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SITGES: 44ª EDICIÓN - especial de cine
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SITGES: 44ª EDICIÓN

SITGES: 44ª EDICIÓN

Del 6 al 16 de octubre, Festival Internacional de Cine Fantástico de Cataluña

Un artículo de Diego Salgado || 06 / 10 / 2011
Etiquetas: Sitges / Festivales /

Nota: Crónica relatada de última a primera jornada

SÁBADO, 15 DE OCTUBRE


Concluye con esta entrega nuestra cobertura de Sitges 2011 (cuyos premios podéis leer por aquí). Una edición caracterizada por la calidad, la dispersión, el disimulado arrinconamiento del fantástico a favor del cine de autor, y la preponderancia de lo femenino.

Una edición que ha reservado para sus últimos compases títulos de peso considerable. Para empezar, Drive (en la imagen; Sección Oficial Fantástica – Panorama), que ganó en la última edición de Cannes el premio al mejor director: el danés Nicolas Winding Refn, quien ya presentase en Sitges 2009 dos cintas tan primarias y discutibles como Bronson y Valhalla Rising.

Drive constituye el debut en Hollywood de Refn, a partir de una novela negra de James Sallis. Su protagonista es un habilísimo conductor (interpretado por Ryan Gosling) que, de vez en cuando, ejerce sus habilidades en la comisión de crímenes. Al conocer a una madre joven (la adorable Carey Mulligan), el conductor se replanteará sus prioridades, aunque quizás sea tarde para ello.

Es comprensible que Refn fuera distinguido en Cannes precisamente como mejor director, pues Drive es ante todo un tour de forcé estilístico, que recupera materiales de derribo procedentes del cine de acción norteamericano de finales de los setenta y principios de los ochenta, y los regurgita en un ejercicio de muerte y transfiguración genérica.

Situaciones mil veces vistas parecen nuevas gracias a la puesta en escena, y además flota sobre la acción una suerte de romanticismo lacónico al que contribuyen lo suyo la labor de Gosling y Mulligan. Una excelente película, que se supone llegará próximamente a nuestras pantallas, y que nadie debería perderse.

A Lonely Place to Die (Sección Oficial Fantástica – Panorama) es un thriller del británico Julian Gilbey, que parece seguiría la estela de las excelentes Eden Lake y The Descent. Sin embargo, los tiempos y las modas van cambiando y, lo que en aquellos títulos era una reivindicación de lo visceral, ahora pasa a primar la intriga rebuscada: Melissa George (Triangle, 30 días de oscuridad) encarna a una alpinista que, con un grupo de amigos, se ve implicada en un truculento caso de secuestro. A Lonely Place to Die entretiene, pero no engancha en ningún momento, abunda en vericuetos narrativos superfluos, y está realizada sin inspiración.

Kill List (Sección Oficial Fantástica a Competición) ha suscitado reacciones dispares allí donde se ha proyectado, aunque a nadie le ha dejado indiferente. Su realizador y coguionista, Ben Wheatley, es asimismo inglés.

La película tiene como principales personajes a dos mercenarios que, tras cumplir oscuras misiones en Irak, una vez de vuelta en Gran Bretaña asesinan por encargo a las órdenes de una misteriosa organización.

No costaría mucho pensar que Kill List es un bluff, una película de listillos para listillos. Es premeditadamente críptica, con una última parte de su metraje que desinfla las expectativas del espectador con lo que hasta entonces era una intriga sórdida y realista. Pero, a la postre, lo que sucede es que sus connotaciones (a)morales son demasiado perturbadoras para ser aprehendidas en un visionado superficial. Además, alberga en su seno una película fantástica nada desdeñable en la línea de The Wicker Man y The Devil Rides Out.

The Artist (Sesiones Especiales) también ganó como Drive un galardón en Cannes: el de mejor actor para Jean Dujardin. Firmada por Michel Hazanavicius, responsable de dos ejercicios retro de cultura popular —las dos entregas de OSS 117—, The Artist es más de lo mismo: Su homenaje al cine mudo, a partir de una historia que debe tanto a Ha nacido una estrella como a Cantando bajo la lluvia, carece de cualquier rigor audiovisual, está hecha simplemente para gustar al público, a un nivel muy elemental. Lo que resulta sorprendente es que haya propiciado tantas disputas en torno a sus imágenes, pues en ningún momento aspira a ser un ejercicio de audiovisual comprometido.

