superpoder, y otro que podría unírsele pero prefiere llevar una vida común.

Hablábamos de complicidad, y es que Haunters es un cómic de superhéroes muy adolescente y de empaque formal discutible (por mucho que los responsables del festival lo tachen de “virtuosismo visual que deja sin aliento”). El debate moral entre el villano y su único interlocutor es elemental y se reitera hasta la náusea, y lo mismo vale para la peripecia que se nos cuenta, desarrollada literalmente entre cuatro gatos.

Dediquemos unas líneas postreras a Intruders (Sección Oficial – Panorama), una de las películas más esperadas del otoño, sobre la que se escribirá por tanto a diestro y siniestro.

Como le sucedía a Eva, que protagonizó nuestra primera entrega de este especial, Intruders es un título lleno de ambiciones, y absolutamente irreprochable desde el punto de vista formal. Lo que termina dañando gravemente cualquier sugerencia realmente subversiva que pudiese albergar.

Ya es evidente que España puede forjar realizadores tan competentes como cualquier país de nuestro entorno. Ahora solo falta un auténtico talento, alguien que no lo deba todo a la escuela de cine de turno sino a unos rasgos autorales únicos e intransferibles.

Dirigida por el exiliado Juan Carlos Fresnadillo, Intruders nos habla de la relación entre los medios reales y los de la imaginación, de la familia como pozo de secretos que marcan nuestro subconsciente, del valor de las fábulas para sobrellevar la existencia. Lo hace con rigor, con profesionalidad, con mimo. Pero sin genio. Por eso, vale lo que cuesta pero poco más: no hay nada en ella que escape a la ley de la oferta y la demanda cinematográfica de cada viernes en la cartelera.


JUEVES, 6 DE OCTUBRE


Sitges


Primera y más que completa jornada la vivida en Sitges. Aunque bajo un sol de justicia que priva al certamen, como le ocurriría a cualquier otro escenario, de parte de su encanto. Algo que agravan en las calles las masas atraídas como las moscas por el calor.

Nos desayunamos con Contagio (en la imagen; Sección Oficial – Panorama), nueva película de Steven Soderbergh, que se estrena de inmediato en España.

Soderbergh lleva dando mucho tiempo la lata con su retirada inminente del cine. Pero cuanto más lo dice, más rueda; no sabemos si para hacer caja antes de consagrar su tiempo a lo que tilda de su verdadera vocación: la pintura abstracta.

Es este último un dato de interés, pues el cine de Soderbergh (quien, sintomáticamente, firma también la fotografía de todas sus películas) se ha desvelado en muchas ocasiones un ejercicio de estilo en torno al color y el movimiento.

El crítico portugués Joao Lopes calificaba su Solaris de “pintura abstracta y mítica”. Los cuadros de Fritz Chestnut tuvieron papel escenográfico destacado en The Girlfriend Experience; e Ignatiy Vishnevetsky resaltó las cualidades “casi expresionistas” de las imágenes de Che.

Otro tanto se aprecia en Contagio, relato de una infección vírica que se extiende por la Tierra con feroz velocidad merced a la globalización.

Como se ha dicho por activa y pasiva, Contagio tiene mucho de producto alimenticio; de película coral de catástrofes para tiempo de crisis; de crónica tan inexpresiva como sus estrellas protagonistas (entre ellas, Matt Damon y Kate Winslet) sobre un fin posible del mundo y el fin seguro del actual modelo socioeconómico.

Pero si atendemos a lo que de verdad cuenta, el soberbio montaje y la fotografía digital (una de las razones por las que Soderbergh filma tan rápido), se comprende que Contagio es un inapelable retrato de los modos colectivos y psicológicos con que funciona nuestro presente, con el virus como testigo de cargo. A Soderbergh le basta con un rojo carmesí, un verde bambú o un azul gélido para que sepamos de inmediato donde estamos, la razón de ciertas estrategias y medidas, los efectos del miedo.

Esta lacónica, brillante película, no se priva incluso de brindarnos uno de los alegatos más crudos (y acertados) que hemos visto en el cine contra la falta generalizada de criterio y escrúpulos de los blogueros.

También considerablemente abstracta, pero menos lograda, es Essential Killing, programada en la sección Sitges Classics, que recupera títulos recientes de prestigio no estrenados comercialmente en España.

La interpreta, casi en solitario, Vincent Gallo, en la piel de un combatiente musulmán que, tras matar a tres militares estadounidenses en una región desértica e innominada, emprende una fuga desesperada y muda por diversos países.

El director de Essential Killing es el polaco Jerzy Skolimowski, todo un nombre en la época de los Nuevos Cines, aunque el resto de su carrera haya sido irregular y esporádica. Con esta película, ha tratado de provocar al espectador contando una de esas odiseas de corte existencial y simbólico sobre seres humanos empeñados en sobrevivir a toda costa, con las que es imposible no empatizar; pero que en esta ocasión tiene como incómodo protagonista a un talibán fanático para quien Occidente es un entorno alienígena y no demasiado amigable.

