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Tom Waits: Real Gone - especial de musica
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Tom Waits: Real Gone

Bendito Ruido

Un artículo de Xurxo Goldar || 20 / 12 / 2004

Siempre es todo un acontecimiento que se anuncie un nuevo disco de Tom Waits. Un artista tan peculiar como este californiano de 55 años se ha ganado un respeto por derecho propio; es una de esas figuras que todo el mundo venera, con multitud de artistas que se confiesan fans suyos y que llegan incluso a sacar versiones de sus canciones (como Jersey girl de Bruce Springteen). Las discográficas que editan sus discos, lejos de imponer restricción alguna sobre su contenido final, le dejan hacer libremente, sabedores de la segura calidad del producto. Conscientes de ello y de la expectación que genera su figura, también se permiten cosas como exigir portada para Tom en todas las publicaciones en las que es entrevistado. Sus incursiones en el cine le han valido el aplauso de los críticos -¿quién no recuerda su interpretación como Reinfield en el Drácula de Coppola?-. Su comunidad de fans digiere con avidez todas las noticias que le llegan, sabedora de que con él nada es convencional. No lo fue, por ejemplo, el vacío sonoro de seis años entre The Black Rider (1993) y Mule Variations (1999), para después sacar dos álbumes (Alice y Blood Money – 2002-) el mismo día. Como tampoco lo es el hecho de que en este su último disco haya grabado gran parte de los registros vocales en el cuarto de baño de su casa. Tampoco sus instrumentos son convencionales (muchos inventados por él mismo). Ciertamente es un acontecimiento la salida al mercado de un nuevo disco de Tom Waits.

Cuando empezaron a circular las noticias que afirmaban que el trabajo contendría elementos Funky y Hip-Hop hubo un sector de sus fans que pensamos: “lo ha vuelto a hacer”. Y es que sorprende la capacidad de adaptación, de cambio, de evolución de este hombre que desde que empezó a hacer música no ha parado de cambiar en un solo momento. Sus primeros discos, jazzisticos y canallas (The Heart of Saturday Night –1974-, Small Change –1976-), le valieron la fama de poeta urbano, juerguista bohemio, trovador callejero. Incapaz de convertirse en una parodia de sí mismo continuando con el mismo tipo de música, Waits adopta otros estilos musicales sumergiéndose en la difícil búsqueda de uno propio. Prueba de esta etapa son discos como Blue Valentine (1978) o Heartattack and Vine (1980), en los que adopta un sonido mucho más guitarrero. El gran salto llega con Swordfishthrombones (1983) y Rain Dogs (1985), donde por fin crea algo verdaderamente nuevo, usando instrumentos tribales, exóticos o simplemente raros, como gaitas, banjos, campanas, sillas y algún otro realizado por él mismo. Pero aún así, no contento con ello, da una nueva vuelta de tuerca con Bone Machine (1992), que pasa por ser uno de sus mejores discos y donde lleva su voz hasta extremos insospechados. Sus temas también pasan a ser tremendamente personales a la vez que universales y pesimistas. Discos posteriores como Mule Variations o Blood Money no hacen más que confirmar esto, mientras Alice nos aturde con una genuina muestra de lírica y belleza.

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