Y The Thing (Sesión de clausura), que se estrena en España el próximo 21 de octubre, es la esperadísima precuela del título de terror homónimo dirigido por John Carpenter en 1982, remake a su vez de El enigma de otro mundo. Ahora, bajo la batuta del realizador debutante Matthijs van Heijningen, se nos cuenta qué le sucedió a una expedición noruega en la Antártida, hechos que derivarían en La Cosa de Carpenter.

Aunque aplicada y respetuosa, esta nueva La Cosa no tiene en el fondo ningún interés, su capacidad de riesgo es nula y sus efectos visuales, curiosamente, están muchas veces menos logrados que los del film de 1982. Se pasa un buen rato viéndola, pero solo porque apetece volver a visitar el universo creado en su momento por Carpenter. Quizás lo más interesante sea el repaso que, a través de los sucesivos jalones del relato, se hace del terror de los ochenta y los noventa.

No nos olvidamos de Juan de los Muertos (Sección Oficial a Competición), modesta producción cubana que hace sangre del castrismo a partir de una invasión zombie de la isla. Apuntes muy maliciosos, apología de la economía de mercado, conocimiento de lo friki y actores con desparpajo hacen de Juan de los Muertos una propuesta simpática, aunque esté llena de problemas formales.

Y esto es lo que ha dado de sí esta edición de Sitges, de la que hemos salido, cosas de cumplir años, considerablemente cansados, aunque con los ojos abarrotados de cine atractivo que nos permitirá vivir de buenos recuerdos hasta el año que viene.


VIERNES, 14 DE OCTUBRE


Sitges


Iniciamos esta penúltima crónica consagrada a la 44ª edición del Festival de Sitges haciéndonos eco de dos películas norteamericanas que dan cuenta, para bien y para mal, de las singulares derivas individuales de sus firmantes, así como de una cierta descomposición en los modos productivos y argumentales del cine estadounidense.

La primera es Red State (Sección Oficial Fantástica a Competición), de Kevin Smith. Smith llevaba años —Clerk II, ¿Hacemos una porno?, Vaya par de polis— demostrando que su filmografía no había sido más que el sueño de un friki hecho realidad (o pesadilla). Ahora se descuelga, poco antes de abandonar el medio —o eso dice, como Steven Soderbergh—, con una propuesta extrema, apenas emparentada remotamente con una sola de sus realizaciones anteriores, Dogma (1999).

De concepción tan libérrima como chapucera, Red State juega a tratar las actividades de un siniestro culto sectario alternando líneas narrativas y hasta géneros, con un propósito que está más allá de denunciar el fanatismo religioso que alberga su país y que puede decidir elecciones presidenciales.

Red State es, en el fondo, una llamada de socorro angustiada y lúcida en torno a un panorama sociopolítico que Smith percibe absolutamente putrefacto, al borde de la explosión.

El signo más evidente del pesimismo de Smith (que también es personal, en años recientes se ha enajenado el favor de crítica y muchos fans) es que la cháchara habitual entre sus personajes, hilarante y dialéctica, ha dado paso en Red State a una sucesión inquietante de diálogos de sordos o besugos, y hasta a perturbadores e hipnóticos soliloquios de diez minutos de duración con el Apocalipsis moral como tema estrella. Teniendo en cuenta que Smith tiene la intención de convertirse en monologuista, no sabemos cómo tomarnos la decisión creativa descrita.

Tampoco es fácil interpretar la reinvención de Francis Ford Coppola como cineasta. Tras Youth without Youth y Tetro, Coppola vuelve al terror que practicó allá en sus inicios (Dementia 13, 1963) con Twixt (Sección Oficial Fantástica – Panorama), que asimismo cabría calificar de demencial.

Coppola ha explicado que el guión de Twixt, centrado en un escritor de segunda que trata de resolver unos asesinatos de niños acaecidos en un pueblucho años antes de su llegada al mismo para firmar libros, tiene su origen en una monumental borrachera. Y cierto es que así podrían justificarse su mofa del 3D, la experimentación fotográfica superficial (que remite a sus realizaciones de los ochenta) o el tufo deliberado a producción barata, casi videográfica, que respiran las imágenes.