Sin embargo, la revulsión se acaba pronto, el subgénero ha sido sobreexplotado (Adrien Brody acaba de protagonizar una propuesta similar, Wrecked), y Essential Killing está lejos de ofrecer demasiadas novedades formales; no faltan ni siquiera los típicos flashbacks que aportan antecedentes sobre el personaje principal.

Mucho más satisfactoria ha sido Rundskop [Cabeza de Toro], nuestra incursión inaugural en una de las secciones siempre más apetecibles de Sitges, Nuevas Visiones.

Se trata del debut en el ámbito del largo del realizador flamenco Michaël R. Roskam; una muestra ejemplar de cine negro que debe tanto en sus argumentos a Emile Zola como a Bruno Dumont.

Su acción se ubica en el agro de los países bajos y, más concretamente, en el submundo de las sustancias ilegales que sobreestimulan la producción del ganado y lo engordan.

Un patético monstruo humano, Jacky (terroríficamente interpretado por Mathhias Schoenaerts), se inyecta a sí mismo las sustancias prohibidas para compensar una agresión sufrida en la infancia; y Rundskop es el relato en paralelo de la anormalidad de Jacky y la de una Europa supuestamente primermundista en cuya trastienda no cabe un gramo de mierda más.

Dirigida con mano de hierro, y con un prodigioso trabajo de atmósferas, Rundskop solo puede tener un problema para conectar con el público: su frontalidad, su falta de hipocresía a la hora de contar lo que cuenta, cualidades anómalas en una época de emasculados intelectuales y emocionales como la nuestra.

Y cerramos la jornada con The Caller (Sección Oficial – Panorama), segunda realización del norteamericano Matthew Parkhill, rodada en Puerto Rico con un presupuesto tan modesto como sus ambiciones. Aunque albergue una interesante lectura…

Sustituyendo a la luego fallecida Brittany Murphy, Rachelle Lefevre (saga Crepúsculo) interpreta con encanto a Mary, una joven separada que trata de rehacer su vida mudándose a un siniestro complejo de apartamentos. En el de Mary, pronto empiezan a recibirse a través de un viejo teléfono de sobremesa las llamadas de una mujer que asegura estar habitándolo… treinta años antes.

A nadie debería extrañarle que The Caller acabe distribuida en formatos domésticos sin pasar por los cines: actores y aspectos técnicos apenas pasan de lo funcional, la historia de espectros escrita por Sergio Casci no brinda demasiadas sorpresas…

Pero los enfrentamientos dialécticos entre dos mujeres separadas por tres décadas, contienen atractivos apuntes implícitos sobre las conquistas sociales femeninas: sus beneficios; sus posibles inconvenientes; su necesidad, para florecer, de romper amarras con convenciones de género aún muy presentes. A la postre, The Caller requiere del público algo más que atención y complicidad para con la mecánica del suspense sobrenatural.

No queremos despedirnos hasta mañana sin recomendar con brevedad Knuckle (Nuevas Visiones – No Ficción), documental artesanal del británico Ian Palmer sobre los combates de boxeo ilegales que han disputado a los largo de doce años dos clanes familiares de Travellers, suerte de gitanos irlandeses como el que interpretaba jocosamente Brad Pitt en el thriller de Guy Ritchie Snatch, cerdos y diamantes.

La película de Palmer es tan coloquial y directa como sus peculiares protagonistas, y suscita una reflexión elegiaca sobre el paso inexorable del tiempo al ritmo que marcan las texturas diversas de los vídeos que jalonan la narración de Knuckle y, desde hace tiempo, todas nuestras vidas.


APERTURA Y PELÍCULA INAUGURAL


Sitges


Arranca una nueva edición, la 44ª, del Festival Internacional de Cine Fantástico de Cataluña, auténtica piedra de toque para esta publicación: será el tercer año que FanDigital cubra con crónicas diarias desde la localidad de Sitges un evento que pone anualmente a medios y aficionados al día sobre el estado del género y, más en general, sobre el estado de todo aquel cine que escapa a lo consensuado a nivel comercial y, por qué no decirlo, crítico.

Un cine que, como ha señalado Ángel Sala, director del certamen, se revuelve contra "estructuras conservadoras e inmovilistas" que, como él mismo pudo comprobar tras programar el año pasado A Serbian Film, aún tienen el poder suficiente como para ejercer inaceptables cortapisas "morales" sobre las manifestaciones artísticas.

Sin duda, esta edición de Sitges, que se celebra entre los días 6 y 16 de octubre, será una oportunidad como ninguna para declarar el apoyo de todos los asistentes a este magnífico certamen. También, para comprobar si la autocensura fruto del miedo puede haber llegado a menoscabar la integridad de la programación.

Al respecto, alguna fuente organizativa nos ha confesado que se ha procurado tener mucho cuidado para no despertar de nuevo las iras de los mojigatos religiosos y los talibanes de la corrección política; y, de hecho, cuando se visita la web del festival, nos sorprende toparnos con un aviso en mayúsculas que nos informa de que "algunos de los trailers [sobre las películas programadas] que se publican pueden contener imágenes que pueden afectar su sensibilidad [...]"

