Y los juegos
Dentro del ampio catálogo incluido, una buena parte son anécdotas interesantes a las que emplear escasas partidas. Sirve para apreciar como Taito le dio a todo un poco y estuvo representando a géneros del pasado de forma muy solvente. A sus Space Invaders (los dos primeros y el Return of the invaders del 85) se le añaden otros del mismo género como Phoenix (1980), con alteraciones básicas y genuinamente prístino, o Tokio, del 86 y grandes semejanzas con un clásico ajeno como es 1942. Exzisus busca cruzar el matamarcianos con la introducción de un personaje humano (algo que hizo con más fama Forgotten Worlds, de Capcom y parte de otro recopilatorio de actualidad: el Capcom Classics), en lo que es una evolución hacia el beat em’up que alcanzan Ninja Kids y Thunder fox (el primero de aspecto bastante inocente y el segundo puramente guerrero).
Particularmente importantes son los avances de la perspectiva subjetiva que desencadenarían en Doom por la vía de sus Operation Wolf y secuela (Operation Thunderbolt), que no fueron casos aislados como demuestra Battle Shark (más primitivo que los anteriores, manejando la mirilla de un submarino) y Space Gun, posterior y llevando el objetivo a una lucha alienígena en que del tradicional desplazamiento lateral de los dos ‘Operation’ se pasaba a una mayor relevancia de la profundidad a día de hoy bochornosa.
Dentro del género puzzle hay muestras como Plotting (1989), con un vago aire a lo Tetris, o Tube It (alinear tuberías ni más ni menos) que no son tan significativos como Volfied o Super Quix, dos títulos bastante más desconocidos que uno también ajeno, Gal’s Panic, que sí tuvo bastante éxito y que nos obligaba a ir recortando partes de la pantalla para mostrarnos un strip-tease manga. Luego tenemos títulos de conducción como Continental Circus (87), un rudimentario Elevador Action del 83 demasiado indefinido para ser de acción o de plataformas, y otros tantos bastante básicos. Pero aparte de que alguno de los nombrados tiene mucho jugo (esos Operation Wolf y Thunderbolt, a pesar de que resulta complejo apuntar con el stick izquierdo) hay unos nombres reseñables y por los que Taito Legends demuestra ser legendario y que por ello hemos apartado. Uno, Rastan. Memorable. Da algo de pena contemplar cómo el tiempo le ha desprovisto de su aspecto imponente y regio, pero aún se filtra algo de la atmósfera que lograba con sus texturas, melodía de pura épica y enemigos de Dragones y Mazmorras. Otro, New Zeland Story. En su momento el plataformas más completo, variado y ameno capaz de hacernos abandonar recreativas más viriles para ayudar a una panda de pollitos de Nueva Zelanda. Y capítulo aparte para Bubble Bobble y Rainbow Islands (con cuyo creador se incluye una entrevista). El segundo es la valiente, original y colorista evolución del primero, uno de los juegos más divertidos de todos los tiempos como demuestra el hecho de que tantos años después, lo que parece una simplicidad absurda esconde una jugabilidad endiablada repleta de trucos y recovecos. El artículo que desgranaba el clásico se convirtió en uno de los más visitados de la web de Fanzine Digital y contiene suficientes halagos para no repetir la fórmula aquí. Pero si alguien quiere meterse en este museo y darle una oportunidad a algo que lo merece, es la apuesta segura.
Por lo demás, las inevitables ausencias. Los arkanoid y los Double Dragon de los que Taito tiene la licencia se quedan para otra ocasión, y aunque se habla de una aparición posterior, la continuación anunciada parece se centrará en otros nombres . De haberlos incluido todos, este compacto habría pasado de algo valioso a algo mítico. En cualquier caso, gente con curiosidad y respeto al videojuego que hayáis entendido que como toda fuente de entretenimiento merece un respeto a los clásicos, ha llegado la hora de ver cómo empezó todo esto. Algunos pensarán que mucho mejor de lo que ha seguido. Afortunadamente, con Taito Legends ese principio no queda tan lejos.