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John Sayles - entrevistas de cine
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John Sayles

Independencia y tesón

Un artículo de Diego Salgado / Antonio Núñez || 16 / 5 / 2008

En Europa su nombre es símbolo de independencia verdadera frente a la desvirtuación de esa etiqueta a manos de las filiales indie de los grandes estudios. ¿Cuál es su opinión sobre este concepto en la actualidad?
Mi definición de independencia es esta: un director independiente es alguien que hace la película que quiere, respetando el guión en que se basa, y que logra sacar el dinero para poder realizarla de donde sea. Todo lo demás es una falsa independencia, una ilusión. En mi caso particular, así como en el de muchos otros, un precio que se paga es el de la demora entre una película y otra. Así, mi anterior película, Silver City, data de 2004, y en todo este tiempo hasta ahora he estado luchando con todas mis fuerzas por intentar sacar adelante Honeydripper.

¿Hasta qué punto su propia independencia depende de sus trabajos como guionista acreditado o sin acreditar para grandes producciones?
Totalmente. Desde el punto de vista económico yo no podría concebir mis películas si no hubiera participado en esas otras producciones para las que he escrito el guión, aparezca mi nombre en los créditos o no. Pero es un modo increíblemente efectivo de lograr la financiación para mis propios proyectos, por supuesto.

En relación con la anterior: más allá de lo económico, ¿encuentra divertido o creativo de alguna manera escribir guiones como el de Las crónicas de Spiderwick?
Desde luego. Se trata de poner a trabajar todos los músculos de tu cerebro, generalmente enfrentándolos a desafíos que no te verías obligado a afrontar de otro modo. Es muy sano hacer que tu mente se las vea con otro tipo de escritura, otro tipo de géneros... Por ejemplo, en Estados Unidos la ciencia ficción tiene un éxito tremendo, y encuentro fascinantes ese tipo de relatos. A lo largo de la historia del cine se han contado grandes cosas en el terreno de la ciencia ficción, aprovechando ese trasfondo para tocar temas mucho más profundos y que tengan que ver con la realidad del momento.
Además, trabajar en un rodaje donde tu única implicación es la escritura de la historia supone que tienes tiempo para relacionarte profesionalmente con toda una serie de personas que andan por allí, y eso te enriquece. En el caso de Las crónicas de Spiderwick, por ejemplo, éramos nueve guionistas los que estuvimos implicados en el proyecto, aunque finalmente sólo tres aparezcamos en los títulos de crédito.

¿A la hora de ambientar una película en el universo del gospel, el blues y el rock & roll ha tenido que investigar mucho musicalmente? Sabemos que la música siempre ha sido un interés para usted (ha llegado a dirigir algunos vídeo-clips para Bruce Springsteen, y el montaje de sus películas tiene a veces una cadencia musical).
Una de las grandes inspiraciones para el guión de Honeydripper fueron una historias que escuché por ahí acerca de un músico de Nueva Orleans llamado Guitar Slim, famoso a principios de la década de los 50. Muchos guitarristas de rock y de blues de aquella época aceptaron tocar en algunos clubs pretendiendo ser Guitar Slim, a petición de los dueños de los locales (por entonces no existía la MTV, claro, y no había forma de saber el aspecto de muchos músicos). Leí muchas biografías sobre músicos de blues y rock, y los personajes que muestro en la película son como amalgamas de varios de esos pioneros musicales.

¿No cree que películas como las suyas podrían beneficiarse de la distribución a través de nuevos canales como internet? ¿Hasta qué punto considera importante para sus películas que sigan exhibiéndose primeramente en salas antes de que inicien su camino por otras pantallas?
Solemos usar internet para promocionar nuestras películas, y en cierto modo es una poderosa herramienta de promoción, igual que viene sucediendo con determinados grupos de rock que se dan a conocer gracias a internet. Pero digamos que su repercusión es mayor cuando menor es la fama del director o del grupo implicado, y a partir de ahí el impacto se va reduciendo exponencialmente. Es decir, que no creo que saltarse los canales convencionales que han funcionado más o menos eficazmente hasta ahora fuera a suponer un cambio radical. Además, paseándote por internet te das cuenta de que los reclamos que funcionan suelen estar basados en los actores famosos. A la gente no le interesa quién ha dirigido una película, no se fijan en eso.

A propósito de sus películas se comenta a menudo y a veces como recriminación que, por elección consciente, privilegian el trabajo de escritura sobre el de realización. ¿Es así realmente? Películas como Honeydripper y Lone Star no pueden ser más diferentes a nivel formal.
Considero que la escritura del guión, la dirección de la película y el posterior montaje son tres partes del mismo todo. De ahí que no haga distinciones entre esos tres aspectos, que en otros directores pueden distar un buen trecho. De hecho, podríamos decir que yo escribo el guión incluso mientras ya estoy rodando la película, cambiando detalles o escenas enteras una vez que ya estoy inmerso de lleno en el rodaje. Y luego, claro, el montaje es sólo otra forma de contar la historia. Para mí los tres conceptos tienen que ver con la narración, y eso es lo que más me interesa, independientemente de cómo quieras dividir sus parcelas.

Se ha comentado el paralelismo entre su carrera y las de otros directores que ha gestionado con más o menos acierto su filmografía entre lo humanista y el espectáculo, como Lawrence Kasdan. ¿Sigue el rumbo del cine norteamericano e internacional? ¿Hasta qué punto se siente ligado a otros colegas cineastas suyos?
Bueno, creo que Lawrence es algún año mayor que yo, pero me parece acertado que le nombres, porque es cierto que compartimos una cierta sensibilidad cinematográfica, dejando espacio para el humanismo dentro de unas historias que, desde luego, buscan entretener al espectador, aunque no de un modo tan plano como las producciones que suelen ofrecernos los grandes estudios. Para mí todo tiene que ver con las expectativas de los espectadores, ya que por tradición acuden a la sala esperando un tipo de cosas, y ahí entra el director, que tiene que saber combinar los elementos con sumo cuidado, ofreciendo al público cosas que les puedan resultar reconocibles y familiares, pero intercalando otros elementos que logren que la gente se sorprenda gratamente y obtenga algo que no esperaba.
En cuanto a directores, digamos que desde siempre me ha influido el cine que se hizo en determinado momento en Italia, por ejemplo las películas de Mario Monicelli y directores similares, y creo que mis películas siguen un poco esos caminos, salvando las distancias. Por otro lado, me parece impresionante el trabajo que realiza película tras película alguien como Ken Loach, que logra estar siempre atento a los temas sociales más candentes para incorporarlos a sus trabajos.

Son menos conocidas facetas suyas como actor y escritor. ¿En qué estado se hallan ambas ahora mismo?
Como actor siempre estoy dispuesto a cualquier trabajo que suela aparecer, aunque últimamente sea una faceta que tengo algo abandonada. Eso sí, estar en un rodaje donde te limitas a ser parte del reparto te ayuda a cambiar de mentalidad, a afrontar nuevos puntos de vista... Y eso siempre te enriquece, te impulsa a mejorar. Además, en estos rodajes he conocido a muchos profesionales que luego han acabado formando parte de mis propios proyectos, así que no tengo queja de ningún tipo, es algo genial.
Respecto a mi faceta de escritor, actualmente estoy trabajando en una larguísima novela (unas mil páginas) que se sitúa entre 1897 y 1903 aproximadamente, y donde se habla de diversos conflictos bélicos que tuvieron lugar en la época. La tengo bastante avanzada, sobre todo debido a los parones en la producción de Honeydripper, y también a causa de las huelgas de guionistas que han tenido lugar en Hollywood en los últimos tiempos.



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