Fandigital y Comicdigital emplean cookies para determinadas funcionalidades. Si continúa navegando asume la aceptación de las mismas.
SITGES: 42ª EDICIÓN - especial de cine
Buscar en
Estás en CINE >> ESPECIAL >>
SITGES: 42ª EDICIÓN

SITGES: 42ª EDICIÓN

Festival Internacional de Cine Fantástico de Cataluña

Un artículo de Diego Salgado || 11 / 10 / 2009
Etiquetas: Sitges / Festivales /

Sitges


Viernes, 2 de octubre


De las cuatro cintas que vimos ayer, sólo una está incluida en la Sección Oficial a Concurso: The Countess, biografía de la apodada “condesa sangrienta”, Erzsébet Báthory, noble transilvana que vivió a caballo entre los siglos XVI y XVII y que ha pasado a la historia de la infamia por los muchos crímenes que cometió para hacerse con sangre que pudiera mantenerla joven.

The Countess se apunta a la moda revisionista que en los últimos años ha empezado a considerar a Báthory una víctima de sus enemigos políticos en un contexto histórico convulso. Además, siendo su guionista y realizadora una mujer, la actriz Julie Delpy (Antes del Amanecer), era de esperar una visión feminista del personaje, como así sucede, haciendo la acción hincapié en su historia de amor con un joven noble (encarnado por Daniel Brühl) y en los estragos de la severa educación que recibió.

En tales aspectos, la película es atractiva, pero como cine nunca escapa a una corrección que resulta chocante teniendo en cuenta que con semejante protagonista The Countess jamás sería popular, y por tanto Delpy podría haber arriesgado bastante más. Sitges no es el primer certamen internacional en que se exhibe esta cinta, y nos tememos que volverá a pasar tan desapercibida aquí como ya ocurrió en la pasada Berlinale.

Independencia también es carne de festival (de hecho se proyectó en Cannes antes que en Sitges). Ha sido programada con buen criterio en la Sección Oficial Nuevas Visiones (Ficción). Dirigida por Raya Martin, joven filipino de veinticinco años, Independencia recuerda sobremanera a los trabajos del canadiense Guy Maddin (aunque Martin es más objetivo y sereno que el firmante de My Winnipeg), ya que está rodada como simulacro de cine clásico pero con una sensibilidad del presente.

Ello convierte un melodrama de variadas resonancias políticas en toda una reflexión en torno a nuestra mirada sobre el pasado, la codificación de las imágenes y sus implicaciones ideológicas y emocionales, y por tanto en torno a los cambios de percepción que trae aparejada la deconstrucción de un lenguaje archisabido cualquiera, por ejemplo el cinematográfico. Independencia no nos pareció la joya que se anunciaba, pero se trata de una película muy interesante.

También sobre el lenguaje y su influencia asfixiante en la realidad trataba la mejor película de la jornada, Pontypool (asimismo encuadrada en la sección Nuevas Visiones). En primera instancia, este film del canadiense Bruce McDonald es cine de género puro y duro, una historia de zombies contada desde el punto de vista (o mejor dicho: oído) de un locutor de radio y sus asistentes en una pequeña emisora, durante un día de invierno en que empieza a propagarse una misteriosa infección.

Pero Pontypool va más allá de ser una película de terror sumamente efectiva en su limitación a un solo escenario, conformándose como reflexión muy ingeniosa acerca de la relación del lenguaje con el orden establecido. Los cinéfilos no tendrán problema en ligarla con títulos como Teléfono Rojo: Volamos hacia Moscú (Stanley Kubrick, 1963), Hablando con la muerte (Oliver Stone, 1988), La niebla (John Carpenter, 1980) y The American Way (Maurice Phillips, 1986). Pero la cinta de McDonald se defiende por sí misma, y valdría la pena contar con más espacio y tiempo para escribir sobre ella con el detenimiento que merece. Un ejemplo de cine fantástico con muchísima sustancia.

No tanta, aunque alguna, tiene Shadow, ejemplo prototípico de exploit italiano a la sombra de éxitos internacionales, preferiblemente anglosajones (Las Colinas Tienen Ojos) pero también franceses (Frontier(e)s). Nos hallamos durante los primeros minutos ante un survival horror saludablemente brutal, centrado en un joven norteamericano veterano de la Guerra de Irak que, mientras practica ciclismo en algún lugar de Europa con reminiscencias de los Balcanes, se enemista con dos lugareños malencarados.

Pero durante su segunda mitad, Shadow da una vuelta de tuerca y se instala en terrenos del torture porn a lo Hostel. Lo más interesante a partir de ese punto no es tanto lo que ha recalcado todo el mundo (la inevitable filiación del director, el rockero Federico Zampaglione, con diversos tótems del terror italiano), sino la manera en que salen a relucir los fantasmas de la vieja Europa (y más en concreto el nazismo) en la presente, aunque sea de modo muy burdo.



