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Cronenberg: Patologías diversas - especial de cine
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Cronenberg: Patologías diversas

Una historia de obsesiones

Un artículo de Raúl de Tena || 21 / 10 / 2005

#3: Sexo



Cronenberg: Patologías diversas

Sin lugar a dudas, el sexo es la patología que se funde más fácilmente con el resto de obsesiones de David Cronenberg. Hay un gran componente erótico en los análisis de la angustia y de la tecnología mencionados previamente. Junto a ‘Videodrome’, ‘eXistenZ’ (1998) explora las posibilidades de una sexualidad entre tecnológica y orgánica. En esta ocasión, los personajes de Jude Law y Jennifer Jason Leigh se introducen en una especie de juegos virtuales para los que necesitan dos cosas: una especie de conector instalado en su cuerpo (similar a un ano) y una clavija que le penetre. Antes de realizar cualquier conexión, sin embargo, es necesario que los jugadores ‘estimulen’ su conector-ano.
Rozando el onirismo, Cronenberg sigue construyendo su particular universo de sensuales máquinas. ¿Y qué máquina es más erótica que el coche? Los protagonistas de ‘Crash’ (1996) son seres humanos cercenados de su capacidad de sentir: la única forma en la que se sienten vivos es a través de los choques automovilísticos, ligándolos a una sexualidad enfermiza que, para el espectador, acaba resultando entre fascinante e incómoda. Sin embargo, este no es el único punto de vista desde el que el director expone su teoría del sexo. A través de un envoltorio de cine mucho más serio entregó ‘M Butterfly’ (1993), donde la confusión de género queda velada tras una erótica cortina de sensualidades orientales.

#4: (Una historia de) Violencia



Con su última película, ‘Una historia de violencia’ (2005), David Cronenberg parece alejarse de la claustrofobia narrativa de ‘Spider’ para volver a explorar formatos más clásicos (como el de ‘M Butterfly’, por ejemplo). Aun así, que el empaque visual sea tradicional no significa que el director vaya a regalarnos una historia cómoda. Nada más lejos de la realidad. En esta ocasión sigue explorando la violencia y la identidad, ya presentes en muchas de sus producciones.
El director nos advierte: su finalidad es adentrarse en los territorios de una violencia “verdadera y brutal. Se trata de una brutalidad real y del tipo de violencia que verías en una pelea callejera, por ejemplo. Algo bastante tosco, muy sangriento y nada bonito, lo contrario a las elaboradas y elegantes secuencias con coreografías que vemos en otras películas”. Transportando esta intención a un argumento nos encontramos con el protagonista, Tom Stall (Viggo Mortensen), lanzado a una vorágine de fama mediática no deseada después de asesinar a dos famosos criminales que amenazaban con robar en su restaurante. El éxito en los medios de comunicación atrae a un hombre misterioso (Ed Harris) que cree que Tom es alguien con quien tiene una cuenta pendiente. Esta confusión alterará el orden de la familia Stall, completada por la madre abogada (Marie Bello) y por dos hijos (Ashton Holmes y Heidi Hayes).

Parece ser que Cronenberg ha encontrado una nueva filia en el actor protagonista: “Viggo es mi tipo de actor. En primer lugar porque esta clase de actor no tiene miedo ya que no intenta proteger la imagen que tiene de sí mismo como protagonista tradicional. Esto le da una paleta mucho más variada con la que pintar y puede añadir muchos más matices. Necesitaba la excentricidad, que es más típica de un actor secundario, pero a la vez la presencia y el carisma del protagonista”. Mortensen, sin embargo, no se queda atrás al alabar al director: “Me gusta su forma de contar las historias. No sólo es completamente original en su modo de entretener a los espectadores con un drama psicológico sino que lleva al público a plantearse preguntas difíciles sobre la naturaleza de la violencia y la identidad”.



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