Pero algunos detalles sugerentes —un protagonista que vivió su mejor época creativa hace ya demasiado tiempo, una hija fallecida como un hijo de Coppola, el espectro finalmente vampirizante de una chica, el mismísimo Edgar Allan Poe como guía de un posible sentido para el relato— le hacen a uno pensar que el director de El Padrino y sus secuelas ha aprovechado Twixt para saldar deudas consigo mismo y con su entorno cercano. Algo que no deja de tener interés, pero que no evita que la película sea mala hasta decir basta.

Y de dos directores norteamericanos, a uno nipón y por partida doble: Sion Sono, autor de creciente culto gracias a dramas al límite como Suicide Club y Cold Fish, que oferta hasta dos películas en esta edición de Sitges.

Una es Guilty of Romance (Sección Oficial Fantástica a Competición), progresivo y estilizado descenso a los infiernos de una joven casada con un poeta que trata de adquirir una conciencia feminista en un entorno como el actual, que ha creado una relación totalmente viciada entre el sexo y lo económico. La otra es Himizu (Sección Nuevas Visiones), crónica de urgencia, de aliento neorrealista, sobre las repercusiones sociales del reciente tsunami en Japón, basada en un manga de Minoro Furuya.

Ambos films son lo bastante atractivos y distintos como para que, en un contexto más calmo, fueran analizados por sí mismos y con detenimiento. En el contexto de estas crónicas, baste con señalar que confirman la manera inmisericorde y explícita a todos los niveles con que Sono retrata la sociedad de su país, atrapado en una serie de contradicciones de dudosa solución. También manifiestan que, por muchas escenas magníficas, de abrumadora intensidad, que contengan, los conjuntos de ambas se dejan llevar por una histeria melodramática y una falta de contención en los metrajes que, al menos a este espectador, terminan por cansarle.

Suele decirse que, si no hay nada bueno que contar de algo, lo mejor es callarse. Pero la función de un crítico también es advertir, así que hagámoslo con dos títulos:

Dernière Séance (Sección Nuevas Visiones) es un drama criminal y nostálgico sobre un joven encargado de una sala de cine a punto de cerrar, que completa sus jornadas asesinado mujeres. Estética premeditadamente rancia, psicologismo no menos pasado de moda, y deudas sin aportar nada con El fotógrafo del pánico y el giallo. Suponemos que el director Laurent Achard ha pretendido hablarnos de una manera trasnochada de entender el cine (y la vida ligada al cine), pero le ha salido un producto igualmente apolillado.

Más lograda, pero muy por debajo de lo que están escribiendo por ahí los amiguetes/palmeros de Nacho Vigalondo, es Extraterrestre (Sección Oficial Fantástica – Panorama), comedia efectiva que usa una invasión alienígena como excusa para describir un panorama emocional y sentimental de la generación a la que pertenece el director como para echarse a temblar.

Aparte sus curiosos puntos en común argumentales con la norteamericana Bellflower (Sección Oficial Fantástica a Competición), Extraterrestre funciona sin más en el humor y las lecturas, faltándole quizás el oficio o el talento que Vigalondo podría ir atesorando de filmar con más frecuencia (recordemos que su único largo hasta la fecha era el también sobrevalorado Los Cronocrímenes). Siendo simpática, a Extraterrestre le va a perjudicar, y mucho, de cara al gran público que no sea tratada con un mínimo de objetividad: está lejos de ser una obra maestra.


JUEVES, 13 DE OCTUBRE


Sitges


Ciencia ficción y terror declarados en la jornada de hoy, algo que estábamos echando de menos entre tanto cine más de autor que otra cosa.

Así por ejemplo, Womb (en la imagen; Sección Oficial Fantástica a Competición), realización del húngaro Benedek Fliegauf que protagoniza una entregada Eva Green y que reflexiona sobre los posibles efectos sociales que la clonación podría provocar de llevarse a efecto en un futuro cercano entre seres humanos, amén de radiografiar sin piedad a cierta feminidad sin escrúpulos.

