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King Kong (1933)

De la bestia y de la bella

Un artículo de Diego Salgado || 12 / 12 / 2005

La emoción con la que millones de aficionados aguardan la exhibición mundial el próximo 13 de diciembre del King Kong dirigido por Peter Jackson y protagonizado por Naomi Watts, Adrien Brody y Jack Black, es un eco de la que sintieron los asistentes al estreno en Nueva York de la versión original el 2 de marzo de 1933.

El King Kong dirigido por Merian C. Cooper y Ernest B. Schoesack entusiasmó al público, que la convirtió en la película más taquillera de aquel año (lo que salvó a su productora, la RKO, de la ruina). Su sentido de la aventura, la calidad de sus efectos visuales y su romanticismo soterrado hicieron crecer la fama del film a lo largo de sucesivos reestrenos. Actualmente está considerado por el American Film Institute uno de los cien filmes más relevantes en la historia del cine norteamericano, y los usuarios de la página web imdb la sitúan entre sus 250 películas preferidas de cualquier época.

De su pervivencia como película dan fe las palabras de Peter Jackson, que explican además porqué ha realizado un remake setenta años después: Vi King Kong cuando tenía nueve años. Se convirtió en mi película favorita y me decidió a convertirme en cineasta. La oportunidad de pasar a formar parte de su legado con una nueva versión era una oportunidad demasiado buena como para dejarla escapar.

King Kong (1933)



Los Padres del Monstruo



Comencé a pensar en King Kong a finales de 1931, contaba Merian C. Cooper. Yo quería rodar algo con gorilas en África, pero eso era imposible debido a la escasez de capital en la RKO provocada por la Gran Depresión. Así que sugerí a David O’Selznick la realización en estudio de una aventura fantástica sobre un gorila gigante.

Para Cooper y Ernest B. Schoedsack las aventuras fantásticas no eran sino una prolongación de las vividas. El primero sirvió en las fuerzas aéreas norteamericanas durante la Primera Guerra Mundial, organizó posteriormente un escuadrón para luchar a favor de los polacos en la posguerra, y fue prisionero de los alemanes y los soviéticos. De vuelta en los Estados Unidos, Cooper escribiría durante un tiempo para el New York Times antes de apuntarse a una expedición por las Indias Orientales y Abisinia. Allí entabló relación profesional y de amistad con Schoedsack, cámara de la Keystone que durante la guerra 1914-1918 había filmado material para noticiarios.

A Schoedsack y Cooper les apasiona lo exótico. En 1924 ruedan el documental Pasto: La Batalla de una Nación por la Vida, considerada un clásico del género, y en 1927 Elefante (Chang), otro retrato etnográfico. Plenamente establecidos como cineastas se pasan a la ficción con Las Cuatro Plumas (1928), versión del clásico aventurero de A.E.W. Mason rodada en exteriores reales, y en la que ya tiene papel Fay Wray, futura novia de Kong; y El Malvado Zaroff (The Most Dangerous Game, 1932), de nuevo con Fay Wray, adaptación llena de atmósfera y acción de un relato de Richard Connell en torno a un sádico conde que caza a los náufragos que llegan hasta su isla.

Las islas, las junglas, las bestias feroces, saturan por aquel entonces las pantallas, tanto a través de largometrajes como de seriales. Hay que citar, aunque sea de pasada, otras muchas películas en las que a partir de realidades misteriosas volaba la fantasía: La Isla de las Almas Perdidas (1933), versión realizada por Erle C. Kenton de la novela de H.G. Wells La Isla del Doctor Moreau, con Charles Laughton y Bela Lugosi. La Máscara de Fu-Manchu y La Momia, producciones ambas de 1932, con Boris Karloff como protagonista. Tarzán de los Monos, del mismo año, con los inolvidables Johnny Weissmuller y Maureen O’Sullivan…

Pero Cooper y Schoedsack iban a necesitar al mejor en el terreno de los efectos especiales para plasmar sus visiones. Y en aquella época el mejor era Willis O’Brien. O’Brien inició su carrera artística como dibujante de tiras cómicas y como escultor. Más tarde pasó a formar parte de Conquest Pictures, estudio de Thomas Edison, donde devino maestro en los efectos visuales mediante animación de imágenes fijas (stop-motion); técnica que combinada con la sobreimpresión de negativos le permitió revivir criaturas prehistóricas -modeladas por su inseparable colaborador Marcel Delgado- en cortometrajes como The dinosaur and the missing link: a prehistoric tragedy (1918) o R.F.D. 10,000 B.C.: A Mannikin Comedy (1918).



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