Hay películas que llegan a la cartelera tan vapuleadas por la crítica, de modo unánime y a nivel mundial, que al espectador mínimamente informado no le queda más remedio que imaginarse el peor escenario posible, y por tanto acude al cine consciente de que probablemente la historia que va a presenciar no será tan patética como la pintaban los especialistas en esto de hacer ascender a los altares o, por el contrario, condenar al infierno todos los estrenos que se atreven a hacer acto de presencia en los cines. Cuestión de expectativas.
Sin embargo, y pese a los múltiples avisos de las voces curtidas en esto de la crítica cinematográfica, y saltándose a la torera las señales de alarma –el tráiler ya era para salir huyendo y no mirar atrás–, aquellos que osen penetrar en la sala de proyección van a encontrar un producto que, seguramente a imagen y semejanza de la novela en la que se basa, ha sido cuidadosamente diseñado pensado en un público muy concreto (lo que no quiera decir que se haya respetado escrupulosamente la historia o las características de los personajes). Y, como producto de mercadotecnia pulcramente calculado, ha triunfado al cien por cien: está obteniendo pingües beneficios desde el primer momento.
En cuanto al contenido en sí, nos topamos con una historia vergonzante de chico-conoce-chica que navega sin rubor en el ridículo más espantoso, ofreciendo a las féminas que acudirán a las salas de proyección un empalagoso drama romántico con toques eróticos de porno blando que a buen seguro solo escandalizará a mentes muy básicas, y que apenas entretendrá a quienes quedaran prendadas en su día con la lectura de la novela de E.L. James, aunque según los que entienden del tema la película no sepa captar bien la esencia de la misma y quede varios peldaños por debajo.
Solo Dakota Johnson sabe vender medianamente bien sus dotes interpretativas en medio de esta vorágine empalagosa de tópicos que hemos visto en la pantalla grande apenas cinco o seis veces... en lo que llevamos de mes. Vulgar y predecible, fría y boba, aburrida y grotesca, estas Cincuenta sombras de Grey obviamente encontrará prolongaciones en el futuro –¿para qué está la trilogía literaria, si no es para adaptarla por entero y exprimirla al máximo?– y las seguidoras de los personajes acudirán encantadas a dejarse su dinero en taquilla, sin ser conscientes de que está bien que la industria del cine se sustente en bombazos que permitan la existencia de otro tipo de cintas, pero no a costa de suprimir cualquier atisbo de dignidad o interés. Encefalograma plano en un guion que no exige nada por parte de sus espectadores, salvo quizá que comulguen sin rechistar con esta tortura masoquista de más de dos horas de duración.