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La Guerra de los Mundos (1952) - filmoteca de cine
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La Guerra de los Mundos (1952)

La primera adaptación cinematográfica del clásico de H. G. Wells

Un artículo de Diego Salgado || 24 / 6 / 2005

Pal, arquitecto, tenía una enorme experiencia como diseñador, publicista, animador de figuras reales y fotógrafo de imágenes a alta velocidad. Había ganado un Oscar especial en 1943 por el desarrollo de nuevas técnicas cinematográficas. Su visión del fantástico estaba marcada además por su atención a los avances de la ciencia y la exploración espacial. Así, La Guerra de los Mundos constituyó un espectáculo de primera clase.

Pero por desgracia, el catolicismo de Pal, la simpleza y el conservadurismo del Hollywood de la época, y la mediocridad de Byron Haskins como realizador, lastraron el guión firmado por Barré Lyndon hasta desvirtuar las bondades que aportaban los aspectos técnicos y el original literario de Wells.

El prólogo del filme muestra imágenes documentales de armas cada vez más sofisticadas, mientras una apocalíptica voz en off apunta la amenaza de una guerra entre planetas que superará a todas las causadas por los humanos. Los títulos de crédito, tipografía militar de colores variables sobre fondo negro, acompañados por una música frenética de Leith Stevens, preparan al espectador para lo peor.

En efecto, tras el Directed by otra voz en off, la del actor británico Cedric Hardwicke, repasa el Sistema Solar con la ayuda de las ilustraciones de Chesley Bonestell y razona porqué los marcianos, "intelectos superiores y despiadados" cuyo mundo agoniza, han escogido la Tierra como nuevo hogar, aprovechando una coyuntural cercanía orbital de los dos planetas.

Un meteorito se estrella cerca de una pequeña localidad californiana. Entre quienes se acercan a curiosear, Clayton Forrester (Gene Barry) y Sylvia van Buren (Ann Robinson). Él es astrofísico y físico nuclear; aportará a lo largo del metraje los argumentos pseudocientíficos. Ella se ha licenciado con una tesis que trata sobre Forrester y otros sabios; en la práctica se limitará a servir el café, preparar huevos fritos, chillar histéricamente y enamorarse de Clayton. De hecho, mientras esperan a que se enfríe el objeto caído del cielo para poder inspeccionarlo, la pareja queda para bailar en la fiesta sabatina del pueblo.

Esa misma noche, y confirmando las sospechas del científico, el meteorito se desvela nave espacial de la que surge un periscopio exterminador, similar a una cobra. Sus primeras víctimas serán tres garrulos ambiciosos.

A tiempo que la radio, guiño a la emisión de Welles, va informando de más aterrizajes en los cinco continentes, y de la posible morfología de los alienígenas –"Es posible que tengan más de un cerebro" "¿Dos o tres cerebros? ¡Imagínenselo!" "Sólo estoy especulando..." -, los marcianos se muestran implacables con la policía, la infantería, la aviación y los pastores protestantes.



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