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Danny Boyle

Cuando el director no es la estrella

Un artículo de Diego Salgado || 23 / 4 / 2007

Haber realizado una película tan célebre en su momento como "Trainspotting" no me crea ninguna presión. Todo el mundo pasa de moda antes o después, hay que aceptarlo

Hay en “Sunshine” un aspecto que se ha convertido en una constante en sus films: la amistad, el grupo de personas compenetradas, que se rompe en circunstancias críticas revelando los verdaderos caracteres y las fricciones entre las personas. Es algo que ya aparecía en “Tumba Abierta”, “Trainspotting” o “La Playa”. ¿Por qué le interesa tanto ese tema?

No me había dado cuenta de ello, pero es cierto que en todas mis películas el protagonismo recae sobre un grupo más que en un individuo, y que se suceden dentro de ese grupo todo tipo de sucesos que separan a sus componentes. Incluso en “28 Días Después”… Puede que sea porque mi origen está en el teatro, y conozco desde siempre lo que es trabajar sobre el terreno y con material explosivo (risas). En el caso de “Sunshine” son profesionales sometidos a una tremenda presión, lo que podría justificarlo. No lo sé. Es verdad, pero nunca me lo había planteado.


Sin desvelar el final de “Sunshine”, resulta muy claro que en el enfrentamiento de los astronautas con el Sol, con ese furioso Ojo de Dios o del Universo, se aprecian posturas muy diversas: nos encontramos con el fanático, con el racionalista… ¿Con quién se queda Danny Boyle?

Creo que la respuesta está en mirar más allá de las creencias y lo racional. El fundamentalista religioso destruye con su fanatismo aquello que se supone iba a proporcionar paz y amor a los hombres. El científico se queda en la superficie de las cosas. En “Sunshine” queda claro que ni una postura ni otra bastan para responder a lo que en esencia es un viaje, si quieres llamarlo así, lisérgico. Al fin y al cabo, nadie sabe qué pasaría si lograses hallarte de alguna manera a un palmo del Sol. Sólo podemos especular… En todo caso son cuestiones difíciles de dilucidar aquí y ahora, creo que deben emanar de las propias imágenes. Si yo te contase el final de “2001”, con ese bebé flotando en el espacio, parecería ridículo, no comunicaría lo que la fusión de imágenes y música transmite al espectador.


Ha tocado muchos géneros. ¿Provoca esos cambios en su filmografía premeditadamente, o las cosas han venido así?

Siempre lo he buscado, aunque no tengo tan claro en todos los casos ese cambio de géneros, como afirman los críticos o los periodistas. Sí me gusta la sensación de abordar en cada película temas y constantes formales que desconocía. He aprendido que con el tiempo uno gana experiencia como director y domina mejor la técnica. Pero no estoy seguro de que eso te convierta en mejor cineasta. Obligarte a hacer algo que nunca habías hecho antes te pone en aprietos, te hace revisar cómo se ha hecho antes, y plantearte cómo lo vas a hacer tú.


Hay en su carrera un antes y un después de “Trainspotting”, una película que seguramente le ha procurado más incondicionales que cualquier otra, desconcertados a lo mejor por sus cambios de registro. ¿Cómo vive esa presión?

Creo que aun hoy son los actores, las estrellas, las que sufren esa presión. Un director sigue siendo alguien desconocido, excepto para los muy aficionados o la crítica. Y no puedes pensar en las expectativas de los demás, sean quienes sean. Solamente puedes aspirar a hacer en cada momento lo que consideres más interesante para ti y, en lo posible, para el público. Algo honesto. Además, todo el mundo pasa de moda antes o después, hay que aceptarlo sin mayores traumas.


Ha rodado “Sunshine” en celuloide, pero existe una copia digital del film, y ya se fogueó con estas nuevas tecnologías en “28 Días Después”. ¿Cómo asume unos cambios que están invadiendo el cine en todos los aspectos: storyboards, rodaje, montaje o proyección?

Es algo apasionante. Hemos preparado, efectivamente, una copia digital de “Sunshine” para proyecciones especiales, y su calidad es soberbia, nunca he visto nada igual. El celuloide no puede compararse con eso. Respecto al rodaje en digital, en cambio, aún queda por hacer. Si habéis visto “Miami Vice” notaríais que en algunos momentos funcionaba y en otros no, pero ofrecía planos bellísimos. La imagen digital juega a su favor con el hecho de que los habitantes de las grandes ciudades estamos acostumbrados a su textura, la vemos a diario en los monitores de comercios, bancos y aparcamientos, en el móvil y en las cámaras de vídeo. Es ya más familiar que la puramente cinematográfica. Desde luego, es una tecnología imparable en todos los aspectos de la producción, y aunque conozco a algunos que se resisten a ella, es inútil. ¡El futuro lo tenemos aquí!



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