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El código Da Vinci - especial de cine
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El código Da Vinci

Un artículo de Diego Salgado || 17 / 5 / 2006

Ni siquiera Dan Brown anticipaba, según ha confesado en su página oficial, la magnitud del fenómeno. Tampoco que su última novela sería llevada al cine con tanto relumbrón. Hijo de un matemático y una compositora, el autor de El Código Da Vinci dejó en 1996 su trabajo como profesor de literatura tras leer un best-seller de Sidney Sheldon y considerar, sin otras armas que la fe en sí mismo, que él podría hacerlo mejor.

Siguiendo un estricto ritmo de trabajo que empezaba a las cuatro de la mañana, interrumpía cada 60 minutos para hacer ejercicio, e implicaba colgarse cada cierto tiempo del techo por los pies porque así “cambia mi perspectiva y soluciono los problemas argumentales que me plantea la historia”, Brown facturó tres libros en cuatro años: “La Fortaleza Digital” (1998), tecno-thriller centrado en internet y la criptografía; “Ángeles y Demonios” (2000), reinterpretación conspirativa de la Historia ya protagonizada por el profesor de simbología Robert Langdon; y “La Conspiración” (2001), sobre un fraude científico de grandes proporciones.

Brown logró publicar sus novelas y hasta hacerse popular en Estados Unidos, aunque las ventas de sus libros no podían equipararse a las generadas por Stephen King o Tom Clancy, y era considerado un mal escritor hasta por sus lectores. Todo cambió con “El Código Da Vinci”, publicada en el año 2003 por Random House y convertida desde entonces en un boom mundial y una fuente de polémica.

En principio el libro era una simple repetición del esquema aplicado por Brown a “Ángeles y Demonios”: Robert Langdon se embarcaba en otra aventura llena de pistas históricas y artísticas cuya resolución hace temblar los cimientos de la Iglesia Católica. Sin embargo, para muchos las teorías “alternativas” que el autor desarrollaba en torno al cristianismo daban un paso más y constituían una ofensa a la institución vaticana y a los creyentes. Otros en cambio se mostraron entusiasmados con las interpretaciones que Brown ofrecía de la obra de Leonardo Da Vinci.

Mientras una catarata de libros más o menos científicos seguían la estela de “El Código...”, se sucedían contra Brown varias acusaciones más o menos oportunistas de plagio (todas ellas desestimadas hasta la fecha), y hasta nacían nuevas rutas turísticas inspiradas por los escenarios descritos en la novela, Hollywood se precipitaba sobre un material tan suculento como escandaloso. Sony Pictures se apropió finalmente de los derechos del libro al pagar a Brown cinco millones de dólares, y encomendó la coordinación del film a John Calley (“Lo que queda del día”).

La misión de Calley era doble: por una parte, reunir a un equipo técnico-artístico que diese porte a la adaptación y garantizase un mínimo de calidad fuese cual fuese el resultado final. Por otra, respetar la historia de Brown, intrigar al público que la desconociese, y no provocar a los católicos, un colectivo que dio muestras de su vigor con motivo del estreno de “La Pasión” de Mel Gibson en 2004. Para conseguir el primer objetivo Calley contrató al equipo ganador del Oscar por “Una mente maravillosa”: el director Ron Howard, el productor Brian Grazer y el guionista Akiva Goldsman, lo que impulsó a involucrarse en el proyecto a una estrella como Tom Hanks.

Y para contentar a los variados receptores de la película, todos los implicados se han esforzado por combinar el atrevimiento con la mesura en sus declaraciones previas al estreno. Calley considera que la novela es “extraordinaria como libro de historia y como análisis de la evolución de una religión”. A Grazer el texto le planteó “preguntas fascinantes y cautivadoras”. Howard ha subrayado su condición de thriller de aventuras.

A pesar de todo, la Iglesia Católica no se ha avenido a razones y ha negado el acceso a varios escenarios religiosos donde el equipo de rodaje necesitaba ubicar algunas escenas. En concreto, la Abadía de Westminster fue sustituida, previa donación de 179.000 dólares, por la Catedral de Lincoln.

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