¿Cuántos festivales de cine hay? ¿cuántos de música? ¿cuántos de ellos han surgido en los últimos años?
Probablemente, a falta de un censo oficial, nadie sepa los datos concretos. Pero al calor de los grandes incrementos presupuestarios que permitía la burbuja inmobiliaria y sus recaudaciones, los ayuntamientos dedicaban grandes cantidades en promover la imagen de sus pueblos o ciudades, tener contentos a sus votantes, o incluso en algunos casos dar rienda suelta a sus delirios de grandeza tratando de rodearse de figuras 'culturales'.
La cosa es que todo lo que sube, baja. Igual de fuerte. La publicidad, otro elemento clave en esta situación y cuyos patrocinios habían generado una fuerte dependencia tanto en festivales como en medios de comunicación, se ha derrumbado por la importante caída del consumo. Y sin ella, el desmoronamiento es de los de efecto dominó.
Hasta el momento el FIB (que se alió con Heineken para sobrevivir), Sónar, Monegros, Primavera Sound (desde donde se afirma que en su caso sólo el 10 o 15% de su presupuesto depende de subvenciones) y Bilbao BBK Live (su nombre lo dice todo) siguen en pie. Pero la vía de escape que la música había encontrado en los conciertos tras el descenso de las ventas por la piratería podría dejar de ser una fórmula segura.