Continuando con la estela de cintas tan celebradas como Love actually y demás comedias románticas que se prestan a desentrañar desencuentros amorosos al más puro estilo neoyorquino –en este caso cabe citar al antes interesante cineasta Edward Burns- la producción Definitivamente quizás representa un ejemplo más de filme primorosamente modélico que flirtea en el ámbito sentimental sin llegar a cometer imprudencias tales como el lagrimeo fácil. Su director Adam Brooks regresa a un terreno que conoce al dedillo tras dirigir las flojas Wimbledon, el amor está en el juego o Bridget Jones. Sobreviviré con una historia simpática y apta para cualquier tipo de público que desee pasar un rato entretenido sin tener que complicarse la existencia más de lo debido.
La trama posee un mínimo de originalidad al abordarse desde un punto de vista masculino, dado que los problemas emocionales normalmente han sido adjudicados al mundo femenino. En ella, nuestro protagonista es Will Hayes (Ryan Reynolds, visto en diversos filmes totalmente olvidables) un treintañero que decide contar a su hija (Abigail Breslin, nominada al oscar a su tierna edad por Pequeña miss sunshine)como se enamoró de su madre. Por tal motivo, la narración cobra nuevos aires dado que en ella entran en conflicto otras dos novias, ayudando a crear el consiguiente enredo en la niña -y por tanto, en el espectador- no conociendo hasta el final quién ejerce el papel de madre de la mocosa.
Tras esta estrategia se esconde un relato tierno que ocasiona en no pocos tramos cierto sentimiento melancólico capaz de despertar algún que otro suspiro en la platea. Sin embargo el filme desaprovecha subtramas que acaban enfriando a un espectador más exigente. En primer lugar, el tratamiento laboral del protagonista, volcado en la campaña electoral de Clinton en los noventa, parece que sólo sirve de mera excusa argumental, hecho que provoca las payasadas de un Reynolds falto de gracia. Por otro lado, el desaprovechamiento también implica a dos nombres propios, como son los de Rachel Weisz (oscar por El jardinero fiel) o el gran Kevin Kline (no necesita presentación), intérpretes de primera linea que el director ha decidido pasar por alto en el libreto.
A pesar de ello, Definitivamente quizás no desentona en ningún momento -bueno, haciendo un pequeño esfuerzo recordatorio, la niña quizás llegue a irritar a más de uno- proporcionando en su justa medida lo que la audiencia quiere ver, esto es, una conmovedora comedia romántica a la que tal vez le ha faltado algo más de socarrona picardía.