Tras perder a su marido, Rebecca (Green) se fecunda con su ADN, dando a luz a un niño que es su hijo pero también el vivo retrato del hombre a quien tanto amó. Las complicaciones emocionales y sexuales de la situación son exploradas valientemente por Womb. Aunque, como le sucedía a otro título reciente de temática similar, Nunca me abandones, se apela a una frialdad morosa por aquello de dar más importancia y verosimilitud a lo que se nos está contando, lográndose únicamente que el espectador llegue a perder la paciencia.

Otro posible futuro nos brinda Carré Blanc (Sección Oficial Fantástica a Competición), modesta producción francesa que, con tanta sequedad expositiva como humor negro, dispone en pantalla una sociedad a la que quizás ya estamos abocados: la cultura corporativa de la empresa ha extendido sus tentáculos a todos los órdenes de la existencia, y lo que prima es la productividad y la eficiencia sobre cualquier sentimiento humano.

El director primerizo Jean-Baptiste Léonetti no alcanza a desarrollar la película más allá de un punto de partida que nos retrotrae a Orwell y Pinter, pero su inteligente puesta en escena y la originalidad de las situaciones que se dan como lo más normal en ese mundo enfermo hacen que no quepa sino recomendar Carré Blanc.

Livide (Sección Oficial Fantástica a Competición) apuesta por el terror. Está dirigida a cuatro manos por Julien Maury y Alexandre Bustillo, que hace ya unos cuantos Sitges la montaron con la muy gore (y muy sobrevalorada) À l'intérieur (1987).

En Livide cambian de tercio, proponiendo un relato vampírico que debe tanto a Tobe Hooper como a Dario Argento. Pero, más allá de las excelencias visuales del formato panorámico y la fotografía digital, Livide deja tan insatisfecho como À l'intérieur, estando sus muchas ambiciones por debajo del talento para concretarlas.

Peor es lo de Sector 7 (Sección Oficial Panorama – Casa Asia), producción surcoreana con monstruo en una plataforma petrolífera que ha sido comparada interesadamente a The Host, pero que no pasa de ejercicio mecánico de suspense deudor de otras infinitas películas previas: Tiburón, Alien, Aliens, Deep Rising

Por destacar algo en Sector 7, quedémonos con la magnífica criatura, único efecto digital empleado con acierto; el resto solo sirve para hacer que no nos creamos en ningún momento que la acción transcurre en mitad del océano.

Mucho más atractiva en cambio es Vampire (Sección Nuevas Visiones - Ficción), con la que cerramos nuestra apresurada crónica de hoy (el festival se precipita hacia su desenlace volviéndose loco y volviéndonos locos). Como indica su título, una película sobre chupasangres, aunque con una sensibilidad muy especial.

Y es que, aunque la producción de Vampire es norteamericana, su realizador es el japonés Shunji Iwai (Love Letter). El resultado de tal mixtura es un producto complejo, melancólico, políticamente incorrecto, que hace del vampiro protagonista un tipo casi benefactor, que solo aprovecha la sangre de jóvenes que desean suicidarse.

Nos hallamos ante una cinta muy crítica con los órdenes morales establecidos, que merecería algún tipo de distribución (nos tememos que no pasará de ser, a la larga, sino una cinta de culto).


MIÉRCOLES, 12 DE OCTUBRE


Sitges


Ha llegado el momento, aprovechando la proyección en Sitges con una diferencia de pocas horas de Apollo XVIII (en la imagen; Sección Oficial – Panorama) y Emergo (Sección Oficial Fantástica a Competición), de hablar sobre las cuatro películas en formato de metraje encontrado o falso documental que se han programado en esta 44ª edición del festival.

Parecía que el éxito del subgénero inducido por títulos como REC y Monstruoso empezaba a languidecer, pero la saga Paranormal Activity lo ha reverdecido. A Apollo XVIII y Emergo hay que sumar la programación de Grave Encounters (Sección Midnight X-Treme) y The Troll Hunter (Sección Oficial a Competición).

Esta última puede que sea, de todas ellas, la más interesante. En su ópera prima, el noruego André Øvredal simula el seguimiento que, cámaras en mano, hacen unos estudiantes universitarios de un misterioso empleado del gobierno de su país que resulta estar encargado de controlar en determinados cotos a esas criaturas del folclore escandinavo que responden al nombre de troles.