Jueves 1 de octubre


Antes que nada, deben dedicarse unas líneas a felicitar a la organización de esta edición del Festival Internacional de Cine Fantástico de Cataluña, al menos en lo referido a la prensa acreditada. Teniendo constancia de que en años anteriores la improvisación y el trabajo agónico de última hora habían sido las notas dominantes, todo en la edición 2009 va sobre ruedas, y el trato con las personas al frente de todos los servicios es impecable. Enhorabuena.

Sitges




Y pasamos a contaros cómo fue nuestra primera jornada, pasada por entero en el muy vetusto, desangelado y mal acondicionado cine Prado, que no somos los únicos en reclamar sea reformado; no es aceptable como sede de un festival de esta categoría, y menos para espectadores que han de enfrentarse en sus rancias butacas a varias proyecciones diarias.

Allí, encuadradas en la Sección Oficial Fantástica a Concurso, pudimos ver The Children y Les derniers jours du monde. Dos películas sobre el Apocalipsis, pero desde puntos de vista antagónicos. La primera es una producción británica dirigida por Tom Shankland, quien hace dos años ya trajo a Sitges un retorcido thriller titulado WAZ. Shankland no es menos feroz en esta segunda ocasión, ofreciéndonos una historia de niños convertidos en psicópatas por una infección que desde ya podemos considerar una de nuestras favoritas al palmarés final.

Aunque formalmente The Children no descubre la pólvora, sí funciona como un perfecto mecanismo de relojería, transmutando con parsimonia el panorama idílico de varios amigos que pasan las navidades juntos con sus hijos de corta edad en una pesadilla del todo verosímil. Por mucho que tanto a los personajes adultos como al espectador les cueste creer que tan delicioso puñado de retoños puedan terminar haciendo lo que hacen, en lo que a la postre se descubre es un fenómeno global.

Pero The Children no es únicamente una estupenda película de terror; su discurso muy políticamente incorrecto sobre los niños la haría perfectamente encuadrable en la edición 2008 de Sitges, donde abundaron los títulos que venían a alertar sobre el cambio de paradigma en la visión de la infancia y la adolescencia, en sintonía con lo que puede verse en la calle y contemplarse en los medios a diario.

En cuanto a Les derniers jours du monde, como hemos dicho, también aborda el tema del fin del mundo, pero en la onda del cine francés de prestigio. No en balde, sus realizadores son los hermanos Arnaud y Jean-Marie Larrieu, conocidos en nuestro país por el estreno hace unos años de Pintar o hacer el amor, una comedia melancólica y a la vez libertina, registro incómodo que repiten en su nueva propuesta: Robinson Laborde (un afectado Mathieu Amalric) viaja por una Europa mediterránea abrumada por variados fenómenos que anuncian el fin de la vida humana sobre la Tierra, aunque él está preocupado únicamente por reencontrarse con una chica que le procuró tiempo atrás una enorme felicidad amorosa.

Viendo Les derniers jours du monde nos acordamos mucho de Michel Houellebecq (tanto en sus facetas literaria como cinematográfica). Y no precisamente porque los Larrieu compartan sensibilidad con el autor de Las Partículas Elementales y La Posibilidad de una Isla. Por el contrario, los protagonistas de Les derniers jours du monde se parecen mucho a las criaturas superficiales y estúpidas con que el lúcido Houellebecq suele atormentar al lector, y hacen de la película que comentamos un ejercicio de hedonismo banal al borde del precipicio colectivo.

Por otra parte, en el apartado Panorama de la Sección Oficial Fantástica (es decir, en el apartado no competitivo), se programó Cargo, ejemplo de ciencia-ficción producida en Suiza que suponemos habrá hecho exclamar a muchos tiroleses que el cine de aquel país se mueve en nuevas y valerosas direcciones (como se dice por estos lares cada vez que alguien firma cualquier cosa con la etiqueta de género fantástico), pero que resulta mucho más voluntariosa que lograda.

Dirigida a cuatro manos por los debutantes Ralph Etter e Ivan Engler, Cargo recuerda mucho a Sunshine (2007), por cuanto aspira a revitalizar el género partiendo de lo referencial. Sin embargo, Etter y Engler están muy lejos de aportar a su ópera prima la viveza y el sentido que sí lograba inyectar en Sunshine Danny Boyle (con la ayuda inestimable del guionista Alex Garland).

Cargo nos ubica en un futuro cercano: los habitantes de una Tierra inhabitable viven en gigantescas y colapsadas estaciones espaciales, desde donde parece posible escapar a un paradisíaco mundo llamado RHE, situado a años luz de nuestro planeta. La película debe tanto a las pesimistas fantasías paranoides de Philip K. Dick como al cine de ciencia-ficción de los ochenta (pensamos en Alien, Atmósfera Cero o 2010).