Es curioso: lo que hiere nuestra sensibilidad es que, quien se asome a curiosear en un certamen con las características de Sitges, necesite advertencias como esta. Pero siempre olvidamos que la susceptibilidad moral es inversamente proporcional al nivel de inteligencia.

Por lo demás, la 44ª edición de Sitges tiene, como todas, una elección temática: la ingeligencia artificial, su tratamiento por parte del cine, la comunicación entre las máquinas avanzadas y los seres humanos... aprovechando que se cumplen diez años del estreno de Inteligencia Artificial (Steven Spielberg, 2000).

Pero, de manera más o menos soterrada, hay otros argumentos deducibles de la programación: como ha señalado Sala, "hay un eje clarísimo, y es el fin del mundo". Además, no pocas películas revisarán el folklore y los cuentos clásicos, interpretándolos al gusto de una sociedad en vertiginosa mutación ética, por mucho que algunos no quieran enterarse. Y otros títulos parecen adoptar una perspectiva subrayadamente femenina y/o feminista.

Se hace obligado destacar que Sitges ha afrontado la crisis (que ya ha impuesto recortes, y más para próximas ediciones) con una ambición encomiable sobre el papel: sigue habiendo muchísimas propuestas de interés, resulta imposible llegar a todo incluso viendo cinco y seis películas diarias. Ahora bien, como ya sucediese el año pasado, no es oro todo lo que reluce, y a producciones cuasitelevisivas y descargables desde hace un tiempo hay que sumar pases únicos de ciertos títulos, en ciertos casos realmente exóticos; lo que significa, en la práctica, que se continúa primando (conscientemente, todo hay que decirlo) la cantidad sobre la calidad y el discernimiento.

El festival, en cualquier caso, no se agota en las innumerables proyecciones en los cines Auditori, Prado y Retiro. Uno de los mejores escritores cinematográficos de España, Tonio L. Alarcón, presentará su primer libro en solitario, Superhéroes: Del Cómic al Cine, primorosamente editado por Calamar (en nuestra inminente edición impresa os ofreceremos una entrevista con el autor). También se presentará en sociedad el libro colectivo The Twilight Zone (sobre la serie homónima), en el que han participado entre otros Tomás Fernández Valentí, Jordi Ardid y Álex Barba.

Bryan Singer, principal artífice de los X-Men en el cine, recibirá el Gran Premio Honorífico del certamen, e impartirá una clase magistral a la que deben añadirse otros encuentros en vivo igualmente atractivos: con el creador de robots humanoides japonés Hiroshi Ishiguro; con Nacho Vigalondo (director de la programada Extraterrestre); una mesa redonda sobre un escritor norteamericano ciertamente singular y con una saludable relación con el cine, Jack Ketchum; una ponencia sobre los efectos del 11-S en la ficción de la pasada década...

Y, si en las pantallas y los escenarios habrá de sobra para saciar el apetito del aficionado al fantástico y al buen cine, otro tanto puede decirse de quienes ocuparán las butacas: los mejores críticos de Dirigido Por..., Miradas de Cine, Détour, Transit y otros mucho medios han apostado este año por Sitges, poniéndonos el listón muy alto en lo que se refiere a las coberturas.

Dicho lo cual, ha llegado el momento de hablar de la película de apertura, que hace honor al asunto protagónico de la edición: la relación entre inteligencias artificiales y naturales. Se trata de Eva (en la imagen), ópera prima de Kike Maíllo magnífica a nivel técnico (nunca se han visto efectos digitales de tanta calidad en una producción española) y no tanto a nivel de guión y realización.

Eva nos sitúa en el año 2041, en un Occidente que ha incorporado plenamente los robots al ámbito doméstico, aunque quede en apariencia una última frontera: los robots libres, no sujetos a directivas restrictivas. Lo que concluye Eva es que esa aspiración estará lejos de ser una bendición, a través de un triángulo (¿rectángulo?) sentimental entre científicos que evidencia las muchas imperfecciones de esta nuestra especie empeñada en crear criaturas a su imagen y semejanza.

Las ambiciones de la película son muchas pero, aparte alguna incómoda incoherencia narrativa que no desvelaremos, finalmente prima la conformidad sobre el atrevimiento: Eva habla de muchas cosas en relación con los sentimientos humanos, su mecánica y reproducción, pero no profundiza en ninguna; rindiéndose a imperativos efectistas, emotivos a nivel elemental, dignos de una producción comercial que amortice la, sin duda, costosa inversión en sus imágenes. Con todo, nos hallamos ante un hito en la ciencia-ficción patria (si es que puede hablarse de tal cosa), y puede que el tiempo nos brinde una perspectiva más justa sobre su importancia.

Hasta aquí nuestras impresiones sobre lo que puede esperarse de Sitges 2011 y la película que ha dado el pistoletazo de salida a la edición. Mañana mismo, inmersos ya en la enloquecedora y maravillosa dinámica de Sitges, reseñas sobre las películas más destacadas de la primera jornada, correspondiente al jueves 6 de octubre. ¡Os esperamos!

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