Sabíamos que el Tetris afectaba a los jugadores. Largos años de dependencia, fundamentalmente los que rodearon al lanzamiento de la primera Gameboy (momento que supuso su punto más alto de implantación), permitieron que todos conociéramos los efectos que puede tener encajar piezas sin descanso, el grado de adicción que creaban, y esa conocida sensación de querer encajar piezas mentalmente mientras tratamos de conciliar el sueño.
Pues bien, el apasionante mundo de los estudios de videojuego, que ayer nos despertaba con hombres obesos y mujeres desquiciadas, hoy nos vende que Tetris afecta como nunca antes lo habíamos imaginado. Y lo que no deja claro -a pesar de que varios medios lo han recogido con optimismo y han interpretado el estudio como "uno de los buenos"- es si es del todo bueno.
La cuestión es que para valorar la incidencia del videojuego se escogieron a varias mujeres adolescentes, lo primero por estar menos familiarizadas con el videojuego, lo segundo por el estado en formación del cerebro. Las pusieron a encajar piezas y a esperar la famosa ficha larga roja... y les cambió el córtex. "Apreciamos diferencias en el grosor del córtex entre las chicas que jugaron al Tetris y las que no", afirma el Dr. Richard Haier, uno de los responsables, que cuenta cómo el primer caso mostraba un mayor grosor. Según su explicación, sí sería positivo puesto que esto repercutiría en una mayor eficiencia.
A pesar de ello, el mismo doctor afirma que se necesitan más estudios y que uno de los frentes que le interesa al equipo investigador es cómo posteriormente evoluciona el cerebro al tiempo de abandonar la práctica del Tetris. Quizá, según sean las conclusiones de este último extremo, con el tiempo la práctica del Tetris y de otros videojuegos con los que se están haciendo pruebas, sea una de esas recomendaciones que llevará a las madres a insistir a sus hijos para que echen partidas en tanto que estos acabarán renegando por tener que hacerlo por prescripción médica.