Presentáis el disco con el single “Los Rokipankis”, una rumba eléctrica. Sin embargo, el tono general del disco es más pausado, con gotas de psicodelia (“Condena”), bossa nova (“Caminito”) y reggae (“Ropa tendía”). ¿Era ese vuestro objetivo?
Nuestra intención era hacer una gran obra, olvidando los estilos y viviendo de una manera intensa desde la creación hasta los arreglos y la grabación. Quizás haya quedado un disco maduro.
Habéis colaborado con artistas que comparten vuestra aproximación, más libre, al arte flamenco. Entre ellos, Tomasito, Diego Carrasco o La Mari de Chambao. ¿Cómo surgen las colaboraciones de Bebe y La Carbonera?
Son colaboraciones que surgen de una manera muy natural. A Bebe le hacía mucha ilusión grabar con nosotros y, además, es coleguilla. A La Carbonera nos la presentó el Tino y le ha dado un color muy bonito al disco.
Con el disco ya en la calle, ¿qué es lo que os hace más ilusión y qué os da más miedo?
Tenemos la ilusión de seguir tocando en directo y que la gente conozca nuestras cancioncillas. Miedos, ninguno musicalmente hablando.
Tomáis parte en todo aquello que concierne a la imagen del grupo y al diseño de las portadas. ¿Pensáis que en la actualidad es un aspecto fundamental en la carrera de cualquier grupo?
Sí, pero muchos artistas se despreocupan de esa parte del arte. Muchos de los discos que tenemos los conocemos por las portadas. Sin embargo, hay cantantes que sus portadas son su careto y, entonces, tampoco te acuerdas... aunque tampoco los vamos a escuchar.
¿Cómo os planteáis la presentación del nuevo álbum en directo?
Con muchas ganas. Vamos a tocar en Valencia, Barcelona, Gerona, etc. Y muchas ciudades que se están cerrando.
Habéis tenido la suerte de llevar vuestra música más allá de nuestras fronteras. ¿Cómo se vive elbicho en otros países? ¿Tenéis intención de repetir esa experiencia?
Cada vez que salimos al extranjero nos lo pasamos muy bien. En algunos aspectos es como volver a empezar. Garitos pequeños y oídos nuevos. Además, no entienden el idioma en muchos sitios, pero la música conecta con la gente. En el extranjero, el público escucha y sabe escuchar. Su silencio es respetuoso y su aplauso, sincero.