Engañoso título para un filme de triadas con escasas escenas de acción. Una producción “made in Hong Kong” firmada por uno de los más discutibles cineastas de la ex-colonia británica: Billy Chung, un francotirador de lo políticamente correcto que con esta aproximación al cine negro demuestra su extenso conocimiento de los procedimientos más violentos de la mafia china.
Un grupo de amigos, cuya principal afición es la de cometer asesinatos con arma blanca, pretende retirarse y legalizar de una vez por todas los negocios que han emprendido para labrarse un futuro apartado del mundo de las triadas. Pero su jefe les encarga un último trabajo que no sale como es de esperar. Por si fuera poco, un grupo rival empieza a husmear por la discoteca de uno de ellos, provocando altercados que terminan por abrir una guerra propiciada por un pacto interno con la policía para poder acorralar a los cuatro gentleman. Éstos optaran por defenderse ante los ataques colaterales, y más cuando una de las prostitutas que están a su cargo se suicide por culpa de una humillación sexual practicada por el grupo enemigo.
En una primera toma de contacto, da la sensación de que Killer (2000) contiene un guión previsible, visto en otras ocasiones, refrendado por otros realizadores con mejor factura. Así pues ¿qué la hace distinta de otros productos mejor empaquetados? Seguramente la cometida labor de Chung para refrenarse en la quimérica pirotecnia de las secuencias de acción le permite dar una mayor profundidad a todos los personajes, provocando cierta empatía con el espectador, cierto interés para saber más de sus vidas y entender las motivaciones que les han impulsado a abandonar la cotizada profesión de los asesinos a sueldo. De hecho, el nuevo cine de tríadas puro y duro (relanzado sobretodo por Johnnie To) tampoco se sostiene en las grandes matanzas heroicas (de las que sí se alimentaban las viejas producciones de John Woo), sino en los logros que estos antihéroes corruptos logran en sus ajetreadas vidas, lo que implica un mayor desarrollo argumental de la trama y una sofisticada recreación del mundo criminal hongkonés.
De todos modos resulta cuanto menos inaudito que Billy Chung esté tan contenido, pues sus primera época como director destacó principalmente por alguno que otro escándalos fílmico, en parte por las salvajadas que aplicaba a sus personajes. Esta primera etapa detrás de las cámaras se saldó con algunas restricciones provenientes del organismo que se encarga de clasificar los filmes en la zona de Hong Kong y Macau, siéndoles otorgadas la máxima distinción que suscita la Categoría III (el equivalente hongkonés al “no recomendada a mayores de 18 años” o la categoría R norteamericana). Producciones como Love to Kill (1993) fueron muy criticadas por sus altas dosis de sexo (softporn para nosotros) y la ferocidad que emanaban de sus imágenes violentas. Productos amorales que eran rechazados automáticamente del circuito comercial habitual, y que cruzaban la línea que separaba el cine de acción con el gore más indecoroso. A todo ello hay que sumarle su estilo hiperbólico, impulsado en cierto modo por su amigo Wong Jing, otro experto en escándalos y cine artificioso. Muchas de sus producciones pues parecen montadas a ritmo de música estridente con sintetizadores, como si de un gran videoclip de hora y media se tratase.
Todos estos rasgos distintivos pueden apreciarse en de Killer, pero por segunda vez en su carrera como cineasta (hay que recuperar y dar a conocer Paramount Hotel) parece pulir su más que controvertible estilo visual y narrativo, sumando así algunos puntos positivos a su favor. Y aún considerando que no es ni mucho menos un mal filme, tampoco es un largometraje que haya tenido demasiada trascendencia en la industria local. Probablemente lo que ayudó a que se lo tomara en consideración en su estreno, es el esfuerzo de algunos de sus actores (destacando por encima de otros Simon Lui y Jordan Chan) para dar cierta credibilidad a las experiencias personales que atraviesan sus personajes, lo que da cierta proyección emocional a los protagonistas. Por lo demás sólo ofrece un catálogo de enfrentamientos verbales, alguna que otra disputa física y un par de escenas subiditas de tono con tal de contentar sus instintos primarios. Entretenimiento efectista pero olvidable al cabo de unas horas de haberla visionado.