La historia de Dong Nguyen y su Flappy Bird es probablemente de lo más extraño que haya vivido el videojuego en mucho tiempo: un título que con sus limitaciones y escasa profundidad se convierte en un fenómeno, uno cuyo nombre crece cuando su creador amenaza con retirarlo, y que lo hace incluso más cuando definitivamente cumple su amenaza. Desde entonces mucho se ha dicho sobre por qué Nguyen retiraba su juego: que si trataba de evitar una demanda de Nintendo por haber reutilizado sus gráficos, que si las amenazas de muerte de usuarios descontentos le afectaban… explicaciones que no terminan de dejar claro lo drástico de la decisión, puesto que con la repercusión conseguida lo normal habría sido cualquier alternativa antes de eliminar el juego.
Desde entonces, en la Appstore de Apple vetan cualquier programa que aspire a colocarse a rebufo de la fama de su creación, vetando el uso del término Flappy mientras se acumulan los clones. Y en un último giro -más lógico que los anteriores- Nguyen ha explicado en una entrevista con la Rolling Stone que la posibilidad de volver a publicar el juego sigue abierta.
Así, en la citada entrevista Nguyen vuelve a sacar a la palestra el argumento de las amenazas de muerte por el impacto que el juego creaba en quienes lo descargaban. Una mezcla de adicción y frustración que pagaban con mails a quien se había limitado a programar el juego, y que en el otro lado de la balanza llegaba a generar 50.000 dólares al año en ingresos. Según su propia visión, la idea de un videojuego es crear satisfacción, algo que espera lograr con alguno de los 3 juegos que tiene en desarrollo y que juegan igualmente con conceptos como el diseño retro y la apariencia simple pero con un reto desafiante.
Aun así, explica que no descarta que Flappy Bird vuelva, y en ese sentido aconseja que si lo publica de nuevo los consumidores no hagan un uso tan “voraz” de él.