Pero, por mucho que prometa su argumento, en esencia Cargo no consiste más que en la tópica historia de varios tripulantes de una nave espacial intentando dar caza a un misterioso polizón. Y sus directores no están precisamente dotados para contarla con nervio. En cualquier caso, a su film debe reconocérsele un meritorio trabajo de dirección artística, efectos visuales, fotografía y banda sonora.

Terminamos este repaso a nuestros visionados del jueves con Visage, cine de autor puro y duro firmado por el taiwanés de origen malayo Tsai Ming-liang, que ya fue exhibida en Cannes. Ming-liang, de quien se ha distribuido en nuestro país El sabor de la sandía, aplica nuevamente de manera subversiva e incontinente en Visage humor, sexo y hasta números musicales para hablar sobre la soledad y la volubilidad de los vínculos amorosos, con la excusa de homenajear a la Nouvelle Vague.

Visage es una película que hace surgir el Carlos Boyero que todos los críticos llevamos dentro. Indescriptiblemente aburrida y pagada de sí misma, incapaz de diferenciar entre hechos sustanciales y anecdóticos, resulta muy difícil describir de qué trata, más allá de tratarse de una ficción dentro de otra ficción rodada por un director que se encapricha de su actriz protagonista, la bellísima Laetitia Casta. Ella es lo único memorable de una película que pretendiendo hablar de arte, memoria, cine y ensoñación, sólo consigue que durante su visionado echemos de menos todos esos aspectos.


Apertore


Sitges


Hoy comienza la 42ª edición del Festival Internacional de Cine Fantástico de Cataluña, que hasta el día 12 de este mes ofrecerá en la localidad barcelonesa de Sitges una muy potente programación (ya detallada en esta misma sección) que reseñaremos jornada a jornada desde FanDigital. Programación que, tras unos años irregulares, promete volver a hacer de Sitges un referente mundial en lo relativo al género que nos ocupa, aunque sea a costa de proyectar films que ya se han exhibido en otros festivales o que no resultan adscribibles en primera instancia al fantástico más reconocible para el aficionado.

Sin embargo, la inauguración no ha sido lo lustrosa que cabía esperar: REC 2, secuela de una de las mejores películas españolas de 2007 y del fantástico producido nunca en nuestro país, [·REC], está lejos de resultar convincente; es decir, de justificar la necesidad de una continuación a aquella recreación de un programa grabado en un inmueble tenebroso que se llevó en Sitges hace dos ediciones los galardones a la mejor dirección (Paco Plaza y Jaume Balagueró) y la mejor actriz (Manuela Velasco), así como los premios otorgados por crítica y público.

El primer error de REC 2, escrita y realizada nuevamente por Balagueró y Plaza, es el de persistir en el aspecto menos logrado del film original, esa coda paranormal que se daba de patadas con su formalización pseudo-documental; sin renunciar, por otra parte, a los componentes “científicos”, lo probable. De modo que las andanzas dentro del edificio abarrotado de infectados que lleva a cabo en esta segunda parte un grupo de operaciones especiales, terminan por no ser, claramente, más que una excusa para llenar ochenta escasos y veleidosos minutos en los que puede pasar (y pasa) cualquier cosa, entre continuos gruñidos y persecuciones por pisos y escaleras, y explicaciones a lo que pasa que no creen ni los actores que las declaman a grito pelado.

Por otra parte, el intento de seguir ofreciendo imágenes de cámaras varias y multiplicar sus puntos de vista no resulta verosímil ni ofrece interés añadido a lo que mostraba REC. Y lo que algunos andan proclamando como gran novedad, el que los sucesos acontezcan no después de lo narrado en REC sino a la vez, no es tal, pues constituye la base estructural de la saga Saw, la serie Perdidos o videojuegos como Half-Life (el lenguaje de los videojuegos propicia también algunas soluciones formales irrelevantes, por aquello de estar en la onda).

La aparición a mitad de metraje de tres niñatos que se introducen en el edificio maldito como les apetece, es la demostración palpable de la falta de imaginación, indigna del primer film, con que Plaza y Balagueró han abordado REC 2; producción necesaria solo porque su productora y distribuidora, Filmax, necesita desesperadamente sanear su maltrecha economía. Que no haya sido programada por Sitges, como su predecesora, en la Sección Oficial a Concurso, es un dato que nos da pistas sobre la confianza que sus propios artífices han depositado en ella.

Siguiente
1 | 2 | 3 | 4 |



ARTICULOS DE SITGES

Buscar SITGES en

Buscar SITGES en NEWS









© Revista Fandigital.es 2000-2015
Revista iPad / | Contactar