The Troll Hunter no solo es bastante divertida; integra con acierto a los monstruos mitológicos en la imaginería pseudo-documental, y brinda ciertos apuntes de interés sobre ese funcionario solitario del título, cuya vida gira en torno a unas criaturas cuya existencia se niega oficialmente.

Mucho menos rigurosa es Grave Encounters, de los norteamericanos Colin Minhan y Stuart Ortiz (apelativo artístico: The Vicious Brothers). Su película es una recreación de uno de esos programas sobre fenómenos paranormales como el de Íker Jiménez, que saldrá terroríficamente mal cuando el equipo liderado por un tal Lance Preston decida inmiscuir sus cámaras en un psiquiátrico abandonado.

Aunque Grave Encounters tenga verdadero interés cuando los técnicos comienzan a filmar un escenario progresivamente absurdo, kafkiano, el conjunto del film es tan oportunista como Lance Preston. La desvergüenza de la película llega hasta el extremo de colar, para dar más miedo, efectos digitales absolutamente incompatibles a nivel de verosimilitud con el presunto verismo de las imágenes recogidas por el equipo de grabación.

No mucho mejor es Emergo, apadrinada en el guión y la producción por Rodrigo Cortés (Buried) pero dirigida por el debutante Carles Torrens. En esta ocasión, los tres componentes de una agencia que investiga fenómenos paranormales emplean toda la tecnología imaginable (incluyendo unas cuantas cámaras) para descubrir qué está aterrorizando a una familia disfuncional compuesta por un padre viudo y sus dos hijos.

Producto escandalosamente derivativo y comercial, Emergo se desarrolla durante casi todo su metraje con un control y una mesura de lo más aburridos, quizás para no enajenarse a un público generalista. Y cuando recurre a los sustos, apenas sobrepasa lo infantil. Hay también mucha cháchara psicologista para dar más empaque a lo que solo es una montaña rusa de dos metros de altura.

Apollo XVIII tampoco es que esté muy trabajada a nivel de argumento. Podría ser un episodio de alguna serie fantástica, o una historieta de Weird Fantasy o Creepy. Sin embargo, con eso de que se nos intenta hacer creer que la misión lunar del título no fue abortada en 1972, sino que tuvo lugar y la tripulación grabó los horrores con que se topó en nuestro satélite, el español Gonzalo López-Gallego (que al parecer sustituyó a otro director a mitad de rodaje) plantea un interesante juego formal con las texturas de la imagen.

Afortunadamente, porque empiezan a cansar, no todo han sido en las últimas horas metrajes encontrados. La directora australiana Julia Leigh ha presentado en la Sección Oficial Fantástica a Competición Sleeping Beauty, un drama tan críptico como inquietante, de mirada inequívocamente femenina, sobre los poderes fácticos de nuestro presente y la sexualidad.

La protagonista de Sleeping Beauty es Lucy (Emily Browning, en una composición similar y tan arriesgada como la de Sucker Punch), una universitaria que se gana la vida con diversos trabajos, entre ellos encuentros íntimos con tipos adinerados que obligan a su desvanecimiento mientras se opera con su cuerpo.

Realización gélida y tan aparentemente férrea como la Lucy encarnada por Browning, Sleeping Beauty es una actualización de títulos como Belle de Jour, Saló o los 120 días de Sodoma y Eyes Wide Shut, cuyas pretensiones no siempre están claras, aunque dejen lo suficiente a la imaginación como para merecer profundizar en ellas.

Y por hoy decimos adiós con The Woman (Sección Oficial Fantástica a Competición), otra cinta sobre el papel de la mujer en el actual contexto social, y una posible emancipación muy políticamente incorrecta.
The Woman es la segunda colaboración entre el director Lucky McKee y el interesante novelista y guionista Jack Ketchum tras el drama Red, una de las mejores películas de Sitges 2008.

Sin embargo, esta reunión de ambos no termina de funcionar: su crónica de los imprevistos efectos en una familia del secuestro de una mujer salvaje por parte del padre, oscila entre lo realista y la farsa sin mucho acierto, y la realización de McKee es muy pobre. Podría concluirse que The Woman es interesante a pesar de sí misma.

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